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Las peras del olmo

Hora Cero

Roberto Orozco Melo

Alan Greenspan, hasta hace poco presidente de la Reserva Monetaria Federal de los Estados Unidos, publicó una memoria de lo que fue su vida y experiencia en medio de las finanzas públicas en el país más poderoso del mundo.

Un oportuno párrafo del texto de Alan Greenspan podría haber sido dirigido al presidente de la República mexicana, Felipe Calderón Hinojosa: “Es típico que, en momentos de gran urgencia nacional, todo congresista sienta que tiene que proponer una ley; (y) los presidentes también notan la presión para actuar. (Pero) En esas condiciones (sólo) pueden obtenerse políticas miopes, ineficaces y a menudo contraproducentes”.

Este párrafo previene contra las decisiones inconsultas o apresuradas sobre una situación excepcional, como la que vive ahora el país y su Gobierno con la guerra al narcotráfico. Sin quererlo, Greenspan nos hace reflexionar en los últimos sucesos dentro de la confrontación ciudadana con las autoridades policiacas y judiciales del Gobierno.

Y es inevitable que recordemos en este marco el doloroso asesinato del joven Martí, cuyo padre, don Alejandro, dejó helados a los concurrentes a la sesión de análisis celebrada sobre los riesgos que enfrenta la sociedad mexicana por causa de la inseguridad pública, “Si no lo pueden hacer (corregirlo) en tres meses, que renuncien”, dijo Martí y así concluyó su vibrante comentario.

La respuesta presidencial devino en forma inmediata, discreta y comprometida. Sí, lucharemos por lograrlo, dijo en esencia el presidente Calderón y convocó a una enésima reunión para analizar el referido problema y abordar las soluciones más efectivas y veloces.

Conocemos muchos casos de gobernantes que han reaccionado al bote-pronto ante los problemas económicos, políticos y sociales cuya atención les exigió el país: casos en que, como hoy, se ha evidenciado la ausencia de un estado jurídico, observancia del derecho, la impartición de la justicia y el mantenimiento del orden. En aquellos casos los estadistas ofrecieron ejecutar de inmediato acciones certeras que, obviamente, jamás constató la sociedad; sin embargo, nadie se había atrevido antes a emplazar al jefe de la República con las contundentes exigencias expresadas por el señor Martí y mucho menos a fijar un plazo definitivo para que ponga orden en la casa: “Si no lo pueden hacer en tres meses, ¡que renuncien!”...

Es comprensible el profundo dolor de la familia Martí, tan fielmente expresado. Es compartible su desesperación ante la impunidad, muchas veces certificada en otros casos delictuosos; es perceptible la desconfianza generalizada en la ley, lo cual ya casi es un dogma porque muchos ciudadanos han sufrido o han sido testigos de ilícitos o conocen otros que permanecen sin presunto responsable, sin averiguación previa, confesión de culpa y sin un expediente incoado para el trámite del proceso y definición de la pena en caso de culpa.

Fue de agradecer a la buena crianza del presidente Calderón que haya reaccionado con suma cordura ante la acelerada demanda de justicia del acongojado padre de familia quien, razonablemente, ya no puede creer en la justicia ni en las promesas políticas.

Sin embargo, el presidente Calderón no pudo entonces dar al afligido padre de familia la serena explicación sobre el imposible solicitado en el plazo exigido, en vez de asumir el justo, pero exaltado envite de don Alejandro a comprometerse en un término específico para la solución global del problema en cien días contados.

Si bien su alto cargo obliga al mandatario a satisfacer las demandas ciudadanas en todo lo posible, la determinación de plazos fijos, cortos o largos, para acabar con el narcotráfico y otros crímenes sólo pueden ser exigibles a y por la judicatura.

Respetar las leyes y hacerlas respetar es obligación de todos, del presidente para abajo; pero hay que entender que los enredados problemas del narcotráfico, los secuestros, el asalto con violencia y otros delitos de la misma laya son por su naturaleza, aún alegando el derecho del Estado y del pueblo a tomar venganza legal, un asunto de tracto largo y plazo posible. No debemos esperar peras del olmo, ni ofrecer bajarlas cuando no hay escalera para alcanzarla ni tijeras para cortarlas. Al tiempo...

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