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La seguridad de Obama

El comentario de hoy

Francisco Amparán

A medida que se va concretando la posibilidad de que Barack Obama gane la nominación presidencial del Partido Demócrata, también han ido aumentando los temores de que alguien intente cortar su carrera de manera violenta. Después de todo, el racismo latente en muchos lugares de los Estados Unidos puede manifestarse de muy distintas formas. Y el atacar a precandidatos, candidatos y funcionarios no es un fenómeno muy raro que digamos en la vida política norteamericana reciente.

En unas semanas más se cumplirá el cuarenta aniversario de dos asesinatos que conmocionaron a toda una generación: en abril, el de Martin Luther King, quien fue victimado como una aparente represalia por haber liberado a su gente de muchos de los lastres que venía arrastrando desde un siglo atrás. Y en junio, el de Robert Kennedy, quien cayó baleado mientras hacia campaña para ser candidato presidencial, justo después de ganar las elecciones primarias de California.

Un líder negro carismático y el que era puntero en la búsqueda de la nominación demócrata perdieron la vida este año harán cuarenta. Los paralelismos no se le escapan a varios miembros del entorno de Obama, quienes han pedido se refuerce su seguridad. Si algo sobra en Estados Unidos, como resulta cada vez más evidente observando lo que ocurre en escuelas, centros comerciales y hasta en los areneros de los jardines de niño, son los loquitos con armas de fuego.

Por aquello de no te entumas, Obama goza desde hace buen rato de la protección del Servicio Secreto. Si bien esta organización no es tan eficiente como se ve en las películas, al menos puede presumir de que hombres sumamente odiados en todo el mundo han entrado y salido por su propio pie de la Casa Blanca; y eso, desde hace 45 años.

Y claro, el que se mete en estas lides sabe a lo que se arriesga. En público y en privado, según chismosos, Obama toma las cosas con calma: ahora sí que ni para qué sudar y acongojarse.

Lo más interesante es que Obama no tiene por qué tener enemigos mortales, dado lo corto y poco notable de su carrera política. Pero su raza y talante liberal pueden colocarlo como blanco de todo tipo de fanáticos supremacistas, psicópatas de extrema derecha y vaya uno a saber qué tantos otros tipos de enfermos mentales.

Lo que sí es que los asesinatos de King y de Kennedy dejaron marcada a toda una generación, que se sintió defraudada y traicionada. Ahora que Obama ha hecho renacer muchos sueños e ideales, lo peor que podría pasar sería que éstos fueran frustrados… una vez más.

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