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Llegar a Marte

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

La semana pasada, después de diez meses de vuelo y recorrer varios cientos de millones de kilómetros, la sonda Phoenix de la NASA se posó grácil y suavemente en la zona polar de Marte. Lo que ya es mucho decir: la mitad de las misiones con destino al planeta rojo han terminado de fea forma, a veces por defectos de diseño de las máquinas, en ocasiones por los imprevistos hallados en un mundo cuyos secretos no conocemos completos ni por mucho.

En este caso, la Phoenix tiene como objetivo determinar si hay agua en aquel planeta en cantidad y calidad suficiente como para pensar en un futuro lejano en la instalación de una base terrícola autosuficiente; y para saber si hay que buscar vida marciana que tuviera como sustento el hache-dos-o, como ocurre con casi toda la que se da aquí en la Tierra.

Éste es el último de una cadena de éxitos que ha venido cosechando la NASA en su exploración del planeta nombrado en honor del dios de la guerra. Usando el ingenio y la imaginación, la venerable agencia espacial norteamericana ha colocado sobre el planeta o en su órbita aparatos versátiles, aguantadores y, lo más importante, baratos. Que nos han dado perspectivas más amplias de este mundo hermano que otras misiones mucho más caras y espectaculares, como las Viking de hace treinta años.

A medida que el programa del transbordador espacial vaya entrando en su fase de desguace, la NASA tendrá que enfocar sus baterías a otro tipo de misiones y objetivos. Para muchos, la exploración planetaria debería ser una prioridad. Y ello se puede conseguir con procedimientos baratos y sin necesidad de arriesgar vidas humanas: luego de dos desastres, lo último que se desea es poner en la línea a más astronautas.

Claro que primero tiene que quedar completa la Estación Espacial Internacional, que parece construida por el Gobierno de la Gente, ya que lleva como siete años de retraso en estar terminada. Y se seguirán requiriendo los torpes afanes humanos para ciertas chambas, ciertos procesos. Pero el futuro de la exploración espacial estará más en manos de R2-D2 que en Han Solo.

Lo que es una decepción para mucha gente, que siente no hay emoción en los éxitos de un cacharro con finta de horno de microondas. Pero como que ya sabemos lo que cuesta la euforia triunfalista, y las agencias espaciales de todo el mundo han decidido andarse con pies de plomo. Una vez que los armatostes hayan cumplido sus funciones, ya se verá si serán seguidos por fulanos de carne y hueso.

Y por eso, amigo, quizá ni usted ni yo lleguemos a ver lo que, cuando niños, dábamos por hecho: la presencia humana en Marte. En fin. Quizá sea para mejor.

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