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Las esclavas del siglo XXI

En España operan redes de trata de blancas que obligan a las mujeres a prostituirse. El “modus operandi” de estas mafias es siempre el mismo. Buscan mujeres de entre 20 y 30 años en países como Colombia y República Dominicana, fundamentalmente. (Archivo)

En España operan redes de trata de blancas que obligan a las mujeres a prostituirse. El “modus operandi” de estas mafias es siempre el mismo. Buscan mujeres de entre 20 y 30 años en países como Colombia y República Dominicana, fundamentalmente. (Archivo)

El Universal

Mujeres son engañadas pensando que van a trabajar cuidando niños, ancianos o limpiando casas. Pero cuando llegan a España acaban atrapadas en redes de trata de blancas que las obligan a prostituirse.

Son las esclavas del siglo XXI. Vienen engañadas pensando que van a trabajar cuidando niños, ancianos o limpiando casas. Pero cuando llegan a España acaban atrapadas en redes de trata de blancas que las obligan a prostituirse. Trabajan hasta 21 días al mes (sólo libran cuando tienen su periodo), tienen que atender a entre 10 y 15 clientes por noche, muchas veces son violadas y siempre maltratadas.

La mitad de los hombres españoles reconoce haber contratado alguna vez los servicios de una prostituta, pero son muy pocos los que saben que la mitad de estas mujeres vive explotada por sus proxenetas. También ignoran que más de la mitad, según datos de la policía, es de Latinoamérica, especialmente de países como Brasil, Colombia y República Dominicana, y que han llegado a la prostitución a través de un familiar o de un amigo que las ha engañado.

España y Alemania son los dos países europeos que más sexo consumen, pero España tiene la mitad de población que Alemania, lo que la convierte en el burdel de Europa. En “prostitulandia”, como la llaman.

Es muy difícil calcular cuántas mujeres ejercen la prostitución en España. Según la Policía, hay 300 mil prostitutas, aunque Joan Cantarero, ex vocero de la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne (ANELA) y autor del libro “Los amos de la prostitución en España”, la cifra se eleva a más de 400 mil. De ellas, sólo 5% es de España; el 95% restante del extranjero y de ellas el 65% latinoamericana.

Pero lo más dramático no es la cifra, sino el hecho de que la mitad de todas ellas ejerce la prostitución en forma obligada.

Según Carlos Botrán, comisario jefe de Extranjería, muchas veces son encerradas durante 15 días a pan, agua y leche, violadas casi diariamente por sus proxenetas y muchas veces golpeadas y torturadas con descargas eléctricas y palizas. Así hasta que aceptan hacer su “primer servicio”.

A partir de ahí se convierten en verdaderos “tesoros”, ya que pueden hacerles ganar entre 6 mil y 20 mil euros mensuales dependiendo de lo joven y guapa que sea la chica.

Botrán también reconoce que son muy pocas las que logran escapar y denunciar su situación a la Policía. Tienen miedo. Saben que deben pagar una deuda contraída con sus captores y éstos las amenazan con matar a sus familias en sus países de origen si no lo hacen.

El “modus operandi” de estas mafias es siempre el mismo. Buscan mujeres de entre 20 y 30 años en países como Colombia y República Dominicana, fundamentalmente. Les ofrecen un trabajo en España en el servicio doméstico, pero nada más aterrizar en Madrid les quitan el pasaporte, las encierran en un hotel a las afueras de la ciudad, y las obligan a prostituirse. También suelen obligarles a consumir cocaína hasta hacerlas adictas, y para que no entablen amistad con ningún cliente las cambian de club cada mes.

Según datos de la Brigada Central de Extranjería, estas mafias son grupos violentos, perfectamente organizados y jerarquizados, que han llegado a alquilar mujeres por mil 500 euros al mes e incluso a venderlas por 6 mil euros.

En España, la prostitución no está prohibida y se ejerce en burdeles camuflados en hoteles de carretera. En todo el país hay 2 mil y en ocasiones son tan grandes como “Dallas”, el más grande, donde hay hasta 200 chicas trabajando. La mayoría de las veces los alcaldes hacen “la vista gorda” cuando un empresario les pide permiso para construir hotel. Saben que, además de hoteles, son prostíbulos, pero no sólo no los denuncian a la Policía sino que les conceden las licencias de apertura. Esto provoca que se hayan dado casos como el del club Topacio, uno de los prostíbulos más grandes de España, que desde que abrió en 1997 se ha cerrado en tres ocasiones tras hacerse público un informe policial que asegura que en este establecimiento se trafica con mujeres y que menores son obligados a ejercer la prostitución.

El año pasado, la Policía liberó a 2 mil prostitutas, 103 mafias fueron desarticuladas y 483 personas (el 70% del extranjero) detenidas. Ellas, las esclavas del siglo XXI, consiguieron rehacer su vida y volver a casa tras protagonizar una pesadilla que no debían haber vivido jamás.

Víctima de prostitución teme por su seguridad

No quiere decir su nombre, su nacionalidad, ni su edad. Pero por su aspecto parece ser de Europa del Este y no tener más de 30 años. Tiene miedo a que su familia se entere de todo lo que le ha pasado, y, sobre todo, a que las mafias que la obligaron a dedicarse a la prostitución la encuentren.

Cristina, nombre ficticio, llegó hace unos años a Madrid junto a su novio, quien le prometió trabajo como empleada doméstica en una casa a las afueras de la ciudad. Pero cuando llegaron al chalet la persona que los recibió le entregó un sobre con dinero a él y Cristina no volvió a verlo: la había vendido a una red de trata de blancas. Desde aquel día, Cristina vivió una pesadilla de la que todavía no ha despertado.

“Durante los cuatro meses siguientes me obligaron a prostituirme y como no aceptaba, cada día me daban una paliza hasta que se cansaban ellos o hasta que perdía el conocimiento yo”, relata. “Me preguntaban: ¿vas a trabajar? Y como yo contestaba que no, me golpeaban sin parar hasta dejarme cicatrices por todo el cuerpo”, añade.

No sólo le clavaron unas tijeras en la pierna, le rompieron el tímpano y la golpearon hasta que se desmayaba, también amenazaban con matar a su familia. “Me decían que sabían dónde vivía, que conocían a mis padres, que tenía una hermana pequeña muy guapa, que si no quería complicarme la vida tenía que colaborar…”.

Así hasta que aceptó y se convirtió en prostituta. “Me pagaban, pero muy poco. Por una hora cobraba 30 euros, pero a ellos el cliente les pagaba 300 euros. Y de lo que ganaba tenía que pagar por “vivir” en esa casa. A cambio tenía que estar disponible a todas horas y estar dispuesta hacer todo lo que el cliente quisiera, incluso consumir cocaína. Me enganché”.

Una noche en que el jefe no estaba y con ayuda de varias chicas de la casa consiguió escapar. “Salí por la puerta de atrás, me quedé un día entero escondida en una obra que había enfrente hasta que una de mis compañeras llamó a un taxi que me recogió”, relata.

Pero la tranquilidad le duró poco, porque al día siguiente empezaron las amenazas telefónicas a su celular. “Me dijeron que tenían videos míos trabajando como prostituta y que se los iban a mandar a mi familia. Los denuncié a la Policía y ellos fueron y detuvieron al jefe y a su mujer, que ahora están en la cárcel. Pero yo no estoy tranquila. Me siento libre, pero no segura. Ya no confío en nadie, sólo en la organización Proyecto Esperanza que son los que me han ayudado”.

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