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La memoria

A la ciudadanía

Madalena Briones Navarro

Es selectiva y borrable, o imborrable, pero alterada

Hace años, en una visita que hice al Museo de Arte Moderno en México, me encontré en una gran sala donde al parecer se repetía sin cesar el mismo cuadro de grandes proporciones. Resultado: un señor norteamericano deseoso de hacer la historia de su pueblo, habló con cuantas personas viejas pudo encontrar. Les pidió hicieran memoria de los tiempos primeros de la localidad y señalaran cuanto detalle les viniera a la mente. Luego, escogió algo importante que todos recordaban, “la estación del ferrocarril”. Ninguna descripción fue igual, cada quien había acentuado los detalles sobresalientes que su memoria escogió. Cada cuadro expuesto resultaba, a pesar del motivo común bastante diferente.

Es posible que todo se memorice así, pero entonces ¿quién definió certeramente el significado del objeto contemplado?

Si los recuerdos están tan cargados de subjetividad, dicen más de quien contempla que de lo contemplado. Las cosas y los sucesos impactan bien o mal, según la experiencia o presaber que de ellos se tiene, lo que no garantiza, si acaso, mas que efectos parecidos, porque todo cambia en el tiempo y el espacio del objeto y del sujeto.

Así, de algo se habla como bueno, bonito, o feo, malo y hasta desastroso. Pero lo más notable, es que experiencias o hechos verdaderamente notables y de gran alcance vital, sobre todo los dañinos, tienden además de distorsionarse, a escabullirse y hasta olvidarse. Ejemplo claro los sucesos y experiencias comunitarias. Las guerras mundiales habidas, con millones de muertos y recientes, quedan en el trasfondo lejano o anecdótico de la memoria, aunque conocidas por su crueldad y destrucción extremas. Si un tipo de recuerdo como éste permaneciera vivo en toda su magnitud, creo que habría tal renuencia y resistencia universal a ellas que sería imposible su reproducción. La experiencia, directa o no, pero repetida, ha presentado y presenta casos individuales y masivos de protesta, aún bajo amenazas de castigos o sufriendo éstos.

Luego, imagino que las personas no sólo tratan de olvidar lo horrible sino que lo temen a tal punto que instintivamente lo mandan a un archivo casi enterrado entre niebla.

¿Cómo puede el ser humano olvidar que millones de personas viven escasamente y mueren de hambre o pésima nutrición? Tal alejamiento de la realidad impide buscar soluciones al problema o no aceptar propuestas ajenas coadyuvantes a ellas.

De la misma manera, el impacto de las palabras, tuercen la realidad de los recuerdos. El término “democracia”, tan socorrido mundialmente, pervierte realidades. Los campeones mundiales en la lucha porque se imponga (como sistema), no sólo no son democráticos sino que a su estilo quieren que otros lo adopten o sean, en apoyo a un predominio personal o de élites convenencieras y explotadoras a todos niveles: pero ¿qué queda en la memoria pública, lo que la palabra quiere significar o la aceptación del cinismo acomodaticio con que se emplea? ¿Se luchará o no por ella?

La Revolución Mexicana (en el sentido de cambio de Gobierno) desde que se institucionalizó, dejó de serlo para siempre jamás, pero se festeja en monumentos, en discursos, en invitación para la salvación patria, Patria entumecida donde los más nefastos recuerdos, aunque continuamente reforzados se mitigan a fuerza de esperanza y milagrería proyectada en la acción ajena, humana o divina, impidiendo el análisis de los hechos y las acciones salvadoras derivadas. Llega a ser tal el poco impacto de los recuerdos y la experiencia, que se concluye que lo anormal es lo normal, que siempre ha sido y será así. ¡No hay nada qué hacer, por eso yo no pierdo mi tiempo en solucionar lo imposible!

Presente tenemos, por memoria acumulada, el que estamos perdiendo bosques, aguas, fauna, flora, bienes vitales, ahora el petróleo, que cada uno poluciona el planeta a todo lo que da, pero ¿qué podemos hacer?, del caos surgirá un nuevo equilibrio… ¡ojalá no sea aquel que exija el colapso de la especie!

Pero no crea usted que la única memoria es la que el hombre guarda nítida o borrosamente. Está la memora genética, luego, de la Vida. Qué pena que el “sapiens-sapiens”, tan ufano de sus logros culmine en el suicidio por causa de su estéril prepotencia y su afán de dominio.

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