Me referiré en esta colaboración, a que en el lugar denominado Diamante Negro, ubicado en Tejalpa del municipio de Jiutepec, en el estado de Morelos, una estación de radio organizó un evento en el que no se tomaron las medidas necesarias en materia de seguridad, dándose un sobrecupo, provocando la muerte de dos jóvenes que murieron aplastadas por una turba enardecida. La Policía se lavó las manos, las autoridades que proporcionaron el permiso a los organizadores les iniciaron una investigación que, como el tejido de Penélope, nunca termina. -En el caso de la mujer de Ulises, madre de Telémaco, se negó a conceder su mano a alguno de sus numerosos pretendientes mientras no acabara un lienzo que estaba bordando, el que deshacía durante las noches para reanudarlo al día siguiente-. En el asunto de Morelos se está dejando pasar el tiempo en averiguaciones a las que no se les ve el fin, pareciendo una excusa para que transcurra el tiempo y se olvide el asunto. Se dio de baja a algunos policías. El procurador, el jefe de la Policía, el que mandó a los policías a impedir salieran los jóvenes del lugar, hasta donde sé, no han salido de la nómina; ni tan siquiera el presidente salió entonces en la pantalla chica dando, como ahora lo hizo, las condolencias a los familiares.
En la tragedia del New’s Divine, mueren 12 personas por asfixia y sofocación de lo que se responsabiliza a los policías que participaron en el operativo que presentó numerosos errores de planeación y operación. De acuerdo con el Artículo 333 de la Ley de Hilados y Tejidos (no existe) el hilo se revienta por lo más delgado, por lo que buscando un chivo expiatorio se encontró a los policías capitalinos como quienes por varios minutos obstruyeron la única salida del inmueble. Toda la responsabilidad se deja caer en los hombros de estos valerosos servidores públicos, que nada pueden hacer más que obedecer órdenes. Mal pagados, pésimamente preparados, los policías están prestos a acatar lo que manden sus superiores. ¡Guay! de aquel que se atreva a cuestionar las órdenes de sus superiores o se niegue a cumplirlas. Llama poderosamente la atención que en esta ocasión han sido despedidos el jefe del operativo Guillermo Zayas, siete mandos de diferentes sectores y se pide que dimita el secretario de Seguridad Pública.
Si uno quiere pensar mal ¿será por que en el DF las autoridades son perredistas, en tanto en Morelos su extracción es panista? Vaya usted a saber.
A ellos les dijeron no dejen salir a nadie y eso hicieron empujando a los jóvenes que se esforzaban por salir de la trampa en que se encontraban. Un lugar que tenía un cupo para 5 mil personas albergaba, en el momento en que se presentaron las fuerzas del orden, 15 mil adentro, queriendo escapar y otros 15 mil afuera deseando entrar. Formándose un embudo en que asistentes, muchachos y muchachas, fueron maltratados y vejados por la Policía. Se les decía a los jóvenes que deberían salir sin que pudieran hacerlo por que eran contenidos por férreos guardianes cuyas órdenes es “que no salga nadie”. El lugar estaba saturado por jóvenes que habían acudido a presenciar un festival en Xiutepec, Morelos. Los organizadores vendieron más de 30 mil entradas, a pesar de que el lugar está destinado a albergar sólo a 5 mil asistentes. La nota, que informó del hecho, no dice el porqué se autorizó la impresión y venta desmesurada de entradas; ¡mal haya! la imprevisión de los encargados.
La verdadera tragedia es que los mexicanos tengamos tan débil memoria. Los días van pasando y lo que en un principio causa repudio social, poco a poco, va cayendo en el olvido. Los muertos son llevados al cementerio. La pregunta que nos hacemos los que vimos las tragedias desde la santidad de nuestro hogar es que algo no ha quedado muy claro. Se asevera que la autoridad estaba preocupada porque en el interior del local se vendía droga y bebida a niños y adolescentes. La realidad es que no se sabe quién con anterioridad autorizó que se abriera el tugurio al público, quién ordenó después el operativo policial y si la intención tenía un sustento de decencia. Quién autorizó 30 mil boletos no era relevante para las autoridades. Lo que aflora ante nuestros ojos es que se trató de un abuso de autoridad, que muy lejos estaba la preocupación por que se estuvieran vendiendo o no substancias prohibidas. Estamos en un vórtice en que nada importa como no sea el engrosar nuestro peculio. Ha un buen rato que nos hemos alejado de la rectitud y de las buenas costumbres. La corrupción está por encima de cualquier otra consideración. No nos asuste lo que pasa, lo tenemos merecido, por apáticos y bullangueros.