Esto debe grabarse en el anverso de una charola de plata, como galardón que se entrega a quien pretende ocultar sus propias deficiencias. En días pasados el gobernador de Durango enfatizó que quien no tenga que ver con actividades delictivas “no debe tener temor a nada, es un problema entre grupos del crimen organizado”, creo que olvida que los hechos están ocurriendo precisamente en territorio en el que la ciudadanía votó para que se responsabilizara de la calma que debe imperar en su entorno. Es como aseverar que no debemos exigirle peras al olmo. Los vecinos que conforman esa sociedad no pueden ver con buenos ojos que el mandatario se muestre renuente a cumplir con el deber de mantener la tranquilidad social, escudándose en que es cosa que deben atender corporaciones que no están bajo su mando. Dígaselo a los habitantes de la otrora sosegada villa de Lerdo, que se vieron con el corazón a punto de saltarles por las bocas, tendidos en el suelo, ante una tupida balacera. Dios Santo ¿cuándo se había visto eso?.
El gobernador de Durango, Ismael Hernández Deras, es un buen gobernante que se ha distinguido por impulsar las actividades de sus coterráneos, habiéndose singularizado, hasta ahora, por su seriedad, aunque en ocasiones haya echado por la borda la función que le corresponde realizando declaraciones poco creíbles, como en aquella ocasión, en que parte de su comitiva que lo resguardaba fue desarmada en pleno descampado por una gavilla, aseverando que su personal no traía consigo ni tan siquiera una resortera o bien, cuando una corporación tuvo que retroceder en pleno Centro de la ciudad de Durango ante un grupo de malhechores que habían efectuado un secuestro. El caso es que cuenta con un record político que le favorece en lo que a la Administración estatal se refiere. Ha sido un motor en el desarrollo de la entidad a su cargo.
Es natural que pida a los laguneros que se dediquen a actividades buenas y normales. Mas eso no lo libra de su responsabilidad de mantener la paz y la tranquilidad dentro de los límites geográficos que corresponden a su entidad, congratulándose de que no haya bajas producidas por la actuación de grupos delictivos, -lo que es un síntoma de que no han querido, por que la verdad es que nadie se los impide-. Es cierto, nada deben de temer los ciudadanos, pero ¿lo sabrán los forajidos? A gritos, Hernández Deras pide la presencia de los elementos del Ejército, que es un cuerpo federal, olvidando que la entidad a su cargo, goza de una autonomía que significa debe rascarse con sus propias uñas. Que si no tiene una Policía diestra, capaz, bien pagada, con moderno armamento, que si acaso sus cuerpos policiacos son corruptos, la culpa no es de nadie sino del Gobierno a su cargo.
Los gobiernos de los estados están recibiendo los excedentes del precio en que se cotiza el petróleo en el mercado internacional, era la hora en que con ese dinero o con otro debieron inmunizar a sus policías para evitar que sean cooptadas por organizaciones criminales. Lo cierto es que no se les inculca una mística de servicio. Esos uniformados, mal pagados, pésimamente instruidos, a los que se les proporciona un arma de fuego, están fuera de época. Los tiempos en que, rollizos guardianes, se escondían detrás de los arbustos para atrapar parejas de novios o detener borrachitos que usaban un árbol como urinario, han quedado atrás. Hoy se requiere una Policía moderna, capacitada. Que reciba el buen ejemplo de sus superiores. Que esté imbuida de un espíritu de servicio. Que tenga la consigna de cuidar los intereses de la sociedad. Hay policías federales, estatales y municipales, la Ley no distingue, al decir que la obligación de proteger y dar seguridad a la comunidad es de todos los cuerpos. Es cierto lo que dice el pintoresco alcalde, de ciudad Lerdo, los laguneros, “no estamos asusta’os”. Diremos que cuando mucho, enmudecidos y desconcertados.