El portero Oswaldo Sánchez, capitán del Santos Laguna, es llevado en hombros con el nuevo trofeo de la Primera División por la cancha del estadio Corona, ante la mirada de miles de aficionados y las cámaras de medios nacionales e internacionales. (Foto de Ramón Sotomayor C.)
El júbilo invadió ayer a la Comarca Lagunera cuando el Santos Laguna ganó su tercer título de Primera División, enviando a miles de aficionados a las calles para una de las celebraciones más grandes que se han visto en la región.
Los pañuelos blancos volaron en el estadio Corona y las banderas albiverdes inundaron las calles cuando el Santos rompió una racha de siete años sin ganar un título, para coronarse frente al Cruz Azul.
Bajo un calor de más de 40 grados (47 al iniciar el juego), a Santos le bastó el empate 1-1 para sostener la ventaja del juego de ida, cuando venció al Cruz Azul 2-1, para un global de 3-2.
La historia empezó a escribirse en el minuto 16, cuando Daniel Ludueña venció la portería del Cruz Azul, con un disparo al ángulo izquierdo, fuera del alcance del portero Yosgart Gutiérrez.
Pero el Cruz Azul insistió en el segundo tiempo, y al minuto 83, Jaime Lozano venció a Oswaldo Sánchez, para empatar el partido, aunque todavía un gol debajo en el marcador global. En los últimos minutos, Santos buscó dejar al Cruz Azul sin esperanzas con varias llegadas de Cristian Benítez.
La Máquina mantuvo latente la posibilidad de que el juego se fuera a tiempo extra con jugadas peligrosas en los últimos diez minutos del partido, que tenían sin aliento a los aficionados laguneros y a la porra celeste entre las lágrimas y la euforia.
Finalmente, el Cruz Azul no pudo invocar el milagro. El árbitro Armando Archundia pitó el final, tras más de seis minutos de reposición en el segundo tiempo, enviando al equipo santista y su técnico, Daniel Guzmán, a fundirse en abrazos.
Al mismo tiempo, primero en pequeños grupos y luego en un alud de gente, después de las siete de la tarde las calles se inundaron de albiverde. La Alameda, la Plaza de Armas, el bulevar Independencia, el Paseo de la Rosita, la plaza principal y el bulevar Miguel Alemán de Gómez Palacio recibieron a miles de aficionados que cubrieron la ciudad con los colores verde y blanco, gritos y el ruido de claxon.
Los carros y camionetas iban empacados de gente que salía por las ventanas o brincaba en las cajas, gritando “¡Santos! ¡Santos! ¡Santos!” mientras eran rociados con espuma blanca, de la que ni los policías se salvaron. Los carros eran manoteados, pisoteados, mecidos de lado a lado, todo en ánimo festivo.
Hasta el cierre de la edición no se reportaron incidentes graves en los festejos.
En un año, el Santos pasó de tambalearse en la tabla del descenso a una racha de buenas noticias a unos meses de cumplir su 25 aniversario: el campeonato, la calificación para la copa de campeones de Concacaf y la selección de Torreón como sede del Mundial Sub-17 en 2011.
Al igual que en 1996, cuando se convirtió en el primer campeón de torneos cortos, ahora Santos fue el primer equipo en llevarse el nuevo trofeo de plata pura en base de obsidiana, que desde ahora es el máximo galardón del futbol mexicano.
