Cada vez que se presenta una crisis bancaria aparecen diversos cuestionamientos, pero uno de los más recurrentes es la razón por la que las instituciones financieras tienen el “privilegio” de obtener recursos públicos cuando caen en insolvencia, mientras que no ocurre lo mismo con la quiebra o desaparición de otro tipo de negocios.
Esa pregunta surge cada vez que se presenta una crisis financiera. Sucedió en México en la crisis de los noventa y ahora se plantea ante la crisis en Estados Unidos (EU).
La respuesta tiene que ver con la naturaleza misma del negocio financiero. Por un lado, el peligro de contagio que lo caracteriza y, por el otro, que sus integrantes conforman el sistema de pagos un país, vital para la operación ordenada de la economía.
Por consiguiente, para entender porqué todos los gobiernos en todos los países que han enfrentado una crisis bancaria han intervenido para “rescatar” a sus instituciones financieras, como ahora ocurre en EU, es necesario entender lo que hace “diferentes” a los bancos en relación con otras empresas.
Los bancos son un negocio que, por su propia naturaleza, tienen un alto nivel de apalancamiento. Hace veinte años, por ejemplo, los bancos en todo el mundo tenían un nivel de capitalización alrededor del 5%. Esto significa que de cada 100 dólares, pesos, o moneda local que prestaban, 95 provenían de los depósitos de los ahorradores y 5 del capital.
Esa relación se modificó la década pasada a un mínimo de 8% de capitalización y en la actualidad se busca que ese monto se ubique alrededor del 10%.
En cualquier caso, antes y ahora, el negocio bancario consiste esencialmente en administrar recursos ajenos, realizando una tarea de intermediación entre depositantes y prestatarios.
Todos los países tienen varios bancos. En Estados Unidos hay miles de ellos. Los bancos, en su conjunto, conforman lo que se denomina el sistema de pagos.
Esto es, todos los individuos y empresas hacemos depósitos, giramos cheques, obtenemos crédito, y realizamos pagos, utilizando el sistema bancario. Esto representa un avance monumental respecto al trueque y al dinero guardado en el colchón. Pero, ¿Qué pasa cuando algo sale mal?
Todos los negocios pueden enfrentar problemas y el negocio bancario no es una excepción. Los problemas de un banco aparecen cuando los deudores no cumplen con sus compromisos, o los dueños malversan los fondos de la institución.
Esto puede deberse a malas decisiones de inversión, a operaciones fraudulentas, o simplemente a acontecimientos externos que trastornan significativamente el desempeño económico del país, e impiden que los deudores paguen sus créditos.
El caso actual de EU tiene que ver con la compra de instrumentos de deuda vinculados al mercado hipotecario que las instituciones adquirieron con créditos a corto plazo, y que al descubrirse la mala calidad de los primeros, originó grandes pérdidas y hasta hizo caer en la insolvencia a varias de ellas.
Un banco en problemas tiene que responder por el dinero de los depositantes con el capital de los accionistas; pero como este es una fracción de los depósitos en la institución, es muy probable que aquellos también pierdan su dinero.
Es aquí donde se aprecia la diferencia de los bancos con otro tipo de negocios. Cuando quiebra una tienda comercial o una empresa manufacturera, el daño no va más allá de sus accionistas y trabajadores. No hay peligro de contagio, puesto que sus clientes y proveedores cambiarían sus operaciones a otros negocios.
En el caso de la quiebra de un banco las cosas son distintas. Si un banco tiene un problema de liquidez y no puede cumplir con sus depositantes, es muy probable que estos se asusten y decidan retirar su dinero en forma repentina. Esto puede hacer que este banco caiga pronto en la insolvencia.
La razón es simple. En todos los bancos, la mayor parte de los depósitos son a la vista o a muy corto plazo, mientras que los préstamos se otorgan a plazos más largos. Por lo tanto, cuando los ahorradores deciden retirar su dinero, el banco no cuenta con la liquidez suficiente para cumplirles a todos.
Cuando un banco no es capaz de cumplirle a sus depositantes, se desata lo que se conoce como una corrida bancaria. Primero quiebra un banco y, luego, la gente empieza a temer que lo mismo pueda sucederle a otras instituciones. Estos temores llevan a un retiro masivo de depósitos en los demás bancos.
De esta forma, aún las instituciones bien administradas y solventes, pueden quebrar cuando el pánico se apodera de los depositantes y se desata una corrida bancaria. Esto se conoce como una crisis sistémica que compromete al sistema de pagos y puede ocasionar descalabros mayúsculos a una economía.
Las autoridades estadounidenses consideraron que la reacción de los mercados financieros y el desplome de las bolsas de valores ante la intervención gubernamental de los dos gigantes hipotecarios, Fannie Mae y Freddie Mac, la quiebra de Lehman Brothers y la nacionalización de la aseguradora AIG, aún cuando en sentido estricto no son bancos, podría convertirse en una severa crisis sistémica por las estrechas interrelaciones que guardan todas las instituciones financieras.
Fue precisamente el miedo a una crisis de ese tipo que orilló al rescate anunciado de 700 mil millones de dólares, porque el no actuar se traduciría en una contracción considerable del crédito, con repercusiones negativas severas sobre su economía.
Este rescate será, sin duda, el más grande de la historia en términos absolutos, pero también será menor en relación al PIB a los ocurridos en diferentes países durante los últimos 30 años.
La experiencia nos enseña que no hay, todavía, un gobierno que se haya atrevido a no intervenir y dejar que se colapse su sistema de pagos. EU no va a ser, en esta ocasión, la excepción.