¡Feliz año nuevo! No, no estoy delirando; ni he ingerido sustancia psicotrópica alguna. Lo que pasa es que hoy empieza un nuevo año… de acuerdo con el calendario chino. Y según como ellos hacen esas cosas, resulta que el que empieza será un Año de la Rata.
Al respecto podemos hacer varias reflexiones.
La primera de ellas es que este tipo de acontecimientos nos recuerdan que quienes pertenecemos a pueblos cristianos occidentales, quienes tenemos ciertos usos y costumbres con raíces en la vieja Europa, somos una absoluta minoría en este planeta. Empezando porque una mayoría ni es cristiana, ni escribe con el alfabeto latino, ni tiene por qué andar contando los años de acuerdo al nacimiento de Jesús. Los musulmanes tienen su propio calendario, los budistas el suyo y los chinos, como vemos, el propio.
Por otro lado, el calendario chino también nos recuerda que en la antigüedad se le daba una gran importancia a cómo se organizaban los fenómenos cósmicos. A nosotros se nos hace fácil considerar como útil un calendario exclusivamente solar; y decimos que un año es el tiempo que tarda la Tierra en darle toda la vuelta en torno al Sol. Lo cual está muy bien. Pero con ello dejamos de lado a otro compañero de vecindad: la Luna.
Muchas civilizaciones tomaban como referencia no sólo al Sol, sino también las fases de la Luna. De manera que era una combinación del calendario solar con el lunar lo que determinaba el inicio de un nuevo ciclo. Por ello el Año Nuevo Chino no empieza siempre el 7 de febrero ni mucho menos: varía año con año, dependiendo de en qué fase se halle la luna tras el periplo de nuestro planeta en torno al Astro Rey. Es por la misma razón que la Semana Santa se anda moviendo de un lado para el otro cada año: porque para determinarla se sigue un calendario lunar y solar, herencia del judaísmo… religión que por cierto tiene su propia manera de contar los años.
En pleno siglo XXI sigue siendo una creencia muy extendida que la existencia humana está determinada por cuando nace uno. Y se supone que hacerlo en un Año de la Rata no es benéfico. Uno puede resultar… precisamente: rata, político o ladrón. Por eso muchas mujeres en el Lejano Oriente programaron cesáreas para los días previos al presente: de esa manera, sus críos no nacerían bajo un signo considerado infausto.
Para colmo, la entrada del nuevo año estuvo precedida de grandes calamidades en China. El peor invierno en cincuenta años le echó a perder a millones la única oportunidad en muchos meses de poder viajar a visitar a parientes y amigos. Mal principio para un ciclo que, según la sabiduría popular, no presagia buenas cosas.
Por cierto: habría que ver cuántos de nuestros políticos nacieron en Años de la Rata. Me suena a que han de ser muchos.