Una barbaridad de barbaridades, son los barbarismos.
Una señora muy impresionada por algo que vio, asegura que ante aquel asombroso acontecimiento “hasta le dió traqueotomía” queriendo decir que le dió “taquicardia” que es un aceleramiento en las contracciones del corazón. La traqueotomía es una incisión, una abertura que se hace en la tráquea a algunos enfermos del aparato respiratorio.
Lo que dijo la señora es una barbaridad y por eso se les llama barbarismos.
Los bárbaros, que existieron en la antigüedad, eran un pueblo primitivo y medio tosco en sus procedimientos. Por eso se nos quedó el término “bárbaro” como una forma de expresar admiración cuando estamos frente a alguien que exagera en sus acciones.
¡Qué bárbaro! exclamamos cuando estamos en presencia de algún tipo que va más allá de los límites establecidos o de nuestras expectativas, como el extinto cantante cubano Beny Moré que hasta le pusieron como mote “el bárbaro del ritmo” porque cantaba con un sabor intenso que nadie más tenía.
O como cuando vemos pasar a una muchacha y le decimos ¡bárbara! aunque probablemente se llame Gertrudis, pero nuestra expresión estaría obedeciendo a la contemplación de sus redondeces, que nos hacen revivir –entre otras cosas- la teoría del movimiento continuo y hasta hacen que se nos antoje comer una gelatina o un flan… Pero será mejor no ponerse en “ese flan” y seguir con el tema.
De bárbaro se deriva pues el nombre de los barbarismos, palabras o frases que constituyen arteras violaciones al idioma, como cuando de repente nos arrancamos diciendo “barbaridad y media” como lo haría un “barbaján” que es como llamamos en México a un “pelado” rústico, poco culto, que no nos inspira confianza, ni tantita.
Los barbarismos surgen solos, nacen del habla popular y de nuestra crónica flojera para pensar. Hay barbarismos que son palabras como ahorita, despacito y prontito, los cuales gramaticalmente son adverbios y los adverbios no admiten, o no deberían admitir el diminutivo, porque son invariables pero invariablemente los usamos así, hasta que nos acostumbramos y los académicos doblan las manitas y terminan por aceptarlos, dándolos por buenos.
También hay expresiones bárbaras como cuando recriminamos a alguien por su “falta de ignorancia” o cuando nos presentamos “personalmente en persona”.
El nombre de los bárbaros viene del latín y éste del griego y quiere decir extranjero o ignorante, y es que en esa época, al escucharlos hablar en su idioma extraño, los veían con despectiva admiración como diciendo “Éstos bárbaros están tan brutos que ni siquiera son capaces de hablar como Zeus manda”.
Estimado Don Juan.
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PREGUNTA DEL PÚBLICO.- En el tema del domingo usted menciona que no es válido decir QUERRAMOS. La pregunta es: ¿será correcto cuando alguien se pregunta ME QUERRÁ? Sergio Aguirre.
RESPUESTA: Sí. El futuro del verbo querer en el modo indicativo es: Yo querré, tu querrás, él querrá, nosotros querremos (no querramos), vosotros querréis y ellos querrán.
Expresión de colmo para terminar: Aquel tipo era tan insoportable, que un día lanzó un bumerang y el bumerang….¡nunca regresó! ¿Cómo dijo? ¡LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA!