NUEVA YORK.- En el mundo del espectáculo dicen que toda publicidad es buena, aunque sea mala, y si no ahí están los ejemplos de Madonna, Britney Spears, Amy Winehouse y sus millonarias ventas de discos. Y aunque lo anterior pocas veces se traduce al terreno de la política, la actual contienda demócrata por la candidatura presidencial, que está rompiendo todas las reglas electorales, podría demostrar que es también el caso.
Varios analistas han argumentado que la interminable pelea entre los senadores Hillary Clinton y Barack Obama por la nominación de su partido está debilitando al Partido Demócrata, desuniéndolo, encaminándolo a un peligroso callejón sin salida en la elección presidencial de noviembre. El argumento es lógico. Después de todo, el senador John McCain tuvo un proceso de selección interna relativamente fácil, del que salió incólume y rápidamente, dejándolo listo para dirigir su campaña presidencial al electorado nacional y no sólo a los votantes republicanos. Aunque yo también he argumentado lo anterior, hay un escenario alterno, en el que la prolongada pelea demócrata no esté necesariamente favoreciendo a los republicanos, sino todo lo contrario.
En primer lugar, los demócratas siguen recaudando fondos como nunca antes en una contienda presidencial. Hasta el momento entre los dos rivales demócratas suman casi 400 millones de dólares, al tiempo que el candidato republicano apenas tiene 67 millones, según un conteo del New York Times.
De acuerdo con las reglas electorales estadounidenses, los votantes que dan dinero a candidatos presidenciales pueden hacerlo de dos formas. O donan dinero para que su favorito o favorita lo use en el proceso de elección primaria o lo hacen específicamente confiados en que su candidato ganará y dictan que su dinero sea usado para la elección general de noviembre. Hasta el momento, Obama tiene 31.5 millones de dólares para continuar con el proceso interno, pero “sólo” 7.2 millones para la elección de noviembre, al tiempo que a Clinton le quedan “apenas” 11.6 millones para el proceso de primarias, pero tiene 21.4 millones para la elección de noviembre. Por su lado, a McCain le sobraron 5 millones de las primarias, pero cuenta con “escasos” 2.8 millones para la elección de noviembre.
Esos números indican que, pese a ataques, golpes bajos y demás, los electores demócratas están entusiasmados con sus opciones y muy posiblemente seguirán vaciando sus bolsillos a favor de quien sobreviva la elección interna demócrata.
En segundo lugar, en la elección primaria demócrata se ha mirado con lupa a ambos candidatos, tal vez más a Clinton, pero en general se han sacado tal vez casi todos los “esqueletos en el armario” de los precandidatos. Del lado de Obama se ha especulado si es musulmán, se ha criticado su falta de patriotismo por renunciar a usar un pin con la bandera de su país en el saco, se le ha tachado de elitista, se ha revisado cada detalle de su vida en Indonesia, se ha escrito sobre su relación con la cocaína y se ha cuestionado si está listo para ser Comandante en Jefe. En cuanto a Clinton, por lo menos desde sus años como primera dama se ha hablado una y otra vez de sus puntos negativos, al grado que es ella tal vez el personaje político del que más se ha hablado en la última década.
Sin embargo, para noviembre todos esos argumentos serán old news. Los electores de noviembre posiblemente castigarían a un McCain que se empecine en tratar de revivir esas pugnas.
Finalmente, es prácticamente imposible no darse cuenta cómo la desgastante contienda ha endurecido a los precandidatos. Tanto Obama como Clinton se han convertido en maestros del control de daños, en candidatos formidables. Un McCain fresco, sin rasguños, casi sin entrenamiento reciente se enfrentará al o a la sobreviviente de un verdadero campo minado. Por todo lo anterior, los republicanos no pueden dar por hecho el tener la mesa puesta…
Politólogo e Internacionalista
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