En el refranero aparece el proverbio: A quien madruga, Dios le ayuda, que parece cortado a la medida para quienes, desde ahora, están pensando en la elección presidencial de 2012. Dicen que la ambición no descansa, pues apenas en diciembre de este año Felipe Calderón cumplirá dos años y ya se están alborotando quienes quieren sucederlo. Para posicionarse los grupos de poder dan la impresión de que ya tienen candidato. Están ahítos de tener que esperar a que los partidos políticos muestren su preferencia para subirse en el carro del vencedor en potencia. Cuando por razones de época eran varios pre-candidatos se invertían gruesas sumas de dinero en cada uno de los más fuertes. Los capitostes, por si las dudas, encendían dos o más velas. No es un secreto que en la última elección andaban como gallinas descabezadas apostándole al del Sol Azteca, pero sin dejar de invertirle al que, cuestionado y todo, al final protestó el puesto en un ambiente cargado de oscuros presagios.
Los grupos de poder económico en este país, donde según la revista Forbes, tenemos el dudoso honor de que resida el hombre más rico del mundo, al parecer han decidido tomar al toro por los cuernos, poniendo todos los huevos en una sola canasta. ¿Para qué adherirse a una candidatura cuando pueden tener un candidato propio?, sin importar el partido político del que provenga. Se han convertido en fanáticos de los grandes negocios al socaire de las oficinas que ocupan. Los medios de difusión nacional, con repetidoras en todas las entidades, los apapacha poniéndolos en la pantalla chica cuantas veces lo consideran conveniente. Lucen su físico en todo su esplendor, apareciendo una y otra vez, recogiendo los micrófonos sus sesudas palabras acerca de cualquier tema local, nacional, internacional o aun espacial, convertido en un típico sabihondo.
Alguno usa copete de los que mostraban los adolescentes de los fabulosos años cincuenta, entonces de moda, como penacho de plumas que llevan algunas aves en lo alto de la cabeza. Era un dejo de atrevimiento dentro de una sociedad pacata y presuntuosa. Lucen cara aniñada de político que no rompe un plato, pero como dicen, tiene toda la vajilla rota. Desde ahora, adelantándose a todos los tiempos, sus benefactores pretenden que el pueblo le abra los brazos adoptándolo como suyo. El dinero hace milagros, por lo que están seguros de que no hay dicho más cierto de que con dinero baila el chucho. Los interesados en su entidad federativa están más que seguros de que el pueblo no se atragantará con la campaña de un niño bien. Recordarán que en esta época abundan publicistas capaces de convencer con su labia a la gente que la luna es de queso.
Da lugar a este comentario una nota periodística en que se anotan los nombres de los mandatarios más conocidos, de acuerdo con una encuesta. Sin mayores preámbulos se ubica a Enrique Peña Nieto como el mandatario local más conocido en el país, indicando que obtuvo el 68.4 por ciento de menciones. Lo que llama la atención del asunto es lo temprano en que se da el clarinazo que parece anunciar un arranque de ambiciones. Creo que al hablar de conocido, se está dando la impresión de que el pueblo que habita en el territorio nacional está enterado, de quién es, no sólo en su aspecto físico, sino que conoce a fondo su trayectoria, por haberse destacado en alguna rama del quehacer público. La verdad es que fuera de la entidad federativa, donde ejerce su mandato, lo poco que se conoce de su vida política es que su Gobierno, señalan los periódicos de aquel entonces, se convirtió en protector de los intereses extralegales de su antecesor, Arturo Montiel. A lo mejor el gobernador es reconocido por la publicidad que recibió, en su feudo, tan lamentable asunto. En fin, ya lo dice otro refrán: no por mucho madrugar...
