Una queja eterna de funcionarios y gobernantes africanos es que el resto del mundo muestra gran indiferencia hacia los enormes problemas del Continente Negro. Que por racismo, ignorancia o abulia, la comunidad internacional no le pone la atención debida a lo que ocurre en esa región… y eso lleva a graves desastres. Los ejemplos que validan esta visión abundan: la parálisis para detener los conflictos en Sierra Leona y Liberia la década pasada. La crítica situación en Darfur, Sudán, durante los últimos cuatro años, que apenas ahora está siendo atendida (y eso, de manera insuficiente); y la masacre de cientos de miles de personas a machetazos en Rwanda, en la primavera de 1994. Un reclamo típico: mientras esos horrores se llevaban a cabo en ese pequeño país centroafricano (sin que nadie moviera un dedo), la OTAN bombardeaba Yugoslavia para contener las matanzas en los Balcanes. ¿Conclusión? Los blancos sólo intervienen para impedir el genocidio de blancos.
Para reforzar esa noción de indiferencia y abandono, el reciente informe de un Organismo No Gubernamental que observa la situación en África nos presenta números devastadores… y francamente alarmantes: desde la Segunda Guerra Mundial el conflicto que ha cobrado más vidas no fue la Guerra de Vietnam, ni la de Corea, ni las del Golfo. Ha sido la guerra en el Congo. En esa antigua colonia belga, que alguna vez se llamó Zaïre, han muerto cinco millones de personas en los últimos diez años. Ningún conflicto de las últimas seis décadas se acerca a una cifra tan impresionante.
Y claro, lo peor es que poca gente en el mundo sabe siquiera que ha habido (y de hecho, sigue habiendo) una guerra en el Congo.
Desde el derrocamiento del eterno dictador congoleño Mobutu Sese Seko, ese enorme y saqueado país ha vivido prácticamente en la anarquía. Extensas regiones no saben lo que es un sistema elemental de salud o educativo. El Congo es el país que menos gasta en salubridad, 14 dólares por habitante. Y claro, falta ver a quién le llegan esos catorce dólares. La infraestructura está en ruinas, y amplias zonas son controladas por bandas de forajidos y, ocasionalmente, ejércitos extranjeros, que entran como Pedro por su casa por quítame acá estas pajas.
Como siempre, quien más sufre es la población civil, que constituye la mayoría de esos cinco millones de muertos. Muchos fueron víctimas de enfermedades tratables como el cólera y la disentería. Otros, por la acción de grupos armados que, entre muchas y diversas brutalidades, recurren al canibalismo para aterrorizar a una población que no sabe para dónde hacerse.
Echen cuentas: 1,500 personas muertas cada día. El mundo debería horrorizarse. Pero no lo hace, ya que ni siquiera se da por enterado del calvario que vive el Congo… desde hace una década.