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Magnífica noticia

Adela Celorio

Preocupados por el bienestar de sus padres, nuestros hijos insisten en empujarnos al anodino mundo de los adultos mayores. El Querubín que es un pan, aceptó de buen grado y ya está ahí, pero yo, me agarro hasta con las uñas del marco de la puerta y no hay quién logre pasarme para allá, porque estoy convencida de que hasta los más viejos, tienen todavía grandes cosas qué hacer, por ejemplo, morirse, o en su defecto, escalar el Nevado de Toluca.

¡Faltaba más! Apagar las luces, bajar la cortina y largarse de este mundo, es un proyecto que hay que mimar mucho para que salga bien a la primera, pero mientras llega el momento, existe la obligación de meterse en los charcos y complicarse la existencia. De disfrutar el día con día que por cierto, con la edad puede cobrar una intensidad insospechada: ver cómo florece la orquídea que plantamos, escribir un verso a ese oculto amor que nunca pudimos tramitar, estudiar francés o… tal vez tomar clases de natación.

Lo que no se vale es que se les deje fuera, que invadan su parcela de vida como si ya no estuvieran ahí, que los incapaciten moralmente porque en la cultura post moderna no hay lugar para los viejos. La publicidad y el comercio están enfocados a jóvenes y niños. Incluso las cremas antiarrugas las publicitan modelos de diecisiete años. Los alimentos, los deportes, los viajes y todo lo que tiene qué ver con el amor y el sexo, está encaminado al consumidor –cuando mucho- de mediana edad.

La moda ha olvidado completamente la sobriedad y hasta los cabarets han cedido su lugar a las discotecas, porque también la noche que antes era para la gente mayor, ha sido tomada por los jóvenes.

Hace ya algunos años ofrecí el proyecto que llamo “Los Maduritos”, a una prestigiada revista francesa que se publica en México. Mi idea era crear un espacio de especial interés para la gente mayor: estudios, viajes, deportes, salud, belleza, sexualidad, para quienes inhibidos por una sociedad arrodillada ante la juventud, callan sus necesidades y deseos. “Es interesante su propuesta, pero nuestros lectores se encuentran en un rango de los veinte a los treinta y cinco años”, me dijo la editora de la revista que ya para entonces pertenecía a Televisa.

Y sin embargo, existen en este momento en nuestro país 8 millones de adultos mayores, muchos de ellos solos y despojados –por la sociedad y la mayoría de las veces también por su propia familia- del derecho de tener una vida propia. Es envidiable la idea de los franceses de abrir una universidad que permita a los viejos cumplir con las asignaturas que les quedaron pendientes: estudiar dirección de cine o arquitectura ¿por qué no? No dudo que entre los adultos mayores haya, como hay también entre los jóvenes, quienes gustan de morirse un poco cada día o incluso quienes optando por la vida artificial, se enchufan a la televisión.

Pero ¿qué hay para quienes llegan a la vejez llenitos de vida y tienen por fin la posibilidad de realizar los sueños postergados tantos años? Ser joven consiste en tener proyectos y perseguirlos, en sustituir aquello que la vida nos va quitando, por nuevos y personalísimos intereses.

Es evidente que para eso hace falta una buena salud; y es por eso que dentro de tantas malas de esta semana, una magnífica noticia ha sido la que el martes pasado anunció nuestro presidente, de crear un “Instituto de Geriatría” que –espero- además de ocuparse de la atención física: médicos, medicinas, psiquiatras y esas cosas; ofrezca también oportunidades para que los adultos mayores mantengan su autoestima mediante trabajos adecuados, estudios, deportes, arte y desde luego amor y sexo si así lo quieren y le pueden.

adelace2@prodigy.net.mx

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