En mis conferencias sobre las perspectivas económicas siempre advierto a los asistentes, entre broma y serio, que es conveniente me inviten a platicar con ellos en dos ocasiones durante el año. La primera, cuando comienza, para hablarles sobre lo que va a suceder con las principales variables económicas; mientras que la segunda al final del año, para explicarles porqué lo que dije al comienzo del mismo no ocurrió.
El mensaje central de este comentario es que el futuro es, por naturaleza, desconocido. A lo más que puede uno aspirar es a dar idea de las tendencias más probables, con base en supuestos sobre la evolución esperada de las variables que afectan de manera más importante nuestro desempeño económico.
Estas incluyen, entre otras, las perspectivas de la economía de Estados Unidos (EU), las políticas fiscal y monetaria internas, así como la evolución de los ingresos petroleros. Esos y otros factores, como la inseguridad que existe en México y su efecto sobre la inversión nacional y extranjera, determinan cuál escenario económico se materializará en el futuro. Las variables económicas son, de por sí, muy dinámicas, por lo que en el transcurso del año conviene hacer revisiones periódicas, que incorporen la información y datos más recientes, así como cualquier cambio relevante en el entorno externo. Esto ayuda a afinar las perspectivas sobre el futuro inmediato.
Este año, por ejemplo, las revisiones que he realizado en los pronósticos económicos no han modificado la tendencia que preví al inicio del mismo para el crecimiento, la inflación y las tasas de interés. Hay, eso sí, adecuaciones en cuanto a los números esperados, pero no un cambio en la tendencia original.
En efecto, en enero mi expectativa para este año era de menor crecimiento, mayor inflación y mayores tasas de interés en relación con 2007. Todo indica que estas tendencias siguen siendo válidas, quedando sólo pendiente cuáles serán, al cierre del año, los órdenes de magnitud correspondientes.
En este sentido, las adecuaciones más importantes en mis previsiones tienen que ver con la inflación, que si bien la esperaba superior a la del 2007, no incorporaba las alzas significativas en alimentos y energéticos a nivel internacional, así como la decisión gubernamental de comenzar a reflejar esas alzas en los precios administrados, como es el caso de los combustibles y la energía. En dicho contexto, la inflación bien puede cerrar el año alrededor o por encima del 6 por ciento. Nuestras autoridades también hacen sus pronósticos sobre las principales variables económicas del país. Ellas, me supongo, realizan un ejercicio similar donde también toman en consideración el entorno externo, en particular, la evolución esperada de la economía estadounidense y los ingresos petroleros, así como las políticas públicas que ellas aplican, como la fiscal y monetaria. Lo curioso del caso es que las proyecciones gubernamentales resultan, por lo general, bastante más optimistas que las de los particulares, no sólo para los crecimientos esperados de las variables económicas como crecimiento, inflación y el nivel de las tasas de interés, sino más importante aún, en cuanto a la dirección en que se moverán en el futuro en relación con el pasado inmediato. El programa económico para 2008 dado a conocer al final del año pasado contemplaba, por ejemplo, un crecimiento del 3.7 por ciento, una inflación del 3 por ciento y una tasa de interés de los CETES del 7 por ciento.
Todas esas cifras reflejaban la expectativa oficial de que este año sería mejor al anterior, con más crecimiento, menos inflación y menores tasas de interés, a pesar de que para la fecha en que se dieron a conocer esos datos, ya se sabía bastante sobre las complicaciones que experimentaba la economía de EU.
El argumento principal para defender dicho optimismo, repetido por el Presidente y el Secretario de Hacienda, fue que aplicarían una política económica contracíclica, que aislaría a nuestra economía de las tribulaciones que afectarían a la economía estadounidense. Según ellos, México había logrado desvincularse de la suerte de nuestros vecinos.
La realidad, nuevamente, está desafiando las mejores intenciones de nuestros gobernantes. Ellos se han visto obligados a adecuar, al igual que todos los analistas del sector privado, sus previsiones económicas en función de los acontecimientos y datos más recientes. Ya no es posible insistir sobre metas imposibles de alcanzar, ni sobre la tendencia optimista de las mismas. Nuestras autoridades, después de varias revisiones a sus pronósticos en el transcurso del año, finalmente se han visto forzadas a reconocer que se equivocaron no sólo en los órdenes de magnitud, sino más importante aún, en las tendencias que previeron para las principales variables económicas al cierre del 2007.En efecto, el gobierno envió el lunes de esta semana su programa económico para 2009, donde presentó pronósticos revisados para el cierre de 2008 y para la evolución de las principales variables económicas el próximo año. En el primer caso, acepta que el crecimiento económico será menor al del año pasado y que la inflación será casi el doble de la del 2007. Para 2009 confía en que nuestra economía tenga un desempeño bastante más favorable que el de este año. Hoy, como hace doce meses, hay muchos buenos deseos en el programa oficial. En otra oportunidad daré mis comentarios al respecto, pero es casi seguro que la realidad se encargará, otra vez, de contradecirlos.
Mientras la economía de EU siga estancada o en declive, y ese parece que será el caso por los siguientes 9 a 12 meses, no podemos prever, con suficiente fundamento, que pronto superaremos nuestras penurias económicas. Por consiguiente, esté pendiente para la próxima revisión de estos pronósticos.