Seguimos preguntándonos quién las inventó
Hay qué tener presente siempre que las palabras son resultado de un proceso. No las inventa nadie... Solitas van cambiando y se van colocando en nuestro vocabulario dispuestas a surgir en cuanto se les mencione... Pero así y todo, ellas, sin querer queriendo, van transformándose o cambiando su significado según el uso que la misma gente les da.
Las causas del cambio pueden ser muchas, incluso puede haber una intención irónica o humorística. Por ejemplo la casa. Casa en latín es domus... Domus mea es mi casa, son mis dominios. Pero entonces alguien en broma, le llama a su casa mi cabaña, mi jacalito, mi humilde morada, aunque sea grande, una casa hecha y derecha. Y en lugar de quedarse domus mea que era lo lógico, la que se queda es casa mea.
En lugar de decir tu cabeza (caput tuo) alguien, en plan de broma le dice la tua testa, tu cacharro o como diríamos nosotros: la maceta. Fabulare era decir boberías y quedó en hablar, el caballus era el matalote, un caballo que daba lástima y sin embargo se quedó.
Y tenemos el caso de rostrum que era el pico de un ave o la trompa de un cerdo... y vino quedando en rostro, la cara de una persona.
Es razonable decir que la palabra vota suplantó a nuptiae porque el aspecto más sobresaliente de una boda son los compromisos que contraen los novios. Vota acabó por significar la boda pero en latín clásico eran sólo las promesas, los votos, cualesquier promesas, no necesariamente las nupciales.
Para el concepto de llegar se adoptó el verbo plicare mucho más concreto y dramático que el neutral pervenire, derivado de venire. Plicare significaba propiamente arribar, llegar por fin a puerto, atracar.
Y clamare no era un llamar así como así, sino un llamar a grito abierto.
El pitaccium, palabra tomada del griego vino a quedar en pedazo en lugar de fragmentum y el pitaccium en realidad era una tira que sobra, un colgajo.
Praecuntare era la forma incorrecta del verbo clásico percontari y no era simplemente preguntar sino someter a un interrogatorio como en una averiguación judicial...
Más o menos lo que sucede ahora con nuestros investigadores, aunque no, no tan terrible.
PREGUNTA DEL PÚBLICO: Don Juan: cuando uno comete una falta ¿ofrece o pide disculpas?, pregunta Pedro Ramón Reyes Maza.
RESPUESTA: Ése es un tema que se ha discutido mucho. El hecho es que cuando cometo una falta puedo disculparme o puedo pedir que me disculpen. La acción del verbo puede recaer en mí o en la persona a quien ofendí. Por eso es tan correcto pedir disculpas como pedir que me disculpen.
Frase deductiva e inteligente para terminar: Cuando una dama dice no, quiere decir quizás; cuando dice quizás, quiere decir que sí; y si dice que sí, no es una dama. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.
Estimado Don Juan.
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