A mí me gustaría la solemnidad, si no fuera tan solemne
El humor es buen vehículo
para crítica perenne.
Casi todo lo solemne
resulta cursi o ridículo.
Por ejemplo, un buen artículo
lleno de solemnidad
da impresión de vaciedad
y para mí es un misterio
pero cuando escribo en serio
sólo causo hilaridad.
Tal vez usted conozca o haya oido hablar de Don Francisco Liguori, uno de los personajes más conocedores del uso del idioma en México. Don Panchito aparecía en aquel inolvidable programa de televisión “Sopa de Letras” del Canal 13 de México, el cual estuvo al aire algo así como 16 años. Ahí mismo, en cada programa, Don Panchito Liguori improvisaba sus versos, haciendo gala de ser un excelente humorista y rimador. Y a propósito de saber reirse de sí mismo Don Panchito solía decir esta décima en la que se burla solemnemente de la gente solemne.
A mí me sucede algo parecido: por más que le busco utilidad práctica a la solemnidad no se la encuentro. Me refiero, por supuesto, a la solemnidad práctica, principalmente a lo que se refiere a la gente que se toma demasiado en serio.
Andando en esto de los comentarios acerca del uso del lenguaje, no falta quien se acerque ocasionalmente y le haga a uno la observación de que comentamos las cosas del idioma con demasiada ligereza y que el idioma es cosa seria… pero ¿por qué? ¿por qué, por qué, por qué, por quééé?
Mire… de veras. Le juro que yo sería muy solemne si no fuera porque me gana la risa, como diría mi admirado Germán Dehesa.
En primera, ¿qué es lo solemne? Pues es lo formal, lo que sigue estrictamente las normas establecidas por el uso y la costumbre. El ejemplo más patético es una boda y empieza desde que los papás de Pancho van a “pedir” a Lupita, van a pedir su mano y sigue interminable la lista de cosas hasta los rituales de lanzada de ramo y aventada de liga en la fiesta, para propósitos que nunca se cumplen o para deseos que frustrados estaban y siguen en la frustración por los siglos de los siglos.
La gente solemne suele ser, además de formal, muy pomposa en todo lo que hace… todo lo celebra con mucha pompa y circunstancia… Es vital saber reirse y más vital aún saber reirse de sí mismo. Esa es toda una filosofía, una actitud ante la vida que nos ayuda a sobrellevar la carga… Pero ¿ya ve usted? Me estoy poniendo solemne y al hacerlo me contradigo. No es el caso ni el propósito.
Yo creo que el buen uso de la lengua, digo, el manejo adecuado de nuestro idioma, es un tema interesante que puede ser ameno y divertido aún para aquellos que tienen “linguofobia”, palabra que acabo de inventar para designar el horror enfermizo que algunos le tienen a la lingüística. Por eso, cuando un amigo me acusó de violar la seriedad que tiene el estudio del bien hablar y de querer imitar a Eugenio Derbez, yo nada más le contesté: ¡Pregúntame ca….!
Escríbale a Don Juan Recaredo:
Escriba a mi correo electrónico y plantee las dudas que tenga acerca de los usos del lenguaje. Con todo gusto trataré de aclararlas. La dirección de correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com
Y si le interesa el tema de las palabras, le recomiendo los libros, “Cómo Dijo I”, “Como Dijo II”, “Cómo dijo IV”, “El Bien Decir I”, “El Bien Decir II”, “Por si las dudas” y “El Diccionario para Uso Diario”, todos con el singular estilo y el humor de mi querido compadre Ricardo Espinosa. Pídalos a libros@comodijo.net o bien llamando al teléfono 0181 8317 8659 y se los mandan hasta la puerta de su casa, en cualquier ciudad del País.
PREGUNTA DEL PÚBLICO.- Raúl Tovar Hernández me envía una serie de reflexiones muy acertadas acerca de los géneros. Entre otras cosas comenta que muchos sustantivos que principian con “a” tónica tienen género masculino en singular y femenino en plural: El agua, las aguas, el ala, las alas, el arpa, las arpas, el águila, las águilas, el alma, las almas, etc.
RESPUESTA. Es correcto. La única observación que le haría a esa parte de su mensaje, es que estos sustantivos en singular no cambian de género. Se les pone el artículo masculino para que no haya cacofonía al decir por ejemplo la-agua. Se les cambia el artículo pero siguen perteneciendo al mismo género.
Definición para terminar: Diplomacia es saber decir en tono dulce ¡qué bonito perrito! mientras encuentras una piedra… ¿Cómo dijo? ¡LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA!