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Las Palabras tienen La Palabra

Juan Recaredo

Lo peor de las cucarachas es el nombre

Aunque haya quien no quiera reconocerlo, las palabras tienen su propia personalidad, y si aceptamos ese principio también tenemos que aceptar que hay palabras bonitas y también palabras feas.

Porque no me va a decir usted que la palabra cacatúa es una palabra bella. A pesar de que –paradójicamente- la cacatúa es una ave de bello plumaje. Le pasa algo similar a lo que sufre su hermana la chachalaca con ese nombrecito que la ridiculiza tremendamente.

Irónicamente, ya viéndola “en persona” nos damos cuenta de que la chachalaca también es una criatura muy hermosa, que el hecho de que su naturaleza sea algo alharaquienta, no la hace merecer ese degradante nombre.

Lo que pasa es que los de estas aves son nombres onomatopéyicos. ¿Y eso qué quiere decir? Onomatopéyico es aquello que se escribe o se forma describiendo un sonido, en este caso el sonido característico de estos animalitos que no es muy armónico ni es muy agradable al oído.

Así que si usted le dice a una dama: “señora, es usted como una cacatúa” o “tiene usted un asombroso parecido con una chachalaca”, pues la señora –aunque nunca en su vida haya visto a una cacatúa ni a una chachalaca- no va a entender que le está diciendo así porque parezca estar cubierta por un bello plumaje sino porque el sonido de su voz semeja el de una de estas ruidosas aves.

Existen muchas otras palabras feas como la palabra cucaracha que a muchas personas, con sólo oírla, les hace crisparse porque se imaginan tener cerca de ellos a uno de estos asquerosos insectos.

En general las palabras que se asocian con cosas desagradables, son desagradables, tal es el caso de las que se relacionan con la muerte como autopsia, cadáver, morgue o ataúd, o las que se refieren por ejemplo a desechos orgánicos como excremento, excusado, diarrea, vómito o enema e incluso la forma técnica para llamarle a lo que popularmente se conoce como “la popó”, y que para la ciencia son heces fecales. El sólo oír esos vocablos nos hace exclamar ¡guácala! Y no faltará alguien que nos reprenda con el clásico “ahorita no hablen de eso, ¿qué no ven que acabo de comer?”

Imagínese a un muchacho que interrumpe un momento romántico-poético con su novia para decir: espérame un momentito, mi amor, es que ya no me aguanto las ganas de zurrar.

O que la chica le dijera; fíjate puchunguito que hoy no voy a poder salir contigo porque traigo una diarrea muy fuerte, yo creo que me hicieron mal unos tacos de mollejas que me comí ayer en la oficina. Y si en vez de decirle que trae diarrea, le dice “es que traigo chorrillo” pues entonces ¡peor! Con sus palabras feas hace que el chavo que la tiene idealizada, se la imagine sentada en el excusado y con la cara contraída por el malestar estomacal o quizá por el olor que despiden sus propios desechos. ¡guácala y re contra guácala!

Escríbale a Don Juan Recaredo:

Escriba a mi correo electrónico y plantee las dudas que tenga acerca de los usos del lenguaje. Con todo gusto trataré de aclararlas. La dirección de correo electrónico es donjuanrecaredo@gmail.com

¡EL TEMA DE LAS PALABRAS! Si le interesa el tema de las palabras, le recomiendo los libros, “Cómo Dijo I”, “Como Dijo II”, “Cómo dijo IV”, “El Bien Decir I”, “El Bien Decir II”, “Por si las dudas” “El Diccionario para Uso Diario” y uno nuevo: “Humor es la Palabra”, todos con el singular estilo y el humor de mi querido compadre Ricardo Espinosa. Pídalos a libros@comodijo.net o bien llamando al teléfono 0181 8317 8659 y se los mandan hasta la puerta de su casa, en cualquier ciudad del País.

Acusadora sentencia para terminar: El vino es inocente. El culpable es el borracho. ¿Cómo dijo? LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA.

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