Al hacer un balance sobre el acuerdo comercial en los pasados tres lustros, México sólo ha logrado exportar mano de obra calificada, la cual se puede considerar como el sustento del desarrollo económico del sector primario en los Estados Unidos. Por lo anterior nuestro país se encuentra en un proceso de despoblamiento, desempleo y empobrecimiento, lo que ha provocado el fenómeno de la migración que opera como “Válvula de escape” para mantener la paz social.
Nuestros productores han crecido pero no al ritmo de nuestros vecinos del norte en materia de productividad y tecnología, ya que México pasó de producir 1.7 ton/ha a 2 ton/ha y Estados Unidos de 7 ton/ha a 8.9 ton/ha; además en nuestro país existen 3.8 tractores por cada 100 trabajadores agrícolas, mientras que en los Estados Unidos hay 1.7 maquinas agrícolas por cada trabajador del campo.
México está perdiendo su soberanía alimentaria por una mayor dependencia de las importaciones que han generado una gran fuga de divisas. Sólo en granos y oleaginosas México importó $30 mil millones entre 1994 – 2002. El desempleo crece en forma alarmante en el campo. Según datos de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, la pérdida de empleos es de 1.78 millones y de ellos casi 600,000 se relacionan con productores de granos básicos; por lo mismo la pobreza se ha incrementado, según cifras oficiales; el 69.3% del total de la población en el campo es pobre.
El TLCAN ha transformado la historia de nuestra agricultura mexicana; ahora la vida en el campo para la gran mayoría de los productores está en duda que les sea rentable y duradera. Las organizaciones de productores pequeños, medianos y empresarios maiceros, soyeros, trigueros, frijoleros, arroceros, paperos, algodoneros, manzaneros, porcicultores, ganaderos, etc., que representan la mayoría de los agricultores y ganaderos del país, piden porque se renegocie el Tratado, ya que ellos no pueden competir con los productores extranjeros. Por lo mismo, nuestro país día con día se hunde en la dependencia alimentaria y por consiguiente financiera; se ha dado una disminución en las libertades y han aumentado las desigualdades de nuestros productores mexicanos.
Actualmente la mayor concentración de la producción de alimentos está en pocas empresas, lo que facilita el manejo monopólico de los inventarios y de esta manera se propicia la especulación, situación que lleva al pago de precios bajos al productor y altos para los consumidores y afecta a los contribuyentes, pues son necesarios mayores subsidios.
México no tiene una política para enfrentar la situación anterior: no tenemos reservas estratégicas, no hay financiamiento, no hay certidumbre sobre la continuidad de Procampo.
Es más sabido que la base de la alimentación del pueblo mexicano es el maíz y el sustento de millones. Hoy todo ello queda en riesgo con la apertura total de nuestras fronteras a granos extranjeros. Por mencionar la pasada crisis de la tortilla, demostró cuán frágil es nuestra situación. El incremento del precio del maíz causó un sobreprecio de la tortilla del que aún no se sobreponen las familias mexicanas.
Cuando se firmó el TLC en 1992 la expectativa era que la apertura comercial, de las inversiones y los servicios, generaría una dinámica económica positiva que impulsaría el crecimiento económico y la creación de empleos. No sucedió ni lo uno ni lo otro. Con la apertura del TLC aumentaron de manera considerable las exportaciones de grandes empresas mexicanas y transnacionales instaladas en territorio nacional, de manera tal que ha habido un cambio estructural en la economía. Aumentaron las inversiones extranjeras la mayor parte no productivas o que adquirieron empresas ya existentes, se elevó de manera considerable el comercio.
A lo largo del tiempo no ha habido cambio en el crecimiento económico del país; éste ha crecido menos que la población económicamente activa. No se han creado los empleos necesarios para absorber la mano de obra que debiera integrarse a los mercados laborales cada año. Es decir que en términos reales la economía decreció. Las expectativas en 2008 son de un crecimiento de 3.3 por ciento, mientras el promedio de crecimiento para el año en América Latina es de alrededor de 5.5 por ciento. En el campo la situación es mucho peor.
Después de 20 años del Neoliberalismo, la figura del campesino se ha desdibujado. No sólo por la marginalidad en el parte alimentario, la descomposición de su forma productiva y su debilidad política; sino también por la exclusión que enfrenta como protagonista de las teorías sociales contemporáneas. El abaratamiento nacional de los alimentos como mecanismo para incrementar la cuota de explotación, ya no tiene la relevancia que guardó en la posguerra. Esto ha generado por tanto, que la presencia de los campesinos como productores de alimentos baratos, ya no forme parte de los mecanismos de reproducción del capital. Por tal razón el nuevo imperialismo del despojo ha convertido al campesino en un transgresor del sistema por el solo hecho de intentar producir y vivir de su parcela. Lo que en otra época fue su condición de ser y su carta de ciudadanía, hoy se ha convertido en una transgresión al poder. A los campesinos no les queda más remedio que asumirse como pobres, ya que se les ha despojado no sólo de su excedente y su valor, sino de su integración productiva y de su identidad. No tienen más un lugar en el sistema económico como productores, la gran mayoría de éstos están pasando a ser simples consumidores.
El cambio estructural de la economía ha tenido grandes costos para el mercado interno. En 14 años de TLCAN han quebrado millones de empresas pequeñas y medianas que eran la columna vertebral de la economía, lo que ha repercutido negativamente sobre el empleo formal. Por lo tanto La crisis económica del campo ha sido permanente. Sólo los grandes productores exportadores han obtenido considerables ganancias. El campo está quebrado, la pobreza ha expulsado a millones hacia las ciudades o al exterior. El sector rural sufre un despoblamiento que puede considerarse ya estructural.
Lo que es evidente es que los productos del campo en México no pueden competir con los de Estados Unidos, no puede haber una competencia equitativa.
Por ello, aunque el futuro ya nos alcanzó, sería necesario hacer valer la cláusula del TLCAN que establece que la apertura no tendrá lugar cuando ésta pueda afectar negativamente a la economía de uno de los países.