La verdad, se habían tardado. Quienes ya peinamos canas (si es que tenemos algo que peinar), nos hemos venido acostumbrando a que el Partido Demócrata norteamericano eche por la borda la ventaja que suele llevar sobre los republicanos antes de las elecciones presidenciales, se dispare solito en el pie y termine perdiendo lo que parecía ganado… incluso cuando lo tenía realmente ganado, como fue el caso de Al Gore en el año 2000.
Y en el caso presente, nada más estábamos esperando a qué horas el partido que tiene un burro por emblema hiciera honor a la iconografía y empezara a rebuznar. Especialmente porque, por primera vez en dos generaciones, existen dos precandidatos fuertes, y con una fuerte carga simbólica además.
En las últimas semanas, y en la medida en que crecía la estatura política de Barack Obama, su contrincante Hillary Clinton empezó a atacarlo en un punto realmente delicado: qué tan patriota es quien puede llegar a comandar las Fuerzas Armadas más poderosas de la historia… hoy encargadas de defender a su país en una fantasmal “guerra contra el terrorismo” que se está peleando en el lugar equivocado de la manera equivocada.
Como ejemplo de que se puede cuestionar el patriotismo de Obama, se apunta que éste ¡rara vez porta un pin de la bandera norteamericana en la solapa!
Si a esos niveles de mediocridad ha llegado el debate político en Estados Unidos, parece que la estupidez en el medio se está volviendo universal. ¿Cómo se puede llegar a discutir seriamente con esas premisas?
Lo peor es que se trata de una película que los demócratas ya han visto. En la campaña de 2004, John Kerry tuvo que gastar mucho tiempo, saliva y dinero defendiéndose de los ataques republicanos de que quizá en Vietnam no fue tan valiente, de que se había opuesto a una guerra en la que sí había peleado… al contrario de muchos de sus detractores. Los demócratas fueron incapaces de explotar la ironía de que un veterano condecorado con la Estrella de Bronce fuera visto como poco patriota, siendo que se enfrentaba a un tipo que evadió ir a Vietnam por las influencias de su papi.
Ahora, los republicanos no tardaron en echárseles a los demócratas a la yugular, exhibiendo a su virtual candidato, John McCain, como el héroe de guerra que pasara años como prisionero de Vietnam del Norte. Mientras, los demócratas se desgarran con pleitos cada vez más subidos de color, y olvidan el tema fundamental: que se viene una recesión, en gran medida provocada por la irresponsabilidad y la incompetencia de las dos administraciones de Bush… republicanas.
A los demócratas habría que recordarles el cartel que Bill Clinton hizo colgar en todos sus cuarteles de campaña en 1992: “It’s the economy, stupid!” (Es la economía, ¡estúpido!). Es en lo que deberían centrar el debate.