La actual crisis que involucra a Colombia y Ecuador (con Venezuela de patiño, bufón y colado) le suena a mucha gente totalmente irreal. Y ello, en parte, porque al contrario de lo que históricamente ocurre en otros continentes, en el Americano es más bien raro encontrarnos con una guerra internacional. Esto es, una que implique la actuación de las Fuerzas Armadas de un país en contra de las de otro.
En Europa, durante siglos, era prácticamente seguro que cada generación vería (o participaría en) una guerra de alta intensidad en el continente. Los cambios territoriales en esa parte del mundo han sido infinitos: hay países que aparecen y desaparecen, como Polonia. Otros que se unen y desunen, como Alemania y Checoslovaquia. Y otros más cuyas fronteras van y vienen para un lado y para el otro, como le ocurre a Rusia. La mayoría de los movimientos, por supuesto, ocurren como consecuencia de conflictos bélicos.
En América, en cambio, ese tipo de procesos es más bien escaso e infrecuente. Y por eso esta crisis nos ha tomado por sorpresa: ¿un ejército latinoamericano entrando en guerra abierta con otro? ¿Para qué?
Ya comentábamos ayer que la movilización venezolana, que no tiene pies ni cabeza en vista de que Colombia no ha hecho nada contra su vecino oriental, no es otra cosa que una cortina de humo. En parte para distraer a la opinión pública mundial sobre el hecho de que el Gobierno de Chávez ayudaba financieramente y de otras formas a las FARC. Y en parte para fomentar el espíritu patriótico de la población, que cada vez se queja más y más de la muy bolivariana escasez de productos básicos como leche y carne.
La historia nos dice que los conflictos armados abiertos entre Estados latinoamericanos no han sido muy numerosos. Pero algunos han dejado huellas muy profundas.
Bolivia, por ejemplo, sigue lamentando la pérdida de su salida al Océano Pacífico, resultado de su derrota en la guerra contra Chile hace 124 años. La misma Bolivia peleó contra Paraguay la última guerra internacional de gran envergadura en Sudamérica, la llamada Guerra del Chaco, librada entre 1932 y 1935. Sí, también la perdió Bolivia.
Perú y Ecuador tuvieron varias escaramuzas por un territorio fronterizo, la Cordillera del Cóndor, a lo largo de varias décadas. A fin de cuentas, ambos países llegaron a un acuerdo en 1999.
La última guerra internacional entre latinoamericanos de hecho fue la llamada Guerra del Futbol entre El Salvador y Honduras, en 1969. Se le puso tan pintoresco nombre porque ambos países estaban eliminándose (deportivamente hablando) para participar en el Mundial de 1970 en México, cuando estalló el conflicto… que tenía raíces mucho más allá de lo deportivo.
Total, que nuestro hemisferio ha sido relativamente ajeno a las guerras internacionales. Las civiles o intestinas ya son otra cuestión. Y por ello, y por lo absurdo de muchas de las reacciones, la actual crisis en el norte de Sudamérica nos suena tan extraña, tan fuera de lugar.