La ‘lucha’ de mujeres no termina
Lucero es una bolera, Esmeralda trabaja en una peluquería de barbera y Patricia es un agente de vialidad, las tres trabajan día a día en oficios que son más comunes para los hombres, soportan discriminación y malos tratos... y todo por sacar a delante.
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En su oficio de bolera, Lucero se ha quedado con el cepillo y la cera en las manos. Y es que a algunos clientes no les gusta que una mujer les lustre sus zapatos. Esmeralda trabaja en una peluquería y hay caballeros que no se dejan rasurar la barba y el bigote, mientras que a Patricia más de un conductor le grita “¡vete a lavar trastes!” cuando dirige la vialidad en algún crucero de la ciudad.
Limpiar zapatos, darle el toque final a un corte con una navaja y dirigir la vialidad, no son tareas sencillas para una mujer, pues además de soportar comentarios mordaces, se pone en duda su desempeño laboral, sin embargo, Lucero, Esmeralda y Patricia, vencieron su temor a las burlas de la gente por trabajar en oficios considerados sólo para hombres.
Hoy 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer y Lucero, Esmeralda y Patricia, como muchas, se levantarán temprano para ir a trabajar y horas más tarde regresarán a sus casas a ocuparse de sus hijos y del aseo del hogar.
A QUITARLE EL POLVO A LOS ZAPATOS
Esta Semana Santa, Lucero Camarillo González cumplirá diez años de trabajar como bolera en la Plaza de Armas. Todo comenzó porque su hermano José tenía muchos clientes esperando a que les lustrara los zapatos y ellos tenían que irse a una comida que su padre preparaba cada viernes de Pascua.
Lucero no la pensó dos veces y tomó el cepillo para ayudar a José a limpiar los zapatos y desde entonces comenzó su oficio de bolera en la Plaza de Armas. Al principio le daba miedo manchar los calcetines de los clientes con tinta o grasa, “cuando eso me pasaba había caballeros que sí se enojaban pero otros se hacían los disimulados y no decían nada”.
Han pasado diez años y Lucero ya domina su oficio. Ahora es difícil que el cepillo se le pase hasta los calcetines, sin embargo, dice que algunos hombres no creen que una mujer “sirva” para sacarle brillo a sus zapatos.
“No creen en nuestra capacidad. Hay personas que sí nos discriminan; me ha tocado que llegan y nos hablan con palabras groseras y altisonantes, pero así como nos tratan, los tratamos”, comenta Lucero mientras realiza su trabajo.
Aunque nunca ha llevado la cuenta de cuántos zapatos limpia en un día, comenta que a veces puede ganar 15 pesos o hasta mil 800 como sucedió en un diciembre en que llegaron muchos clientes a su puesto de bolera, en donde también lustra calzado su hermana Lourdes.
“Antes trabajaba en fábricas o tiendas pero ganaba como unos 350 pesos por semana y con la boleada saco más. También hay días muy malos pero en otros el trabajo es tanto que no tengo tiempo ni de almorzar, es muy estresante”.
Además de las burlas, Lucero asegura que también tiene que enfrentar a algunos hombres que tratan de “pasarse de listos”, pues se sienten con derecho a hacerles propuestas indecorosas sólo porque trabajan en oficios considerados de hombres.
“Ellos avientan la moneda para ver si uno la capea pero se equivocan”. A sus 34 años, Lucero tiene cuatro hijos: María Fernanda de 17 años, Natalia de 15, Eduardo de 13 y el más pequeño tiene 3 años.
“Desde hace 12 años estoy separada y ahora tengo pareja. Ya pronto seré abuela porque mi hija María Fernanda está embarazada. Me siento feliz y contenta porque dentro de todas las cosas buenas y malas que paso aquí, he podido sacar adelante yo sola a mis hijos”.
Por eso a Lucero no le importa trabajar aunque haga frío, calor, llueva o haya tolvaneras. “Todo tiene su satisfacción. No cuento con ninguna prestación como Seguro, vacaciones, ni siquiera puedo sacar una casa, lo flexible es que llego a la hora que quiero y me voy también a la hora que yo quiero”.
A pesar de la discriminación que día a día enfrenta, no se dará por vencida: “me siento contenta y satisfecha porque a diferencia de otras mujeres que se van a trabajar a lo fácil como bares y cantinas, me gano la vida dignamente, lo otro es no tenerle amor a la vida. Creo que siempre hay que salir a luchar para sacar a nuestros hijos adelante con la frente en alto”.
Lucero seguirá “tumbándole” el polvo a los zapatos de sus clientes hasta sacarles todo el brillo posible. “Hay veces que hacemos milagros con el calzado porque está bien viejo, pero bueno, siempre hay que tener una sonrisa para la vida y quererse a uno mismo para salir adelante y entender que vamos a tener obstáculos pero hay que tener fortaleza para saltarlos y superarlos”.
PELUQUERAS, UN OFICIO POCO COMÚN PARA MUJERES
Encontrar a una mujer que trabaje en una peluquería no es fácil. Al preguntarle a los dueños de estos negocios, algunos respondían “ellas están en las estéticas”, sin embargo, en la avenida Morelos, número 1624 altos, Esmeralda Flores Alcántara, además de cortar el cabello, rasura la barba y el bigote de los caballeros.
Desde hace siete meses que Esmeralda trabaja en la Peluquería “Rafa”. Hay caballeros, comenta, que llegan y ven que es una mujer quien les va a cortar el cabello, prefieren irse a otro negocio que sea atendido por hombres.
En la Peluquería “Rafa”, trabajan otras dos mujeres, Noemí y Karla, quien según Esmeralda no hay nadie como ella para darle un acabado perfecto a las barbas y bigotes de los caballeros, sólo que el día de la entrevista no se encontraba en el negocio.
“El trabajo de una peluquería es muy diferente al de una estética. El 98 por ciento de nuestros clientes son varones, pero nos han tocado clientes que no permiten que les toquemos el cabello porque quieren que los atienda don ‘Rafa’, el peluquero”.
Sobre su oficio, Esmeralda explica que en una peluquería se utilizan tijeras para cortar el cabello, pero el acabado final se da con una navaja y no con una máquina como sucede en las estéticas. “Al principio me daba miedo, pero a medida que fue pasando el tiempo me acostumbré a usar la navaja hasta en la barba y el bigote”.
A sus 32 años, Esmeralda toma su trabajo como un posgrado porque desea reunir dinero para poner una estética con servicio de peluquería: “además ayudo a mi esposo con los gastos de la casa para sacar adelante a nuestros hijos”.
Se siente afortunada de trabajar en la peluquería “Rafa” porque esto le ha permitido adquirir experiencia: “en una ocasión, un cliente de plano me dijo que no quería que una mujer le tocara su cabello, y se dio la media vuelta y se fue. Otros temen que los cortemos con la navaja pero no, ellos nos impulsan a que nuestro trabajo sea de calidad”.
Por eso, Esmeralda considera su trabajo como un reto: “nada qué ver con lo que hacía antes en las estéticas porque he aprendido muchas cosas como rasurar. Claro que tomo con mucho cuidado la navaja porque si ya de por sí es difícil darle el acabado a un corte, pues es más complicado usarla en la cara”.
Lo más que le ha provocado a unos clientes, confiesa, son unos rasguños, pero asegura que nada de consecuencias graves y sucedió cuando empezó a trabajar en la peluquería. “Todos tenemos la posibilidad de trabajar, no importa si se trata de un hombre o una mujer; para nosotras es un orgullo dedicarnos a un oficio considerado de caballeros”.
UN TRABAJO RIESGOSO
A diario, Patricia no sólo enfrenta el peligro que representa controlar el tráfico de la ciudad, también gritos discriminatorios de conductores molestos porque los sanciona como “¡Vete a tu casa a lavar trastes!”.
A sus 27 años es madre de dos niñas: Sirley que tiene 6 años y ya cursa el primer grado de primaria y Kenya, quien a sus 4 años está por entrar al preescolar.
“Estoy por cumplir 6 años de trabajar como agente de vialidad, antes nos conocían como las guías naranja. Nuestra labor no es fácil porque los hombres no aceptan que una mujer les dé una orden. Marcarles el alto ya es para ellos como si uno se les pusiera al tú por tú, como si los estuviéramos retando”.
Pero Patricia dice que los conductores no sólo son groseros sino también agresivos: “nos han llegado a echar el carro encima. A varias compañeras las han atropellado y todo porque no aceptan que una mujer les marque el alto para multarlos”.
Incluso, cuando el reportero gráfico de El Siglo de Torreón le tomaba fotos a Patricia mientras dirigía la vialidad en la avenida Juárez y periférico Raúl López Sánchez, en compañía de la agente Claudia Ríos, un conductor que circulaba a exceso de velocidad no sólo no respetó la señal de alto que la agente vial le marcó sino que le pasó el automóvil a unos cuantos centímetros de donde se encontraba para intimidarla.
“Por fortuna, nuestros jefes nos apoyan mucho. Es un trabajo riesgoso hasta para nuestros compañeros. Los conductores no comprenden que pasamos casi ocho horas de pie en un crucero, incluso nos tenemos que turnar para poder ir al baño”.
Dice que la tarde del lunes, cuando se registró la tolvanera en la Región Lagunera, se encontraba dirigiendo la vialidad y no podía resguardarse del viento y de la tierra porque debía prevenir accidentes debido a la poca visibilidad.
“Cuando hace tierra, la gente no tiene precaución. Con ese clima es cuando más deben guardar su distancia y no lo hacen. La verdad sí temía que pasara algo porque es mi punto y es mi responsabilidad y tenía que estar a la expectativa”.
Patricia comenta que las agentes de vialidad tienen diferentes funciones, pues a veces nada más están como observadoras en un crucero y la gente cree que pierden el tiempo en una esquina y comienzan a insultarlas.
Pero a pesar de las adversidades de su trabajo, considera que las mujeres se abren paso en la sociedad: “en este trabajo no es común escuchar comentarios mal intencionados de los compañeros, pero en otros cuando las mujeres ascienden de puesto, empiezan a decir que tal vez es porque andan con el jefe y no me parece justo”.
Su papel como madre también es importante para Patricia. Cuando trabaja por la mañana debe levantarse a las 05:30 horas para preparar el almuerzo de su hija, luego la levanta para cambiarla y la vuelve a dormir para que su hermano pase por ella más tarde y la lleve a la escuela.
“Somos muchas las mujeres que tenemos que trabajar y que somos madres solteras o simplemente las casadas también tienen que trabajar para poner parte de su sueldo y ayudar a su familia. A nosotras lo que más nos preocupa es buscar una mejor calidad de vida para nuestros hijos y con la ayuda de Dios lo vamos a lograr”.
Antecedentes del Día Internacional de la Mujer
La propuesta del 8 de marzo como fecha oficial la hizo en 1910 la alemana Clara Zetkin, integrante del Sindicato Internacional de Obreras de la Confección, durante el Congreso Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, Dinamarca.
*La historia más extendida sobre la conmemoración del 8 de marzo hace referencia a los hechos que sucedieron en esa fecha del año 1908, donde murieron calcinadas 146 mujeres trabajadoras de la fábrica textil Cotton de Nueva York en un incendio provocado por las bombas incendiarias que les lanzaron ante la negativa de abandonar el encierro en el que protestaban por los bajos salarios y las infames condiciones de trabajo que padecían.
*La Organización de las Naciones Unidas (ONU), como un importante foro y espacio multinacional, favoreció la adhesión de muchos otros países a la celebración de este día.
*Durante la Asamblea General de 1977 de la ONU se invitó a todos los países miembros a reconocer y conmemorar las múltiples contribuciones de las mujeres a sus sociedades y a promover la toma de conciencia de la situación femenina y sus luchas por vivir en un mundo con menos violencia, menos discriminación y mayor igualdad en la distribución de las oportunidades.
FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón