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Los datos del empleo

Salvador Kalifa

El Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reconoció hace unas semanas que los datos del número de sus afiliados proporcionados durante los pasados diez años, utilizados como indicador del empleo, estaban equivocados.

El organismo señaló que el principal error metodológico es que muchos trabajadores reportados como nuevos no lo eran, pues sólo habían emigrado del empleo eventual al permanente. Al margen de la gravedad que representa un error descubierto, o por lo menos reconocido, una década después, caben algunos comentarios sobre su uso como indicador de ocupación.

Desde hace un tiempo las cifras de empleo que presumían nuestras autoridades sonaban demasiado buenas para ser verdad. En diversas oportunidades cuestioné esos números, siendo una de las más recientes en el mes de enero, cuando en un reporte en relación con los datos de empleo de 2007, advertí lo siguiente:

“Los datos de empleo formal que proporcionó el gobierno con base en las cifras del total de asegurados (del IMSS) mostraron un incremento importante, de 756 mil nuevos empleos, durante 2007. Estos números, sin embargo, hay que verlos con gran cautela.”

“Por un lado, el análisis de los mismos muestra que la mitad de ese aumento se debió al fuerte incremento que registró el renglón de trabajadores eventuales, que creció 15.2% en el año, frente al aumento de 3.3% en los trabajadores permanentes. Esto pudiera reflejar, en gran parte, una mayor eficiencia en la afiliación por parte del IMSS, al registrar como eventuales empleos ya existentes pero no informados previamente a la institución”.

“Por otro lado, el crecimiento de 5.4% en el empleo total que muestran las cifras del IMSS se asocia a un crecimiento de la economía cercano al 3%, lo que implicaría un deterioro importante de la productividad en el país. Esto, si bien pudo haber ocurrido, se antoja bastante difícil, por lo menos en las magnitudes implícitas en estos números. Por consiguiente, considero que el empleo creció menos de lo que festinan las autoridades, y más en línea con el ritmo moderado de crecimiento económico que experimentamos en 2007.”

El comunicado del IMSS, por tanto, sólo vino a confirmar esta opinión, pero deja todavía pendiente las causas por las cuales no se pueden generar empleos productivos suficientes en el país.

El aumento en el empleo constituye, sin lugar a dudas, una de las principales preocupaciones de cualquier gobierno. No extraña, por consiguiente, que Felipe Calderón se haya autodenominado el Presidente del empleo, y que ofreciera la creación de un número considerable de puestos de trabajo.

Las promesas de los políticos, sin embargo, se quedan por lo general en el terreno de los buenos deseos. A la hora de la verdad, cuando ocupan los puestos de elección popular, no están dispuestos a proponer los cambios y reformas que se necesitan para hacerlas realidad.

Optan, en su lugar, por propuestas que sean “políticamente viables”, que generen la mínima oposición posible y que cuenten con el apoyo de la mayor parte de las fuerzas políticas en el país.

Este camino, utilizado primero con la reforma tributaria y ahora, sin éxito todavía, en la energética, no lleva a soluciones reales de largo plazo. Lamentablemente, todo indica que continuará la misma tónica cuando se hagan los planteamientos para reformar el terreno laboral.

El debate sobre este particular debe distinguir entre los movimientos del empleo dentro de los vaivenes del ciclo económico, y la desocupación que persiste como mal endémico por la falta de resolución de los problemas estructurales del desempleo y subempleo que aquejan a nuestro país.

Una condición necesaria, más no suficiente, para corregir estos problemas, es lograr un ritmo de crecimiento económico bastante más alto del que hemos registrado en casi tres décadas. Dicha tarea no es fácil.

Ese ritmo de expansión depende, esencialmente, del avance de la inversión productiva. Esta, sin embargo, requiere de un entorno económico, social y político propicio para que florezca, lo que todavía estamos lejos de tener.

Es más, aún cuando se contara con las condiciones apropiadas para invertir, los inversionistas pueden elegir entre diversas actividades productivas y, dentro de ellas, entre varias alternativas tecnológicas, que no necesariamente son aquellas que generan más empleo.

En ese contexto, nuestras autoridades sólo podrán atraer más inversión y contribuir a la creación de más plazas de trabajo, si avanzan de veras en la transformación estructural de la economía.

Esto requiere de una mejora considerable en la seguridad de las personas, de un ambiente sociopolítico más estable y de propuestas de reforma más agresivas, no sólo en el terreno energético, sino además en el área laboral. Aquí se necesita más flexibilidad en el mercado de trabajo y la desaparición de los factores que encarecen innecesariamente la contratación de mano de obra en nuestro país.

La reforma laboral necesita debilitar, entre otras cosas, el poder sindical en México, para acabar con los chantajes de los gremios obreros y no desalentar la inversión productiva. También es necesario corregir la rigidez de la Ley Federal del Trabajo, acabar con el nido de corrupción que son las Juntas Locales de Conciliación y Arbitraje, así como eliminar la obligatoriedad de los contratos ley.

En síntesis, más allá de los errores voluntarios o involuntarios en los registros oficiales del IMSS, un crecimiento importante en la ocupación en México requiere de reformas estructurales profundas, en particular, aquellas que den mucho más flexibilidad al mercado de trabajo, que está rodeado de arreglos institucionales que desalientan la creación de empleo.

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