Las ilusión viaja en tren
El cine ha conquistado el mundo, en mucho, por este añejo medio de transporte.
Parte de la historia del Séptimo Arte ha transcurrido sobre rieles. Los hermanos Auguste y Louis Lumiére, inventores del cine, proyectaron el 28 de diciembre de 1895 en el Grand Café de París una de sus primeras vistas: La llegada del tren.
Las cualidades técnicas del filme sentarían los cimientos de los planos que emplearía el cine posteriormente en su discurso de imágenes: un plano general que permite captar, a la vez, la estación, los viajeros que esperan y el arribo de la locomotora desde el horizonte.
En México, la expansión de la red ferroviaria durante el gobierno de Porfirio Díaz, simpatizante del invento, facilitó la difusión de películas por todo el país. Los empresarios viajaban con sus proyectores a los pueblos más remotos para compartir la novedad de la proyección de imágenes en movimiento. Aprovechaban el viaje para captar nuevas vistas del paisaje nacional: pueblos, montañas y haciendas.
Durante la Revolución, los pioneros del cine mexicano encontraron en el ferrocarril un estímulo para desarrollar un peculiar lenguaje cinematográfico como testigos del conflicto armado: atrapaban imágenes de las tropas que avanzaban al lado de la vía del tren, de la muchedumbre que colmaba los vagones o subían sus cámaras en ellos para captar detalles de los protagonistas y la belleza de los campos que dejaban a su paso.
Más que un escenario pasajero, el tren compró boleto en los argumentos de cine para ocupar el lugar protagónico en relatos de amor, expiación y odio. En otras, como un personaje que acompaña a los estelares dando pauta a la historia; separando o reuniendo parejas románticas, llevándose sueños y promesas, ayudando a escapar a individuos nobles de pesadillas bélicas y transportándonos a otras tierras.
En Anna Karenina (1935), Greta Garbo viajará a Moscú y se enamorará de Alexey (Fredrich March); El Expreso de Shanghai (1932) de Josef Von Sternberg, en donde viaja Marlene Dietrich para enamorar a un militante chino y salvar de esa manera a su amante. El tren (1964), de John Frankenheimer, en donde los nazis pretenden robar obras de arte de París. Doctor Zhivago (1965) de David Lena, rodada con locomotoras españolas maquillados como trenes rusos, con la mítica estación de Soria como el punto de encuentro entre bolcheviques y revolucionarios.
Ferrocarriles testigos de historias que se entrelazan, de escapes que atraviesan gélidos territorios, de intrigas y romances nacidos en el interior de un vagón, de paisajes deslumbrantes y símbolo de caminos y destinos por recorrer.