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Las firmas de Dios

El comentario de hoy

Francisco Amparán

El difunto Carl Sagan, a quien quizá el lector recuerde más que nada por su serie de divulgación científica “Cosmos”, entre muchas otras monerías escribió una novela, “Contacto”, que fuera llevada al cine con la luminosa presencia de Jodie Foster. En la novela (pero no en la película, porque sabemos que a Hollywood le choca meterse en complicaciones) hay una subtrama bien interesante: mientras la mayor parte de la acción se refiere al contacto que la Tierra hace con una inteligencia extraterrestre, la cual nos manda planos para construir una máquina que nadie sabe qué hará (hagan de cuenta el proyecto alternativo de nación de ya saben quién), un matemático que aparece subsidiariamente en la historia desarrolla cálculos para hallar las fracciones del número pi hasta donde sea posible. Esto es, va a calcular el 3.14159 hasta el diezmillonésimo lugar después del punto decimal. O hasta donde se pueda. Lo cual, por supuesto, parece perfectamente ocioso, en especial dado que la trama principal gira en torno a nuestro primer contacto con no humanos. Bueno, de acuerdo: contactos con no humanos los tenemos cada vez que vienen las porras del Monterrey al Estadio Corona. Pero ya saben a qué me refiero.

Mientras la trama principal se desarrolla de manera sorprendente, al final de la novela el matemático descubre algo: que después de la posición tresmillonésima o por ahí, el número se volvía el mismo: 11111111111111 y así hasta el infinito… o al menos eso cree el matemático. Muy orondo, éste declara que ha encontrado la firma de Dios, la que Éste puso cuando terminó la Creación. El cual, socarrón como Él solo, la había escondido en el lenguaje universal que describe el Cosmos: los números, las matemáticas.

Lo cual tiene sentido. Si el Creador ha decidido dejarnos por ahí una prueba de que es el responsable de este prodigioso y contradictorio entorno, que incluye galaxias, pulsares, americanistas y presidentes patito, lo hará en forma matemática. De hecho, el mismísimo número pi, que funciona en todo el Universo y de la misma manera, se trate de una canica o de una supernova gigante, me parece una de las más obvias firmas de Dios. Y sin ponerse a buscar decimales.

Otra de esas firmas la constituyen los eclipses que observamos desde la Tierra. Especialmente los eclipses totales de Sol.

Ayer vimos cómo la Luna se pintaba de sangre y luego era tragada por la sombra de nuestro planeta. Un espectáculo impresionante, sin duda. Pero que, la verdad, no tiene mucha gracia.

Lo que sí es para quitarse el sombrero es cuando el Sol queda cubierto exactamente por el contorno de la Luna. ¿Saben las probabilidades de que se combinen el tamaño del Sol, el de la Luna, las distancias entre ellos, la trayectoria de la Tierra en torno al Sol, la de la Luna en torno a la Tierra, y que además todo ello ocurra… de día? Piénsenle, piénsenle y verán que eso no puede ser casualidad. Ésa es una de las firmas de Dios más evidentes que conozco. La de ayer… fue simple papelería rotulada. Un recordatorio más del prodigio que es la Creación. Nada más. Y nada menos.

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