El pueblo está a la expectativa de lo que vaya a suceder alrededor del tema energético. Lo que hasta ahora se tiene conocimiento es que el Gobierno Federal, que les ha estado repartiendo los excedentes, trata de que los gobernadores hagan entender a los legisladores de la bondad de la medida privatizadora que se requiere para explotar los mantos que se encuentran abajo del lecho marino en el Golfo de México. Todo radica en convencer no sólo a los diputados y senadores de que den su voto a favor de la propuesta, ya no del ejecutivo si no de su partido político que se ha echado a cuestas la labor de presentarla para evitar el desgaste que podría atraerle su rechazo. Los ánimos se están caldeando al máximo. Queremos creer que todos los que participan son mexicanos y que ninguna de las partes se prestaría a decir sí, si debe de decirse no, a decir no, si debe de decirse sí; entendemos que, en ambos casos, en el mejor interés de la nación.
En la otra esquina están las mujeres de Andrés Manuel López Obrador que pertenecen a la recién formada Brigadas de Mujeres por la Defensa del Petróleo, nada más 10 mil, que cercarán las Cámaras de Diputados y Senadores en el caso de que se presente la iniciativa correspondiente. Al grito de “no tenemos miedo” se dijeron listas, el domingo pasado en que se reunieron en el Monumento a la Revolución. En una de cuyas columnas se encuentran depositados los restos del presidente Lázaro Cárdenas que está considerado como héroe al nacionalizar el petróleo para los mexicanos. Si acaso se presenta la iniciativa privatizadora al no ser suficiente el cordón acordado para lograr que si se llega a presentar se retire, o en caso contrario harán acciones escalonadas como cercos ciudadanos a los aeropuertos del país, a las instalaciones administrativas estratégicas, petroleras y financieras, bloqueos a carreteras de todo el país y al final si no dio resultado ninguna de las anteriores medidas, se convocará a un paro patriótico nacional.
Tómese en cuenta que eso, aquí y en China , se parece mucho al delito de sedición. Tal parece que estamos dispuestos a suicidarnos sin que nadie haga algo. Puede que el viejerío, como diría Diego, o las lavadoras de dos patas como las llamaría Vicente, (así lo recordó nostálgica la candidata a dirigente del PRD en el Distrito Federal, Alejandra Barrales) nada las va a detener. El asunto está caliente. ¿Se le pondrá un alto a esta actitud femenina? ellas dijeron no estar jugando. ¿Qué va a pasar? nos preguntamos el resto de los mexicanos. Se está llegando a la cúspide de la disidencia. Más bien que otra cosa al parecer se pretende acorralar al mandatario federal para que intervenga, ya que si no lo hace: mal y si lo hace: también mal. Es una encrucijada que ya se esperaba que llegara a ocurrir algún día. Lo que no puede permitir el Gobierno es que ocurra el desatino que se persigue de colapsar la vida económica del país. Sería el caos.
Pero por otro lado hay un riesgo, que no se sabe si está dispuesto a correr el Gobierno, si se detiene al rijoso, que ya vemos no está solo. Ni modo que lo detengan y lo lleven a la cárcel, sería el acabose. Tampoco se le puede permitir que incite a la desobediencia civil poniendo de cabeza a la nación. Lo malo para los negociadores gubernamentales es que Andrés Manuel no aceptará, en un intento de arreglo, menos que la silla presidencial y esa ya está ocupada. A menos que, como ya se ha hecho en otras ocasiones, se recule al no llegar a presentarse iniciativa al respecto. Lo malo es que a los intereses que están atrás no será suficiente con que se les diga: no se pudo. Hay indicios de que tiene el Gobierno que hacer la talacha hasta las últimas consecuencias, por encima de todo. Así que o privatiza o privatiza. No hay de otra. Ese es el albur que se estará jugando. La ciudadanía estará atenta a que se obre con energía, pero con las manos enguantadas en seda. Si el Gobierno responde al desafío de las brigadistas sólo con retórica, es que no quiere darse cuenta del momento histórico que estamos viviendo. Será mucho peor si decide echarse para atrás. He ahí el quid del asunto, si algo se empieza hay que terminarlo.