Hubo jaloneos, empujones y golpes a diputados que pretendían ingresar a la sesión celebrada en la Torre del Caballito donde los senadores aprobarían la tan llevada y traída reforma a Pemex. Los actores de la trifulca fueron un grupo de legisladores y una fuerza policiaca al mando del secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, quien les impidió realizar el propósito. Hasta ahí, estuvo todo lo normal que usted quiera. La Policía federal, entre otras labores, para esos zipizapes está que ni mandada a hacer, no faltaba más. Además fue requerida esa fuerza pública por el presidente del Senado, quien está facultado para hacerlo en auxilio de los componentes de la Cámara. Donde ya no es normal y nos da oportunidad de meter nuestra cuchara, es cuando el senador Ricardo Monreal, vicecoordinador del PRD anunciara que entregaría una excitativa al panista Gustavo Madero para que promueva la destitución de García Luna del cargo que ostenta, aseverando el ex gobernador de Zacatecas que el jefe policiaco violó el fuero federal de varios diputados.
Según la senadora María de los Ángeles Moreno, “no se reprimió a nadie”, a pesar de los empellones, codazos, golpes y gritos entre uniformados y legisladores, ya que sólo se les invitó a que pasaran a la parte de afuera, a la calle, dejando de empujar las puertas del salón de la Torre del Caballito, habilitado como sede alterna para sesionar.
Veamos esto, para luego ocuparnos de la ignorancia de quien afirma que hubo una violación al fuero de que gozan los diputados repelidos. A lo dicho de que no hubo represión, con simpatía recordaré aquella serie de televisión que personificaban Adam West como Batman y Tim Drake como Robin en la que se representaban los ruidos con letreros onomatopéyicos, demos vuelo a la imaginación: “por favor, retírense, zaz, crump, bofes, salgan en orden trasc, jump, chaz, bum, que no le arruguen el traje al jefe, run, wow, birp, cuaz”, si eso no es someter, aplacar, refrenar o sofrenar, entonces sí tiene razón la senadora priista, no hubo la intención de reprimir. La presencia del jefe lo dice todo, impedir que ingresaran a como diese lugar. Que los policías y su jefe incurrieron en responsabilidad, es otro cantar.
Que se violó el fuero. Diremos que los diputados y senadores en principio, gozan de inmunidad, lo que se conoce como fuero constitucional, pero sólo por lo que ve a las opiniones que emitan en el desempeño de sus cargos, de las que jamás podrán originar sean reconvenidos. Los delitos de injurias, amenazas u otras semejantes, por ejemplo, no darán lugar a que proceda acusación, denuncia o querella, en contra de ellos. -Lo que, en efecto, hemos visto en el pasado cuando unos a otros se la refrescan con todas sus letras, lo que involuntariamente atestiguamos en varias ocasiones-. Ahora bien, tratándose de diputados, el fuero se reduce a que no puede ser objeto de persecución judicial por acciones que haya realizado en el ejercicio de su función parlamentaria.
Un diputado que es conducido a la comisaría por cometer un desaguisado, conducir ebrio, cometer daños en propiedad ajena, pegarle una puñalada a un cristiano, lo primero que hará con el preterido propósito de librarse de la detención será mostrar su credencial y la placa que lo acredita como legislador. Lo cual lo dejaría libre, so pena, en caso contrario, a que el carcelero fuera despedido ipso facto. Eso sin que a continuación al diputadete se le pudiera seguir un procedimiento por responsabilidad civil, ya que en materia del orden civil no hay fuero ni inmunidad para ningún funcionario público, con la obligación “indemnizatoria” o “reparatoria” correspondiente.
Esto último, en un país que no sea el nuestro, por que para nuestra desgracia estamos plagados de influyentes a pesar de que se diga que ante la Ley todos somos iguales. El político triunfador es el difuso, callado, disciplinado y “agachado”, decía el padre de la mencionada senadora, Manuel Moreno Sánchez, en su libro Crisis Política en México. Agregaba, el contestatario, que si no obedece ni acata sumisamente es echado a un lado impidiéndole seguir su carrera. Él sabía lo que decía pues fungió como líder de la Cámara de Senadores, con su amigo Adolfo López Mateos, siendo defenestrado por Gustavo Díaz Ordaz, cuando éste asume la Presidencia. Lo que sucede es que Moreno Sánchez “picó chueco” al apoyar a Antonio Martínez Manatoú, cometiendo el pecado capital de llamar a la futura primera dama con un término despectivo. Se diría después que sencillamente se equivocó de manta. Junto a su grupo probó entonces el sabor del ostracismo político. En fin, dejemos la anécdota por la paz.
Los hechos de la semana pasada atizados por quienes pretendían evitar se votara una iniciativa, al ser rechazados con cierta brusquedad, la autoridad no rompió el orden constitucional, pues los diputados carecen de inmunidad cuando actúan fuera de las funciones estrictamente legislativas.