Dice el dicho que “En este mundo traidor/ nada es verdad o mentira/ todo depende del color/ del cristal con que se mira”. Algo así se puede decir de la consulta que, con respecto a la reforma petrolera, se realizara en diez entidades del Sur de la república el domingo pasado.
Los organizadores, fundamentalmente el Gobierno del Distrito Federal, consideraron un éxito el ejercicio, dado que unos 830,000 chilangos acudieron a los centros de consulta a expresar su opinión. Que, como era de esperarse, fue rotundamente opuesta a la reforma calderonista.
Por otra parte, el panismo concluyó que la consulta había resultado un estruendoso fracaso, en vista de que sus organizadores habían esperado la participación de más de dos millones de opinantes. Si el PRD, con los recursos del DF, su capacidad de movilización y el ruido que ha armado, no logró sacar ni a un millón de sus simpatizantes a un acto que consideraba fundamental, entonces algo está muy, muy mal.
Visto objetivamente el asunto, resulta notorio que la erosión del apoyo popular al PRD quedó de manifiesto el domingo. Que tan relativamente pocos simpatizantes del perredismo se hayan movilizado nos habla del agotamiento y decepción de los mismos, ante las acciones de un partido fraccionado, sometido a los delirios de un líder mesiánico, y que reacciona al botepronto con acciones radicales que le enajenan a mucho de la población.
Pero el PRD no sabe cómo sacarse de encima la presencia del Presidente Patito, que sigue imponiendo una agenda que ha hecho disminuir las preferencias electorales de su partido a la mitad. Y mientras Lopejobradó siga marcando el curso, no se ve cómo pueda el perredismo evitar caer a menos del 20% de la votación el año próximo.
Lo peor del caso es que la mentada consulta, pese a haber sido un fracaso, va a ser utilizada como herramienta para seguir agitando las aguas y alegar que un alto porcentaje de los mexicanos está en contra de la reforma de Pemex. De manera tal que los radicales podrán pretextar que están respondiendo a la voluntad popular.
Y ya sabemos a dónde van esos radicales: a las movilizaciones, los plantones, la toma de tribunas… las mismas actitudes que le han costado al PRD el apoyo de la mitad de aquéllos que votaron por su candidato presidencial hace apenas dos años.
¡Qué manera de desperdiciar capital político! Si el ala moderada del perredismo no hace algo, y pronto, la izquierda mexicana podría hundirse en la obsolescencia. Después de tantas luchas y esfuerzos, se habría suicidado por su propia tozudez, ceguera ideológica e incapacidad de modernizarse.