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Las Aguas Subterráneas

A la ciudadanía

Magdalena Briones Navarro

Bajo el influjo del sol, del aire, de la tierra y del agua todo cambia a favor de la vida o para su inhibición según paralelos y meridianos, alturas y profundidades, presiones y temperaturas… Todos cuatro funcionando al unísono dan cabida en las distintas partes del planeta a especies diferentes las que sobreviven por adaptaciones multimilenarias a su ambiente, sea éste acuático, aéreo o terrestre y no sobreviven a un cambio extremo de su medio, sobre todo si éste se produce súbitamente.

Hoy, mundialmente, la especie humana se queja de un decrecimiento de agua dulce. No significa que haya menos agua, sino que los usos que se le han dado la han contaminado, o en lugares escasos de ella, ha sido sobreexplotada (zonas áridas). O sea, que su manejo ha sido errado, entras razones por: pensar que era inagotable, por tanto seguiría surtiendo las necesidades básicas de todo ente vivo; que universalmente, ríos, lagos, mares también, fueron y siguen siendo cloacas, vertederos “naturales” de toda clase de inmundicias; en fin, por ignorancia y consecuentemente por imposibilidad de concebirla como uno de los ejes principales de la sobrevivencia, ¡a pesar de saberla indispensable para la vida!

Hay ríos permanentes y navegables, otros son estacionales, corrientes de aguas claras y otras no; pero hoy se podría decir que casi todas están polucionadas. Las corrientes subterráneas, si alguna vez no estuvieron al alcance del deterioro señalado, ahora reciben por trasmines cantidades ingentes de vertimientos contaminados de minas, agricultura, urbanas, etc. Ello no quiere decir que todas las aguas subterráneas sean potables por sí, ya que en su transcurrir ejercen cambios químicos en las paredes líticas que tocan y arrastran cantidad de terreno resquebrajado a su paso.

Estos cambios químicos o mecánicos en el agua del subsuelo y sus terrenos hacen que el flujo no marche en una sola dirección. Esta dependerá de la dureza, porosidad y permeabilidad de los terrenos y su capacidad de descomponerse al contacto del agua y del aire circular intersticial.

¿De dónde vienen tales aguas? Muchos afirman que son las aguas de lluvia, sobre todo, las que alimentan a los ríos, las que aunadas a las posibilidades de penetración del suelo y llegadas a una capa profunda impermeable, se deslizarán sobre ella fluyentes o circulares; otros afirman que estas aguas profundas provienen, en proporción considerable, de un enfriamiento del aire subterráneo previamente saturado de vapor de agua. “Desde 1594, Agrícola distinguía en las fisuras del suelo, el agua debida a la filtración de la lluvia y aquella que podía proceder de vapores ascendentes”.

Ya sabemos que el origen de las aguas de lluvia es principalmente la evaporación de la superficie de los mares, cuyo monto asciende a un billón de metros cúbicos día, los que se convierten en lluvia bajo presiones de temperatura y altitud. Una parte de ella se evapora inmediatamente o en forma diferida por la intervención de seres vivientes plantas y animales. Otra se infiltra alimentando las aguas subterráneas y la tercera fluye y se reúne con los flujos que regresan al mar. Las lluvias finas y prolongadas se infiltran más que las lluvias de tempestad. Las primeras empapan el suelo, las otras por su mismo volumen tienden a deslizarse rápidamente y a encharcarse al sol y al aire que rápidamente harán que se evaporen.

En los macizos fisurados, miles de metros cúbicos de aire circulante pueden formar verdaderos arroyos internos y alimentar casi totalmente ciertos ríos subterráneos. De igual forma se explica la formación en los niveles calizos situados en el corazón de regiones muy secas y a menudo cerca de las cumbres, de los arroyos subterráneos permanentes, a veces importantes, que emergen de su base.

Hay productores comarcanos que ya se benefician con la extracción del agua guardada por las sierras circundantes (calizas), pero esta agua como las de los acuíferos subterráneos no se renuevan más que por las lluvias de sierras altas que forman los ríos superficiales y percolan por todo el cauce, de arriba abajo, las cantidades necesarias para su mantenimiento. De ahí el necesario sostenimiento de los bosques serranos, el cuidado de los cauces, el estudio de las cuencas, terminar con la sobreexplotación de las reservas de aguas subterráneas y posibilitar un mayor flujo de los ríos sobre las tierras bajas.

Libro consultado Las Aguas Subterráneas: Félix Trombe Ed. Oikos-Tau, S.A. Barcelona 1978.

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