Somos 76 millones de habitantes de lo urbano que ansiamos seguridad al salir de nuestras casas. Encontrarnos con calles donde nadie quiera asaltarnos, secuestrarnos para después mutilarnos o asesinarnos. Exigimos cuerpos policíacos que estén de nuestro lado, sin que nos extorsionen, ajenos y contrarios a su constante colaboración con el hampa. Aspiramos a caminar por senderos limpios de basura y de mendicidad; rodeados de iguales que se sepan respetados en su integridad y en su patrimonio. Necesitamos en lo individual como en lo colectivo, sabernos dueños del trato digno, honesto que encontraremos en las autoridades encargadas de administrar todo lo relativo a la justicia: agentes del ministerio público, abogados y jueces. Nos urge sabernos empleados en trabajos remunerados de acuerdo a nuestra capacidad y de innegable utilidad para la sociedad en que nos desarrollamos. Queremos llevar a nuestros hijos a escuelas donde los enseñen a pensar y a discernir en lo complejo para después asistirlos en los caminos que lleven al amor por la ciencia, la historia del hombre y la pasión por el conocimiento. Sabemos que el complemento ideal es el inmenso curso de civismo que debiera comenzar por un sindicato de profesores limpio, transparente, permanente rendidor de cuentas y acrecentador de nuevas capacidades docentes. Nada se logra si los 23 millones de connacionales que viven en y para el campo no cuentan con los suministros e implementos necesarios para darnos de comer a todos. De ahí se desprenden numerosas consecuencias a las que debemos atender sin demora. Somos más de un centenar de millones de mexicanos los que necesitamos contar con un sistema de atención social semejante a los países escandinavos, para ello, cobramos conciencia de que debemos ser muchísimos más los que paguemos impuestos equilibrados. Sin que nadie se abstenga de esa participación. De sobra basta decir que el primer paso será ver la contraprestación de servicios eficientes que las autoridades nos deben. Nuestros transportes colectivos debieran ser eficaces y suficientes. A la palabrería de legisladores bien le vendría que cambiarían su desgastado verbo por una acentuación mayor en lo que leen y aprueban sin ver. Diputados y senadores profesionales, representantes reales de nuestros intereses, es lo que les pedimos a cambio de tantas y tantas de sus llamadas prerrogativas. Estamos hartos de su cortedad de miras y de sus muy personales intereses. Una camada de políticos nuevos, jóvenes de corazón y entendimiento social nos apuran. Los partidos políticos, chicos y grandes, todos, se han constituido en fardos insostenibles para una sociedad a la que tienen harta. Ya basta de actitudes enanas y ridículas. Necesitamos legisladores y funcionarios probos, trabajadores y sensatos al igual que una corte en realidad superior de la nación que brinde ejemplos estelares de dignidad y ética mirando por el interés general en todo momento. Falta enorme es la que promueve una televisión comercial chabacana en la que las necesidades educativas son siempre postergadas y arrinconadas por la creación de necesidades artificiales de consumo. No es menor nuestro anhelo de obtener un rango decisivo en la limpieza de nuestro medio ambiente. Ni los ríos ni la cuenca ribereña deben seguir siendo basureros; ni la tala de bosques un jugoso negocio. Porque lo necesitamos y merecemos, en el 2008, seamos realistas y pidamos lo imposible.
Escritor y periodista