“La mayoría de las crisis financieras… han venido precedidas por períodos de euforia económica, gasto excesivo y una expansión del crédito en la que suelen relajarse los criterios de originación”.
Guillermo Ortiz
Pocos personajes han sido tan admirados en el mundo de la economía y las finanzas como Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, el banco central de los Estados Unidos, de 1987 a 2006.
Greenspan ha sido considerado a menudo como arquitecto de un período de prosperidad sin precedentes en los Estados Unidos. Un libro lleno de alabanzas, Maestro: Alan Greenspan and the American Boom (2001), del periodista Bob Woodward, quien alcanzó reconocimiento con la investigación del caso Watergate en los años setenta, ayudó a elevar la fama de Greenspan. The Age of Turbulence: Adventures in a New World (2007) del propio Greenspan se convirtió en un best seller, cosa inusitada para la autobiografía de un ex banquero central.
El colapso del mercado hipotecario en los Estados Unidos, sin embargo, ha llevado al surgimiento de una visión. Quizá el cuestionamiento más devastador lo acaba de presentar William A. Fleckenstein en el libro Greenspan’s Bubbles: The Age of Ignorance at the Federal Reserve (2008; Las burbujas de Greenspan: La edad de la ignorancia en la Reserva Federal).
Fleckenstein, presidente de una administradora de inversiones de Seattle y columnista de temas financieros, ofrece una visión de Greenspan radicalmente opuesta a la de Woodward. No sólo considera al “maestro” como un economista incapaz, sino que lo acusa de impulsar una política financiera irresponsable y de mentir después para ocultar sus errores. Según Fleckenstein, Greenspan es responsable no de una sino de dos grandes burbujas: la de acciones de alta tecnología de 1995 a 2000 y la de los mercados hipotecarios, cuyas consecuencias apenas estamos empezando a sufrir. Antes de Greenspan, señala Fleckenstein, Estados Unidos no había tenido una sola burbuja en 50 años.
“Greenspan se equivocó –afirma Fleckenstein—al elegir continuamente una tasa de interés excesivamente baja”. Con esto alimentó las burbujas especulativas. Si bien en 1996 habló de la “exuberancia irracional” de los mercados, nunca hizo nada por contenerla. Cada vez que los mercados mostraban un impulso para bajar y ajustarse a niveles más realistas, Greenspan recortaba apresuradamente los intereses para alimentar nuevamente la burbuja.
Greenspan afirmó en repetidas ocasiones que una burbuja no se puede reconocer sino hasta que termina, a pesar de que tanto la de las acciones de alta tecnología como la hipotecaria fueron señaladas oportunamente por muchos. Más tarde mintió al afirmar que hizo todo lo posible por combatir estas burbujas, que en su momento se negó a reconocer como tales. La verdad es que sus medidas siempre estuvieron destinadas a fortalecerlas.
Así como dijo que las burbujas no se podían reconocer, Greenspan aseveró también que no podía definir el “dinero”. Pero Fleckenstein señala que esto es cuando menos paradójico en el caso de alguien cuya responsabilidad era manejar la política monetaria de la economía más importante del mundo. Quizá eso explica por qué fue tan laxo en esa política.
Una y otra vez Greenspan trató de ocultar sus errores afirmando que las reglas de los mercados habían cambiado como consecuencia de una revolución tecnológica. Pero los efectos de esta revolución han sido mucho menores de lo que pretendió.
Las burbujas de Greenspan eran muy claras, según Fleckenstein, puesto que reflejaban una desviación de más de tres veces sobre las tendencias históricas de los mercados. Estas alzas especulativas fueron impulsadas por una irresponsable expansión del crédito. La deuda de las familias estadounidenses, que en 1982 alcanzaba el 50 por ciento del Producto Interno Bruto, llegó a casi el cien por ciento en 2007. La deuda total de los Estados Unidos, que era de alrededor de 150 por ciento del PIB en los años setenta, alcanzó el 325 por ciento en octubre de 2007.
La laxa política monetaria de Greenspan también produjo una devaluación del dólar. Con ingenuidad rayana en la ignorancia, el ex banquero central afirmaba que esto sólo afectaba a los estadounidenses que vacacionaban en Europa. Nunca entendió que una devaluación, por definición, disminuye el poder de compra de los salarios. Hoy el estadounidense paga cinco veces más por barril de petróleo —mientras que el europeo sólo paga tres veces más— gracias a la devaluación.
El desplome del mercado hipotecario en Estados Unidos está siendo muy doloroso. Muchos están perdiendo sus casas y sus ahorros. Las pérdidas de los bancos ascienden a cientos de miles de millones de dólares. La consecuente restricción crediticia está afectando a la economía mundial. Y todo porque un banquero central, a quien algunos consideraban un maestro, se comportó con una irresponsabilidad extrema.
PREMIOS A MEXICANOS
Una periodista y una publicación mexicanas han sido galardonadas con el prestigioso Premio Ortega Gasset de periodismo otorgados por el diario El País del grupo español Prisa. Sanjuana Martínez fue celebrada como mejor periodista de investigación por su serie de artículos sobre pederastia clerical publicados en el diario La Jornada. El semanario Zeta de Tijuana, fundado por Jesús Blancornelas y hoy encabezado por Adela Navarro, ha obtenido el reconocimiento por trayectoria periodística.