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La muerte, un buen negocio

Empresas funerarias también hacen adecuaciones a sus servicios y fachadas según las épocas

En México celebrar el día de muertos es una tradición.

En México celebrar el día de muertos es una tradición.

Notimex

De la muerte nadie se salva, es lo único seguro para todos: empresarios, artistas y políticos. Por eso, no hay negocio más seguro que las empresas que rodean a “la flaca”.

Eso lo supo bien Julieta García López, fundadora de funerarias J. García López.

A 20 años de haberlo emprendido su negocio ocupa ya el primer lugar en el mercado con cinco mil servicios al año, de un negocio potencial de 60 mil defunciones al año sólo en el Distrito Federal.

Pensando en la cantidad de información que genera la muerte de las figuras públicas en el país, las nuevas agencias funerarias J.

García López tendrán además de los tradicionales servicios mortuorios un centro de negocios para los vivos, sala de prensa para atención a reporteros y una Capilla Imperial con capacidad para 250 invitados.

“De que es negocio, definitivamente es negocio”, comenta Oscar Padilla Gómez, uno de los fundadores de las agencias funerarias García López, quien admite que no obstante haber arrebatado el liderazgo del mercado a la tradicional marca Gayosso, la empresa aún tiene mucho por hacer.

“La consolidación de J. García López va en función de terminar esos tiempos ociosos, es decir, tener la capacidad para atender un potencial de 60 mil defunciones que se registran al año en el Distrito Federal. Si no lo hacemos tendremos un déficit; tenemos que hacer todo lo necesario para ganar el mercado porque el mercado está dado”.

Por eso, J. García López tiene planes de expandirse a toda la República Mexicana, aunque tal vez no lo haga a través de sucursales propias, sino bajo el esquema de franquicias.

La idea se gestó a principios de los 80, nació bajo el nombre de Previsión Social, un horno crematorio, ubicado en Huixquilucan, Estado de México, luego de que “alguien” ofreció a la señora Julieta la concesión del negocio; ella, con su visión empresarial vislumbró una muy buena oportunidad porque no había cremaciones en el país.

Como la primera empresa de cremación en México fomentó la cultura de incinerar los cuerpos. “Al mismo tiempo que promueve esta cultura se convierte en la empresa que lleva a cabo la cremación de todas las agencias funerarias que no tenían horno crematorio en ese momento, tanto de los sectores público como privados”, narró Oscar Padilla.

De esta manera, la empresa de la señora Julieta cremaba cuerpos tanto de la ya entonces conocida Gayosso, así como del ISSSTE y el Seguro Social. Incluso los cuerpos llegaban desde el interior de la República Mexicana.

El éxito fue tal que Previsión Social llegó a tener cinco hornos crematorios; ante la demanda fue indispensable el crecimiento de los servicios de la empresa.

“Teníamos tanta aceptación por parte de la gente que decidimos adicionar servicios para complementar la cremación como el servicio de la velación y traslados, los ataúdes, las urnas, etcétera, y cuando nuestros clientes lo pedían, en ese entonces contratábamos con algunas otras agencias funerarias” Recuerda que con el paso del tiempo y debido a la aceptación del servicio surgió la primera agencia funeraria J. García López que se instaló en una casa porfiriana en las calles de General Prim, esquina con Versalles, en lo que fuera el Hotel Versalles y que se derrumbó en el terremoto de 1985.

Pese al llanto y la tristeza que rodean a esta empresa de “la muerte”, Oscar Padilla asegura que “es un negocio con un alto grado de satisfacción personal”. El primer logro: ofrecer servicios funerarios de calidad, a precios justos, “no es posible que cueste tanto morirse”.

Los costos son de 15 mil pesos, en promedio, incluida la cremación de los cuerpos y velación, que ya no se realiza en un ambiente fúnebre porque J. García López hizo todo lo posible por hacer de esos momentos “lo menos tristes que se pueda”.

“J. García López rompió con todos los paradigmas, rompió con aquella cultura funeraria que había en donde todas las funerarias eran lúgubres, eran oscuras, demasiado cerradas. Lo que nosotros queremos conseguir es un trato digno a precios justos y tener un ambiente confortable para las familias, como si aquí fuera un poco la extensión de la sala de su casa”.

Oscar Padilla justifica así la utilización de colores cremosos, muy agradables, las maderas, los domos con gran iluminación y el color externo de las fachadas.

Hoy en México un sinnúmero de funerarias y ex trabajadores de grandes empresas ofrecen servicios funerarios, pero todos ellos tienden a desaparecer, pues el negocio “de la muerte no es fácil”, ya que su costo de operación representa prácticamente 85 por ciento de los ingresos de la empresa.

El empresario del negocio funerario se enfrenta en este país a la legislación, administración pública, permisos y licencias cuyo trámite es complicado de atender, en función de los planes parciales de desarrollo. Sigue “La muerte, de que es buen negocio... tres y última... desarrollo “Es un negocio que sí requiere del conocimiento del mercado, conocemos casos de gente que ha invertido mucho y no tiene la oportunidad de amortizar las inversiones. Son negocios a largo plazo y requieren inversión, además de que son complicados porque operan las 24 horas del día de todos los días de su vida. Una vez que se sube el switch no se vuelve a bajar”, explica.

Con todo y su aspecto fúnebre, Oscar Padilla asegura que trabajar con muertos no es tan malo. Es más -dice-, ni siquiera se trata de un negocio fúnebre ni de miedo. Es sólo una empresa más en donde hay que tener una amplia sensibilidad. (NTX)

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