Me gusta la foto que publicaron los diarios del mundo de la pareja que protagonizara lo que muchos estiman como la justa más reñida para obtener, en la lucha interna de un partido político, la nominación como candidato a la Presidencia. En la gráfica se ve, de izquierda a derecha, a Hillary Clinton y a Barack Obama, ella con traje sastre, puños de tres botones, gargantilla y zarcillos; él, con cara despercudida, labios que aparentan ser retocados con un lip’stick, argolla matrimonial en el dedo cordial, reloj de pulsera en una muñeca y una esclava en la otra, corbata y mangas semi- enrolladas. Ambos aplaudiendo, mirando complacidos hacia sus partidarios. Se advierte de inmediato que tratan de proclamar su unidad, después de una ardua pelea en que se dieron hasta con la cubeta. Sin embargo en política, si así conviene, todo queda en el olvido. Sólo los zafios se solazan en sus rencores.
También, en diverso retrato, mismo orden, sentadas en dos sillas, con respaldo, la esposa Michele Obama que, acompañada de Jeannne Shahee, esposa del ex gobernador de Nueva Hampshire, luce un vestido de falda corta, por encima de la rodilla, que dice el pie de grabado “comenzó a ser comparada con la ex primera dama Jackie Kennedy”, abundante cabellera, largas piernas y calzado casual. Dice el The New York Times que la pareja del candidato demócrata “viste para ganar”. Los esposos Obama han ido remando contracorriente derivado de su origen étnico y la intolerancia de los “cara-pálida” que, digan lo que digan, piensan en la supremacía del hombre blanco. Los prejuicios no desaparecen de la noche a la mañana. Hay amplios sectores sociales en Estados Unidos de América que no comulgan con la idea de que todos somos iguales. Harán todo lo que esté a su alcance, por evitar que Barack y su familia ocupen la Casa Blanca. Confiemos en que fracasen en su empeño. El mundo no será el mismo si el partido Demócrata obtiene el triunfo en las elecciones del mes de noviembre, tomando en cuenta estarán soplando los aires de libertad que hicieron grande a esa nación.
No creo que estaríamos despejando una incógnita si dijéramos que Barack Obama está por decidir quien será su vice-presidente. Estaría esperando que su encarnizado rival resuelva a quién escogerá como tal. Una vez que Obama tenga indicios de quién será el acompañante de su similar en el partido Republicano, dará a conocer el suyo. Se especula, con grandes visos de hacerse realidad, que no tiene que seguir buscando cuando a su lado participa en su campaña la antaño primera dama. No dudemos que en la próxima Convención Nacional Demócrata, que tendrá lugar en Denver, a fines de agosto, se haga el anuncio formal.