Hace tiempo tuve la oportunidad de saludar a mis amigos de la preparatoria; algunos con vientres abultados, otros con manifiesta calvicie, todos con las marcas en la tez por las experiencias que deja la vida; muy contentos de poder reencontrarnos, aun con la tristeza de recontar a quienes ya murieron.
Buena oportunidad para repensar lo vivido y hacer balance de la vida.
Debo escribir, con gusto, que casi todos ellos han logrado entender el fin último de la existencia: crecer como seres humanos, hasta trascender en vida y más allá, si creemos en ello.
Para el evento contamos con la asistencia de dos profesores, muestra de aquellos que profesando la educación dejan marcas que identifican. Sin duda, ellos entregarán excelentes cuentas al final de sus días.
Uno de ellos, el doctor Lorenzo González Keeper, compartió una profunda reflexión, analizando la historia del mundo y el cómo han aparecido imperios para luego derrumbarse, dejando reglas de “civilización” que hasta ahora han sido piedra fundamental de nuestro comportamiento occidental.
Nos recordó –como en clases– cómo se fundaron las ciudades de los pueblos primitivos: Sumerios, Asirios y Babilonios, haciendo la retadora pregunta: ¿qué fue de ellos?
Igual sucedió con el resto de los imperios y se empieza a evidenciar en los actuales de occidente, que poco a poco muestran decadencia.
En cuestiones de religión y fe vemos el mismo proceso; la cristiana nace en Oriente Medio, influenciada por las tradiciones judías y éstas de las egipcias, que a su vez las heredaron de los babilonios; corre por Europa y llega a América. ¿Dónde están todos esos fieles que han desaparecido en esas naciones? Don Lorenzo, “el Mate”, comentó: “ahora sólo quedan unos pocos centenares de católicos en Jerusalén”.
La sociedad, soportada en la familia, está sufriendo los efectos de esa Ley del Péndulo: aquellos grupos con cabezas de familia y vástagos, sólidos y fuertemente integrados, particularmente los del mundo hispano, vivimos un proceso reversible y, ante las influencias de formas de vida extrañas, cada día estamos más desintegrados; los padres ya no atienden igual a los hijos, las madres trabajan y se retiran hasta de la lactancia.
Los hijos retan la autoridad y tienen menos recuerdos de unidad con el resto de los seres queridos.
La vida religiosa está cambiando y los cristianos luchan por propagar la fe en un mundo más interesado en valores materiales y sensualidad; como ejemplo tome a la Iglesia Católica, que en cada oficio religioso insiste en la oración de los fieles para pedir más vocaciones sacerdotales.
Esa misma Ley del Péndulo, hace que las cosas regresen a donde comenzaron; si usted piensa que hay menos cristianos en el mundo, se equivoca: en regiones como Asia y China, la propagación de la creencia monoteísta es cada vez mayor y sumando, terminamos contabilizando más fieles que en cualquier otro tiempo.
Si la injusticia, evidenciada por la pobreza en el mundo occidental es muestra de decaimiento, el resurgimiento económico de países de Oriente y de Asia, hacen guardar esperanza.
Tome en cuenta que hablamos de la raza humana, no de etnias en particular.
Para los catastrofistas, la ONU da cifras que evidencian la disminución del Sida a nivel mundial; otra señal de regreso del péndulo.
Queda por resolver el reto de la productividad distribuida; no se trata de empobrecer a los ricos sino acabar con más pobres; entregar oportunidades –que seguramente se aprovecharán– para alcanzar mejores condiciones de vida, encontrando respuestas a temas tan arduos como la paz y la justicia, con adecuada distribución de bienes de consumo y hasta entretenimiento.
De nuevo aparece la receta que poco hemos atendido: el servicio al prójimo –no servirse de él– como parte importante en la misión de vida; me dejó muy gratamente impresionado la respuesta de todos los asistentes, ante el recordatorio de la responsabilidad social compartida.
Debo comentarle que de mi persona, se refirió el doctor González Keeper, utilizándome como ejemplo de su idea de mensaje preguntando: “¿cómo ser rector para el bien de la universidad?; ¿cómo orientar al director, al profesor, para que motiven a los estudiantes a buscar ser buenos?” Buen reto para el caso particular.
Finalmente, el profesor Rubén Sámano, sentenció ante los asistentes: “el mundo se puede ver con los ojos de carne, con los ojos de la razón; lo último: verlo con los ojos de la fe”.
Sin duda que la enseñanza del señor Sámano, puede aplicarse no sólo a los creyentes, también a los incrédulos, transformando la aplicación de la palabra “fe” al campo terrenal y la responsabilidad del servicio que todos debemos compartir, haciéndola valer con hechos.
Siguiendo con la Ley del Péndulo, elijo ser positivista y pensar que estamos a punto de regresar a las mejores formas de vida. ¿Usted qué piensa? ydarwich@ual.mx