Las notas periodísticas hicieron el milagro de que se encontrara el lugar donde, después de inmolarla, sus victimarios la enterraron clandestinamente. La jovencita de 18 años había sido raptada la mañana del 10 de septiembre de 1977, siendo encontrada, gracias a una delación, 15 meses después. Tuvo Nelson que gritar de dolor y rabia contra las autoridades para que éstas le hicieran caso y decirles de qué carecen. Las palabras se le atoraban en la garganta. Todo México lo escuchó. Como por arte de magia las autoridades ni tardas ni perezosas encontraron los restos de la jovencita. Tarde, demasiado tarde. Los ladrones de vidas tuvieron tiempo de hacer su asqueroso trabajo, habían logrado destrozar a su víctima y hundirían a los familiares en la peor de las aflicciones, una pesadumbre moral que el tiempo no logra borrar.
El horror que enfrentó Silvia no queremos que se repita y sin embargo, pese a nuestros buenos deseos, se repetirá. Ahora lo sabemos. Las calles de este país no son seguras por que las autoridades encargadas de mantener a raya a los delincuentes no tienen progenitora, por lo cual se presenta el dilema de saber si son de probeta, o se reproducen por partenogénesis o son hermafroditas. En cualquiera de las tres formas, ya sabemos por qué las cosas andan mal. Les faltó el necesario y fundamental cariño maternal. De ahí que no tengan escrúpulos para permitir que acaben con la vida de un ser humano. En su existencia ha estado ausente la leche materna por lo que sólo conocen la mala leche. En su niñez quizá buscaron como Tarzán, el rey de la selva, gorilas que los amamantaran inculcándoles infames sentimientos. Aprendieron a gruñir, a golpearse con los puños el pecho, a tundir a macanazos sin miramientos, no saben leer, lo que ni falta les hace. Saben reconocer a sus iguales por lo que hacen beneficiosas alianzas con los delincuentes, pues son simbióticos. Se han llegado a parecer tanto que la comunidad no sabe cómo distinguirlos pues viven unidos, portan los mismos uniformes, con letreros similares y sacan gran provecho de llevar una vida en común.
Son taimados, tanto que hasta que les aprietan no reaccionan. Pertenecen a la familia de los zoófitos pues si no hay quienes los empujen simulan ser parte de la vegetación, adoptando el disfraz de plantas parásitas que no hacen otra cosa que vivir a costa de los demás. Lo que ha pasado en el caso de la joven Silvia es paradigmático. Durante más de un año se mantuvieron ajenos al crimen simulando no encontrar a los criminales. La impresión que dejan en el tejido social es que no querían mirar porque para hallar a los secuestradores les hubiera sido fácil con sólo mirarse en un espejo. La amargura de Nelson es la misma que flagela a esta sociedad. La única diferencia es que la explosión de Nelson se concretó a mostrar su impotencia al encontrar que los cuerpos policiacos carecen de progenitora. No podía hacerse otra cosa que recordárselas. En cambio la disyuntiva es que la autoridad hace lo que está obligada a hacer o dados los niveles de impunidad que se han alcanzado en México, existe el riesgo de que los ciudadanos se decidan a aplicar la justicia con sus propias manos.
A tal conclusión llegaron los señores senadores al aprobarse las minutas sobre seguridad pública, indicando que no se permitirá que la sociedad mexicana se envilezca por la frustración y el odio, producto de la desesperanza que generan la inacción o la ineficacia de las instituciones de procuración de justicia. Habrá que hacer la aclaración de que no todos los que integran las corporaciones carecen de mamá. Los hay que hacen honor al juramento, que hicieron al ingresar, de defender a la sociedad. Estos elementos son los menos o lo parecen, pues quienes delinquen abarcan todo el estamento oficial. Sus ligas con el crimen logra que al hacerse de la vista gorda o proveer de pitazos se ensucien la conciencia más no el uniforme, haciendo imposible distinguir quiénes se portan bien y cuáles mal. Tal como se desarrollaron los hechos, cabe suponer que uno de los rufianes, preso en la cárcel, tratando de conseguir una rebaja de condena, se dedicó a contar lo que sabía del paradero de la secuestrada. Una vez encontrados los restos, ¿qué sigue?