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Los golpistas

Gilberto Serna

Después de mostrarse bravos, en los salones de sesiones de ambas cámaras legislativas, donde permanecieron atrincherados en las tribunas, dispuestos a defenderlas a cualquier costo, tras 15 días las entregaron para que se reanudaran los trabajos normales. No me referiré en esta ocasión a lo que se dijo alrededor de este asunto que tenga que ver con los motivos que los llevaron a clausurar los espacios que corresponden a representantes populares. Ni a lo que dijeron los paristas, ni tampoco a lo expresado por quienes no estuvieron de acuerdo con la medida. Aunque sí al dicho de diversos personajes que muy serios encuadraron las acciones de la toma de los recintos del Congreso, abusando de términos con fines propagandísticos, como el de golpistas. En ese lapso, les llovió fuerte y tupido a todos los integrantes del Frente Amplio Progresista, FAP, que lo constituyen los legisladores del PRD, del PT y de Convergencia. Apuntar que la toma fue exitosa, me parece que debe quedar la evaluación para el futuro, no se puede decir por ahora dado que los ánimos están verdaderamente acalorados. ¿Cómo puede ser calificada? Hay quienes hablan pestes de la medida, despotricando en contra de AMLO y sus huestes, en tanto otros aplauden con entusiasmo.

En este país se han dado movimientos de insurrectos, que es la sublevación o levantamiento del pueblo, en armas, contra la autoridad legalmente establecida. A principios de la centuria pasada hubo constantes alzamientos y rebeliones de esta índole. El propósito era derrocar al Gobierno al que previamente desconocían. Las insurrecciones se hacían por lo común con fuerzas irregulares dotadas con armamentos. Si en ella participaban militares que se alzaban con las fuerzas bajo su mando, entonces a la sublevación se le llamaba pronunciamiento, que también los hubo y en gran cantidad. Un día esos facciosos se alzaban contra un grupo y al día siguiente se le volteaban para agredir a otro. Visto por otro lado, si quienes logran el derrocamiento de un Gobierno son las fuerzas encargadas de la defensa de ese Gobierno, se dice que se ha producido un cuartelazo. Por otra parte, cuando un poder desconoce a otro, estamos en presencia de un Golpe de Estado. El Ejecutivo desconoce al Poder Judicial o al Legislativo; aunque cabe reconocer que el Legislativo, apoyado por el Ejército, puede a su vez desconocer al Ejecutivo. Aquí en Torreón tuvimos a un insurrecto, el general José Gonzalo Escobar, que junto con sus fuerzas se replegó al estado de Chihuahua, abandonando el país con posterioridad, no sin antes, se dijo, saquear el dinero de los bancos de la localidad. Hay otro matiz: caso de la insubordinación, la subversión, el motín, la revuelta, etcétera.

Aquí, en el caso de la toma de las tribunas, no hubo nada de lo anterior. Se trató, en tal caso, de un desorden con el que se pretendía impedir, tumultuariamente, los trabajos del Congreso de la Unión. El mal uso de los términos que dejan escondido el motivo que da lugar a ese señalamiento no satisface a nadie, concluyéndose que se usa solamente con fines propagandísticos para hundir en el deshonor a los contrarios. En este instante recuerdo a Antonio Tejero Molina, teniente coronel de la Guardia Civil Española que irrumpió en la sede legislativa con un puñado de policías, apoderándose de la tribuna, efectuando varios disparos que provocaron el espanto de los legisladores. Esto ocurrió en Madrid, España. A poco fue detenido y enviado a la cárcel.

Solemos decir que parece que fue ayer, cuando vimos al hombre subir a la tribuna, pero en realidad han transcurrido 27 años desde aquel momento, en que para ponerse a salvo unos diputados abandonaron el salón a toda prisa, en tanto que otros se agazaparon detrás de las bancas. Sólo un diputado permaneció estoicamente sentado como si nada estuviera sucediendo. En esos momentos el Congreso celebraba la sesión de investidura como presidente de Leopoldo Calvo Sotelo. La diferencia con la actuación del FAP es que a la toma del recinto Tejero agregó el secuestro de los diputados y a miembros del Gobierno en funciones. Ambos casos no pueden calificarse como golpes de Estado. ¿O si? Los diputados del FAP dieron término a su postura entregando los recintos cuyas tribunas habían ocupado, sin que en su contra se hubiera enderezado acción legal alguna. En el caso de Tejero fue puesto en prisión al día siguiente permaneciendo preso hasta el 3 de diciembre de 1966. La conclusión de todo esto es que las revoluciones, insurrecciones, cuartelazos, pronunciamientos, golpes de Estado, tienen su origen, aquí y en cualquiera otra parte del mundo, en la ambición por ejercer el poder político.

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