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Los Moreira

Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Enfrentados como candidatos al Gobierno de Coahuila en los comicios realizados el 25 de septiembre de 2005, el aspirante victorioso Humberto Moreira y el perdedor Jorge Zermeño vivieron después, cada uno por su parte, episodios centrales en su vida familiar: se divorciaron de las madres de sus hijos y el año pasado, en acontecimientos vistosos, contrajeron segundas nupcias, con personas muy conocidas del público, pues Vanesa Guerrero fue señorita Coahuila y Astrid Casale conductora de un programa de la televisión torreonense.

Zermeño contó el día de su boda, el 10 de febrero de 2007, con la presencia del presidente Felipe Calderón, que dos meses atrás había asumido su cargo ante el diputado que ahora era su anfitrión, y que encabezaba el Congreso de la unión. Sobresalían entre los invitados los senadores panistas Guillermo Anaya y Ernesto Saro. El primero, compadre de Calderón, es ahora el secretario general del PAN, el número dos en la jerarquía que encabeza Germán Martínez. En ellos concentraría meses más tarde el gobernador sus inquinas partidarias, al punto de denunciarlos como vinculados con el narcotráfico. Zermeño, por su parte, pidió licencia a su diputación y ahora despacha como embajador en Madrid (de donde en estos días habrá vuelto a la reunión anual del servicio exterior).

Moreira, por su parte, se casó en las vísperas navideñas del año pasado. Su divorcio fue materia de las hablillas pueblerinas, pero se convirtió en asunto público por decisión del propio gobernador, que hasta suprimió el DIF que presidía su esposa Irma Guerrero y lo convirtió en dirección de atención social. La discreción no es prenda que defina a Moreira, ni respecto de su vida personal ni en términos de política. En agosto de 2006 nombró subsecretaria de Educación Media a su antigua compañera de la Normal, Eréndira Loza, a quien en público ofreció matrimonio asegurando que estaba muy enamorado de ella. La prudencia de la profesora le impidió solazarse con la idea de ser primera dama, lo que le evitó contrariedades cuando el gobernador dirigió su atención a una belleza local, tocaya de su primera esposa, pues se llama Irma Vanesa Guerrero.

La boda decembrina fue muy llamativa. Moreira tuvo como invitado principal a Carlos Salinas, quien semanas atrás había estado en la Comarca Lagunera, en el ejido de Batopilas, acaso como anuncio de su presencia en el fasto social organizado por el gobernador. En aquel momento acompañó al ex presidente su amigo de juventud Hugo Andrés Araujo, que fue líder de la CNC en el salinato, como parte del proyecto de crear un nuevo partido que propiciara un ejercicio transexenal del poder, y ahora es diputado local en Tamaulipas. Puesto que el senador Manlio Fabio Beltrones también fue testigo de la boda, como el ex presidente, la lideresa magisterial Elba Esther Gordillo decidió no acudir al acontecimiento, no obstante su cercanía política con el novio, para no sufrir desencuentros con quienes ahora no está bien avenida.

Horas antes de la fiesta nupcial se había consumado un insólito hecho político que subraya el vínculo de Gordillo y Moreira, pues el paso no hubiera podido darse sin la aquiescencia de la presidenta del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación. Carlos Moreira Valdés, uno de los hermanos menores del gobernador, concluía su periodo como líder de la Sección 5 del sindicato magisterial y para no quedar fuera de la esfera de decisiones se hizo elegir secretario general de la otra Sección del sindicato de profesores, la número 38, sin que obviamente satisficiera el mínimo requisito de ser integrante de dicha Sección.

El gobernador está reñido con la noción de nepotismo. No vaciló por lo tanto en hacer subsecretario de Gobierno a su hermano mayor, Rubén, a quien pronto pudo confiar la presidencia estatal del PRI. Álvaro, por su parte, es funcionario del Ayuntamiento de Saltillo, para lo cual disfruta de licencia de su plaza de profesor. Otro hermano, Iván, es también maestro, como lo han sido los fundadores de la familia, Rubén Moreira y Evangelina Valdés.

En ese ámbito magisterial realizó el hoy gobernador la mayor parte de su carrera política que no pasó, como era usual en el sistema priista, por cargos legislativos federales. Normalista, Moreira fue maestro de banquillo, pero pronto saltó a la burocracia educativa, en la Federación y en el Gobierno local hasta ser designado en 1999 secretario de Educación por el gobernador Enrique Martínez y Martínez. Renunció para ser alcalde de la capital de Coahuila de donde saltó a la gubernatura del estado, previo sobresalto por la contundencia del alegato que Zermeño y el PAN presentaron a la justicia electoral federal por irregularidades en el proceso, típicamente intervenido por maestros comisionados o en ejercicio.

Moreira es factor dominante en la política local, y se complace en ostentarse como tal. Aparte sus diferencias con el Gobierno Federal en torno a la tragedia de Pasta de Conchos, denunció tardíamente a Vicente Fox por haberle sugerido que encontrara, o inventara, motivos para perseguir judicialmente a Napoleón Gómez Urrutia. Esa revelación fue parte de la contienda que permanentemente libra con el panismo, disputa que en cierto modo lo condujo a discrepar de la reforma constitucional en materia electoral, favorecida por los partidos mayores, incluido el blanquiazul. Sin recato dispuso que sus diputados votaran en contra y la Legislatura coahuilense se singularizó por ello (aun sin saber por qué).

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