Los miro en la tribuna, sus rostros reflejan pasiones arremolinadas, emociones a flor de piel, con aires de preocupación se preguntan si están haciendo lo correcto, sumergiéndose en un mar de incertidumbre. Una de las mujeres, que debe formar parte de los cuadros femeninos con los que cuenta el Frente Amplio Progresista, FAP, da la espalda a la cámara dejando flotar su cabellera desde su nuca hasta la cintura. Uno de ellos al centro de la foto, recibe instrucciones e informa de lo que está aconteciendo en el salón de sesiones del Senado, con celular en ristre. Han logrado parar las labores legislativas. No sé por qué recordé que: tanto va el cántaro al agua, hasta que... etcétera. Todos de traje oscuro, coloridas corbatas, caras abatidas. Un gesto adusto refleja la decisión de llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias. No se moverán, pésele a quien le pese. Harán del lugar su alcoba, comedor, tendedero y baño. Al borde han colocado los sillones a manera de barrera que estorbará a quienes pretendan, si es que lo hacen, sacarlos del lugar. No hay duda, son mexicanos.
La otra cara de la moneda, sentados en fila rodeados de botellas que, con un poco de imaginación recuerdan pequeñas torres de petróleo, el presidente con la mano izquierda tapando mentón y boca, parece escuchar al hombre que está a su lado. Hay una mujer que mira hacia un punto opuesto al del mandatario. Luego miro otra foto en que los diputados del PRI y del PAN se movieron a un auditorio distinto del habitual y hacen trabajos legislativos como en el pasado, cuando se incendió su edificio, debo decir que ahora también hubo una deflagración. Los que están apoderados del edificio al ver lo anterior se dan cuenta de que su triunfo puede volverse pírrico, aunque de lo que se trataba era de poner en evidencia a sus contrarios, lo cual lograron con creces. La pretensión era que no legalizaran su aprobación a la propuesta de reforma votando, cuando menos no en el recinto oficial. El Gobierno Federal sabe, por su parte, que si desaloja a los paristas podría crear una carnicería que no tiene la menor intención de provocar. En la misma vista se ve a un nutrido grupo que levanta el brazo como en los mejores tiempos del priismo aprobando alguna moción. No hay duda, igual que los anteriores, son mexicanos, con la pequeña diferencia de que traen ropa interior de seda, toman champagne, usan corbatas de Dior, degustan caviar y tienen sus casas en Polanco, en tanto los del FAP les gusta la cerveza, que acompañan con cacahuates, visten en la Soriana y viven en la Buenos Aires.
Muchos de los que se mueven en camiones urbanos de ruta, se preguntan: ¿No será la hora de acabar con este zipizape? De una forma u otra esto no puede continuar. Unos a que no y los otros a que sí. Ambos, como queda dicho, son mexicanos. Pedirle a las fuerzas policíacas que los saquen a como dé lugar, es pedirle peras al olmo. Tendrían que desaforar a los diputados del FAP y sacarlos a aventones, lo cual podría dar paso a un enfrentamiento cuyas consecuencias serían de pronóstico reservado. Así lo único que provoca es que se vean mal las fuerzas del orden, que para eso deberían de estar, pues, para acabar con el desorden. Que a la mera hora no son los únicos que salen raspados. Los políticos que en montón tomaron la sede del Poder Legislativo se ven con la tendencia de siempre: alborotadores a los que les encanta la bulla, el borchinche y la boruca, aunque sus intenciones sean las de protestar sin llegar a los puños.
No creo que tarde esto mucho en resolverse. Al igual que ocuparon las sedes alternas y legislaron, sin mucho ruido pueden empezar por retener los sueldos a quien no quiere trabajar cualesquiera que sean las razones que los mueva. La nómina tiene la virtud de que hace volver al redil al más bragado. Basta un acuerdo de la mayoría de los diputados para que se suspenda el avío, a pesar de que el Artículo 127 de la Constitución establece que la remuneración de un diputado o senador es irrenunciable. Nada dice de que cuando el legislador no trabaje tenga que pagársele a “chaleco”. No hay algo que duela más a un burócrata y éstos, si no son, lo parecen, que suprimirle sus dietas. Verán ustedes que más pronto que temprano los verán firmando la sagrada nómina o al fin, como se esperaría de insurrectos que se respeten a sí mismos, podrían levantarse en armas y se irán con sus pertrechos a la sierra Madre. Esto, para algunos legisladores, estaría más divertido que una película de Mario Moreno “Cantinflas” porque al final de cuentas, quiérase o no, se aprobará la reforma tal como, en su iniciativa, lo pide el Ejecutivo; el PRI y el PAN así lo han decidido de antemano. Éstos tienen la mayoría de votos, o sea los votos necesarios para no tener que pedirle frías a los alzados del FAP pues, al final de todo, las tribunas no hacen las leyes.