Cuando el régimen Talibán de Afganistán se rehusó a entregar a Osama bin Laden al Gobierno norteamericano, sabía a lo que se atenía: a que una fuerza internacional, encabezada por los vengativos americanos, derrocara su régimen… entre los aplausos de la comunidad internacional, la cuál respiró aliviada porque desaparecía esa anomalía.
Y es que el Gobierno Talibán se ganó el repudio mundial por sus políticas relacionadas con el trato a la población. No se trataba sólo de la segregación de las mujeres; ni únicamente de los castigos bárbaros como la lapidación o la amputación de miembros; ni sólo de la abierta destrucción de testimonios culturales no musulmanes; sino de que, en conjunto, los Talibán se rehusaron a jugar según las reglas más o menos comúnmente aceptadas por los países que se dan en llamar civilizados.
Tanto así que, cuando Estados Unidos encabezó la operación que pondría fin a ese régimen, sólo tres países en el mundo le habían otorgado su reconocimiento. Tres de más de doscientos. La cifra habla horrores de lo que el planeta opinaba de los ascetas homicidas.
Por supuesto, especialmente en Occidente, las críticas enfatizaban la represión hacia las mujeres. Éstas no podían estudiar, trabajar ni salir a la calle si no era con un pariente masculino. Al hacerlo, no podían mostrar un centímetro cuadrado de piel, so pena de ser consideradas coscolinas. Incluso el taconear los zapatos era una manifestación de lujuria y lascivia femeninas, que podía ser castigada con la muerte a pedradas en plaza pública. Sí, los Talibán son tipos muy, muy enfermos.
El problema es que su derrocamiento no trajo consigo su extinción. Especialmente en ciertas zonas de Afganistán, continúan resistiendo a las tropas del nuevo Gobierno, y a las extranjeras de la OTAN. No sólo eso: intentan forzar sus viejas reglas en la población.
Una horrible muestra de ello ocurrió hace unos días, cuando un grupo de hombres atacó a varias muchachas, arrojándoles ácido con pistolas de agua. ¿Cuál había sido su falta? Pues que iban a la escuela. Para los Talibán, que las mujeres acudan a instruirse es un crimen terrible. Y para que además dejen de mostrar sus rostros, hay que proceder a deformarlos.
Diez responsables del ataque fueron detenidos recientemente. Lo que llama la atención es que, según ellos, para realizarlos habían recibido una sustancial suma de dinero por parte de la dirigencia Talibán. ¿Ahora tienen que pagar por lo que antes hacían gratis sus fanáticos? ¿Ya no hay voluntarios deseosos de mutilar inocentes en nombre de Dios? Quizá las cosas están cambiando más de lo que percibimos. Pero eso sí: los Talibán y su misoginia ahí siguen; ahí siguen.