“En esta lucha no existe para nosotros la derrota. Ningún grupo criminal es capaz de resistir la fuerza del Estado”.
Juan Camilo Mouriño
Todo general sabe que una de sus responsabilidades es infundir confianza a sus tropas… ya sea que vaya ganando una guerra o esté en camino de la derrota. No sorprende, por lo tanto, que Juan Camilo Mouriño haya buscado ayer ofrecer un punto de vista positivo en medio del pesimismo que rodea a la lucha contra el narcotráfico. El nuevo secretario de Gobernación está tratando de revertir la actitud generada por las crecientes y cada vez más arteras ejecuciones del crimen organizado.
Mouriño ofreció cifras para apoyar su triunfalismo. No se limitó a las generalidades que son comunes en los políticos mexicanos. Señaló, de hecho, que el Gobierno ha decomisado 50,737 kilogramos de cocaína, 2,262 de marihuana, 312 de goma de opio, 103 mil pastillas psicotrópicas, 298 kilogramos de heroína y 37.5 kilos de efedrina y pseudoefedrina.
Dijo también que las acciones del Gobierno de México contra el narcotráfico han hecho que suban los precios de las drogas en los mercados, principalmente en los Estados Unidos. La cocaína y la marihuana, afirmó, han subido 40 por ciento y las drogas sintéticas 73 por ciento. Estas son cifras que coinciden con las que ha dado a conocer recientemente la DEA de los Estados Unidos. El secretario de Gobernación ha señalado también que las autoridades mexicanas han logrado la detención de 20 mil personas acusadas de delincuencia organizada.
Parecería así que Mouriño tiene razón cuando señala que el Estado mexicano está ganando la guerra contra el narcotráfico. Pero quizá en el mismo éxito se encuentren las semillas de una futura derrota.
El aumento de los precios es una indicación de que la oferta de droga ha disminuido sin que se haya producido una disminución de la demanda. Esta alza en los precios eleva los márgenes de rentabilidad y crea nuevos incentivos para la producción y la distribución de drogas. Esto hace que el tráfico de sustancias ilícitas para las que persiste demanda se convierta en una hidra a la que cada vez que se le corta una cabeza le brotan otras más.
El fenómeno que estamos viendo en el narcotráfico de nuestro país es, precisamente, el surgimiento de nuevas organizaciones, más pequeñas, más ágiles y más violentas, que están reemplazando a los viejos cárteles de las décadas anteriores. Las reglas de conducta que estas viejas organizaciones mantenían, por ejemplo, la de no meterse con las familias de sus rivales o la de no asesinar a jefes policiacos, han quedado atrás. Los jóvenes sicarios de hoy no se limitan por pactos de caballeros.
El aumento de ejecuciones es producto de la emergencia y fortalecimiento de nuevas organizaciones que están peleando de manera cada vez más cruenta por el control de territorios y de rutas de tráfico. Esta violencia ha producido la muerte de muchos jefes policiacos. Algunos, al parecer, han sido ejecutados por apoyar a ciertos grupos de narcotraficantes frente a otros; pero otros, claramente, simplemente han tratado de cumplir con sus responsabilidades y por ello han sido ultimados.
Ningún Estado puede darse el lujo de rendirse ante las organizaciones criminales que operan en su territorio. El Estado debe tener el monopolio de la fuerza o por lo menos tratar de tenerlo para la aplicación de la ley. Ningún general, por otra parte, puede darse el lujo de infundir en sus tropas un ánimo de derrota o de pesimismo. Un elemento muy importante en cualquier guerra es generar un espíritu triunfador entre la tropa. Las arengas del secretario de Gobernación tienen lógica si se ven desde ese punto de vista.
Pero los mexicanos tenemos también obligación de ser realistas. El mercado de la droga es de una naturaleza tal que los golpes en contra de los narcotraficantes fortalecen en lugar de debilitar al comercio ilícito. Los arrestos de grandes capos promueven el surgimiento de nuevos dirigentes de bandas más pequeñas y más dispuestas a todo. Los decomisos, cuando son realmente importantes, elevan los precios, pero generan también mayores incentivos para la producción y el tráfico de drogas.
Uno de los retos más importantes para los líderes en las guerras modernas es definir qué victoria quieren alcanzar. Si nuestra definición en la guerra contra el narco es decomisar más droga y detener a más personas, estaremos simplemente sembrado las semillas para un crecimiento posterior del enemigo. La victoria duradera sólo puede provenir de la reducción en la demanda de droga. Si esto no ocurre, la única estrategia exitosa sería despenalizar su uso para quitarle el sustento al negocio ilícito que genera la violencia que estamos viviendo.
TENDENCIA FUNDAMENTAL
Cuando un mercado está debilitado en lo interno, cualquier noticia le genera caídas. Los mercados financieros se desploman en estos días por cualquier información medianamente negativa. Eso ocurrió ayer en casi todo el mundo como consecuencia de una contracción en el mercado de servicios de la Unión Americana. La recesión se ve cada vez más cercana. Ni las artificiales bajas de interés impulsadas por la Reserva Federal ni las inyecciones de dinero del Gobierno del presidente George W. Bush podrán cambiar la tendencia fundamental. De hecho, las medidas desesperadas por impedir una recesión pueden debilitar todavía más a la economía, al promover una reducción adicional en el ya magro ahorro de los ciudadanos y del Gobierno de los Estados Unidos.