Una vez que el liberalismo democrático derrotó a sus enemigos del siglo XX (el fascismo de derecha y el comunismo de izquierda), muchos liberales sinceros se encontraron papando moscas, incapaces de hallar contra qué luchar. De manera tal que, para no estar de ociosos y tener sobre qué gritar consignas y desgarrarse las vestiduras, tomaron como bandera el impedir que los grupos minoritarios de la sociedad (los que fueran y la que fuera) resultaran hostilizados, molestados, ofendidos o simplemente lastimados en sus sentimientos. De ahí en delante contar chistes de homosexuales, decirle “enanos” a quienes sufren esa condición congénita, representar en el cine a los indios como estúpidos o desalmados, o ver feo a un fulano con turbante que camina por una ciudad norteamericana o europea, todo ello pasó a ser un crimen imperdonable. Andar con esas actitudes del pasado no era correcto. De hecho, el término es que había que ser “políticamente correcto” para no ofender a quienes no forman parte de la mayoría… cualquier cosa que eso sea.
Sin embargo, los límites no suelen ser muy claros, y sobra quién se desconcierte al no saber cómo reaccionar, no saber qué es políticamente correcto y qué no. Y para muestra, dos botones de la semana pasada.
En su edición más reciente, dedicada a los cuerpos y figuras perfectos, la revista femenina Vogue puso en portada a dos especímenes muy bien hechecitos para las chambas que desempeñan: el astro afroamericano (¡Nuuuunca les digan “negros”!) del basquetbol LeBron James; y la supermodelo brasileña (y caucásica: ni se les ocurra llamarla “blanca”) Giselle Bundchen. En la foto, LeBron está abrazando la breve cintura de la chica, al tiempo que pone cara de bestia salvaje a punto de atacar y bota una pelota de basket. Mientras tanto, la dulce Giselle sonríe muy quitada de la pena, sin hacer mayores aspavientos ni esforzarse en demostrar que tiene una cintura inferior a los sesenta centímetros.
Algunos líderes de la comunidad afroamericana (véase nota de arriba) se pusieron hechos unos basiliscos. Alegaron que la foto reforzaba el estereotipo del hombre negro (ahí sí) como inherentemente peligroso y siempre dispuesto a atacar a las mujeres blancas. No faltó quién comparara la portada con la imagen clásica de King Kong y Fay Wray en la película clásica que este año cumple 75 años. Un comentarista deportivo (afroamericano él) comentó que no se sentía ofendido ni nada por el estilo. Pero que ya era urgente que apareciera un manual de qué es y qué no es políticamente correcto, para saber cuándo sentirse incómodo, enfurecido o humillado. Decía que, siendo un varón de color, los mensajes eran verdaderamente contradictorios.
Acá en México, con la intención de promover el turismo a la Sierra Tarahumara, y como homenaje a la etnia rarámuri, un par de artistas plásticos de Chihuahua realizó dos esculturas de perros chihuahueños… vestidos como tarahumaras. Los rarámuri se indignaron, los escultores dijeron que no querían ofender sino mostrar su respeto por esa etnia, y las esculturas serán quitadas del Divisadero de la Barranca del Cobre. Toda una cadena de malos entendidos. Lo dicho: urge un manual, para no andar pisando callos sin necesidad.