Nunca he visto a una vaca fumar, argumentaba un parroquiano de conocida cafetería, ante el reparo de alguno de sus contertulios que le decía que disfrutar del humo de un cigarrillo era tan natural como respirar. Si en estos días estuviera entre nosotros quizá hubiera cambiado de opinión, en cuanto a los gustos de un bovino. En efecto, durante la discusión el diputado Avelino Méndez, de lentes y barba cerrada, al parecer robusto, quizá pasadito de peso, frisando en los cincuenta, con un cigarrillo colgado de los labios se disponía a encenderlo, en franca actitud retadora e insolente. Así manifestaba, dice el pie de grabado de la foto que apareció en los periódicos, su oposición a que se aprobara el dictamen que prohíbe fumar. El salón de plenos estaba lleno de bote en bote. No cabía un alma más. Los congresistas habían sufrido el asedio de los que representaban a las compañías tabacaleras, a sus cabilderos, a unos poco de sus compañeros que pugnaban por, cuando menos, demorar la votación. El argumento más sólido, para meterle zancadilla a la ley era: que se violaban sus derechos, que la producción de tabaco se vendría abajo y que muchos trabajadores quedarían desempleados.
Ese dictamen me hizo reaccionar, me dije: ¿al fin estamos llegando a la salida del oscuro túnel de la tolerancia social? ¿Es el abur al conformismo? ¿Los grandes consorcios no lograron su propósito de seguir poniendo en peligro a la comunidad?, adultos, jóvenes, niños y ancianos, que sin fumar, aspiraban un humo de segunda mano, sin que antes, al pasar por los pulmones de sus dueños, perdiera alguna de sus propiedades tóxicas. Las mayorías estaban a merced de los que ociosamente despedían el pestilente hollín en cualquier lugar en que se encontraran, sin que nadie se atreviera siquiera a expresar la más mínima de las protestas. El fétido olor penetraba las ropas de quienes asistían a cualquier lugar público cerrado. El tufo era una emanación gaseosa, hedionda, repugnante, nauseabunda e insoportable que se quedaba flotando en el ambiente de algún lugar cerrado. Los jóvenes organizaban sus pachangas siguiendo el ejemplo de sus mayores contaminando la atmósfera con grandes bocanadas de exhalaciones que enrarecían el aire.
Los comensales de restaurantes donde se sirven comidas al fin podrán disfrutar de los platillos sin que se les atrofie el sentido del gusto. No hace mucho las familias tenían que cambiar de lugar por que en la mesa de al lado, había un individuo fumando un cigarrillo cuyo humo contaminaba los alrededores. Fue entonces cuando me pregunté: ¿qué tan culpable será quien se ha dejado seducir por ese asqueroso vicio, que ni la advertencia grabada de que puede producir cáncer desalienta su consumo?, la escena desgarradora para los familiares de ver a su pariente enfermo con enfisema, tosiendo, con los pulmones laxos y una mascarilla respirando oxígeno, lo que no impedía que frenético, temblando ¡aún fumara un cigarrillo!, no es un cuadro fingido producto de la febril imaginación de un articulista. Es la locura de una adicción real. Si usted considera que dramatizo, pregunte en los hospitales locales.
El senador coahuilense Ernesto Saro Boardman, presidente de la Comisión de Salud del Senado, aclaró que el dictamen aprobado por la Cámara de Senadores es una ley de aplicación federal, que surte sus efectos en todo el país. Acotó que conforme a la ley se puede sancionar a un infractor hasta con 36 horas de cárcel y un millón de pesos a quienes infrinjan la norma de manera reincidente. El dictamen aprobado se turnó al Ejecutivo para su publicación en el Diario Oficial de la Federación siendo de aplicación obligatoria tres meses después. Los dueños tendrán un plazo de seis meses para adecuar sus locales a la nueva legislación. No hace mucho, en un corto viaje a Houston en el estado de Texas, se veía a empleados en edificios fumando al aire libre por que no podían hacerlo adentro. Va a estar duro convencer a los empedernidos fumadores a que se abstengan de hacerlo después de beber uno o dos tragos, lo mismo puede decirse de quienes asocian el sorbo de una taza de café con la aspiración del humo de tabaco. Hacemos votos por su pronta comprensión.