Del ocio, el negocio
y la palabra dioquis
Los latinos, como se les llama a los romanos antes de que se les ocurriera fundar Roma, llamaban otium al tiempo libre, el que no se dedicaba a las actividades políticas o a las ocupaciones militares.
El otium –que ahora nosotros llamamos simplemente ocio- los romanos lo dedicaban a la lectura, al estudio, a las ocupaciones intelectuales que para ellos no eran causa de fatiga excesiva.
Ahora, si al otium le anteponemos un prefijo de negación, entonces nos queda el neg-otium… el negocio.
El neg-otium, ese sí, era para andar en la guerra, en el foro, en la vida activa. Mientras que el otium era para dedicarse a actividades más bien tranquilas, no tan agitadas…
Hay qué aclarar, sin embargo que la negación del ocio, o sea el neg-ocio en sus orígenes, no es necesariamente la actividad productiva industrial o comercial como la conocemos ahora.
El negocio originalmente es la ocupación, el estar haciendo algo y no dedicarse de tiempo completo a rendirle culto al producto gallináceo más conocido popularmente como huevo.
Yo creo, aunque no he podido encontrar las evidencias, que la expresión de oquis tiene sus orígenes por el mismo rumbo. El diccionario nos dice que oque es una propina, una compensación espontánea y entonces, actuar de oquis sería hacer algo sólo por la propina.
Fuimos nosotros los usuarios del idioma, quienes a través de la costumbre, transformamos la expresión de oque en de oquis y por eso no es difícil pensar en que haya una relación con el otium porque estar de oquis pues es estar de ocio, o de ocioso, no tener nada qué hacer.
Lo curioso es que el otium del latín, en griego viene a ser schole que al español se traduce como escuela. ¿O sea que iban a la escuela nada más a estar de ociosos? No, para nada.
Es que ya le decía a usted que para los latinos, como para los griegos, el ocio no era la flojera o la inactividad total. Era el tiempo que dedicaban a actividades tranquilas como leer o estudiar, ¿y qué se va a hacer a la escuela? Pues a eso, a leer y a estudiar, a menos de que sea usted o no el clásico fósil de alguna de nuestras universidades, pero normalmente a la escuela se va a leer, a estudiar, a aprender y a investigar.
Escríbale a Don Juan Recaredo:
Escriba a mi correo electrónico y plantee las dudas que tenga acerca de los usos del lenguaje. Con todo gusto trataré de aclararlas. La dirección de correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
PREGUNTA DEL PÚBLICO.- Federico Pineda de Guadalupe, Nuevo León exclama: Por fin, ¿cómo se dice: ¿finaaancia o financííía? ¿con acento o sin acento en la í?
RESPUESTA. Financiar se conjuga como cambiar. Cuando se le venga la duda, usted mismo pregúntese: ¿Cómo se dice, él cambia o él cambííía? Verá que de inmediato se contesta: ah, pues se dice él cambia. Bueno pues también se dice él financia. La misma regla se aplica a los verbos diferenciar, negociar y evidenciar. No se dice él negocííía, ni él diferencííía sino él negooocia, él dfereeencia y así sucesivamente.
Frase que parece queja para terminar: La esposa del maestro de natación a una amiga: -¿Sabes lo que hace mi esposo todo el día? ¡Nada!- ¿Cómo dijo?… ¡LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA!