Hace diecinueve años, nació otro partido político en México, el de la Revolución Democrática, con una plataforma de izquierda.
Encabezados por ex priistas distinguidos que sentían copadas sus oportunidades de participar y poner en práctica sus ideas, abrieron una nueva opción para todos los mexicanos, aquellos que comulgaban con su visión de proyecto nacional y veían en él otros horizontes y para otros, que no pensaban igual, pero recibían estímulos con otra fuente de estudio teórico, análisis ideológico y motivación para la investigación, que sin duda ayudaría a la superación propia, impulso al proceso democratizador y consecuentemente el desarrollo del país. Ésa era una buena noticia para la política mexicana.
Contar con equilibrio de opinión en todos los quehaceres y decisiones nacionales es de vital importancia para cualquier país; aquellos que sólo se guían por una dictadura o la monarquía –afortunadamente cada vez son menos- tienden a vivir “cegueras de taller”, término administrativo que aplicado a la vida política, se transforma en abuso de autoridad con sus graves consecuencias, hasta favorecer la corrupción.
Aun para la denominada derecha –palabra que recuerda la posición que ocupaban los conservadores de Francia, durante los debates revolucionarios– es sano que cuenten con la crítica del análisis racional e inteligente de la Oposición. El simple ejercicio intelectual que representa estudiar las propuestas o posiciones diferentes de los integrantes de otros partidos, hace que la evaluación sea más profunda, meticulosa y tamizada por la prudencia.
En México, el PRD, significó un hálito de esperanza de aquellos que sentían que su visión era diferente a la del partido dominante en aquel tiempo, el PRI; también para quienes tampoco coincidían con la plataforma ideológica del PAN. De hecho, el crecimiento en el Centro y Sur del país fue rápido e importante, dando lugar a la aparición de otros personajes en la política nacional, que más allá de su atinada o mala actuación, buenas o malas intenciones, sinceridad o falsedad, ofrecían un discurso al que debían responder los opositores, dejándonos a todos la ganancia en cultura política y democratización. No fueron pocos los mexicanos que se entusiasmaron con la idea y se motivaron fuertemente al estudio, buscando comprender para luego poder tomar decisión, formarse un criterio y defenderlo. Generaron mayor participación social.
Desgraciadamente las inadecuadas decisiones internas han creado una profunda división al interior del mismo; más aún, desnudar a los personajes y sus acciones, están llevando al partido al desprestigio. Hoy se habla de abusos, trampas y embustes entre sus dirigentes; lo peor, denunciarse por el mismo delito entre los dos aspirantes a liderarlo: fraude electoral.
La historia de su vida política ha sido presentada por todos los medios y distintos pensadores, de derecha e izquierda, todos tratando de convencer al receptor de la información sobre las verdades o bondades de su postura, explicando el fenómeno.
Lo cierto es que, a la fecha, el PRD sigue perdiendo seguidores, quienes se han desencantado y buscan nuevas alternativas para ellos mismos en el ejercicio de sus derechos y atención a las aspiraciones políticas.
Los investigadores y encuestadores analizan los datos y en general coinciden en sus pronósticos: los decepcionados abandonan al PRD para acercarse al PRI, fortaleciéndolo en puerta de las futuras elecciones. Algunos, más atrevidos, hacen sus conjeturas y piensan en que el Revolucionario Institucional puede ganar la mayoría simple en la Cámara de Diputados y con ello retomar fuerza para buscar la Presidencia de la República.
Otros, empiezan a encontrar relación entre estos sucesos y la reaparición de ex presidentes de México buscando reposicionarse en la vida pública: uno criticando las decisiones de administraciones anteriores y promocionando su presencia con la presentación de su libro; otro, anunciando su apoyo a la educación con la apertura de un centro dedicado a la investigación y la docencia; el tercero, luchando contra fantasmas que asustan. Los tres, pretendiendo mantenerse en los aparadores nacionales, para influir.
Todo lo anterior no es nuevo en el mundo; la lucha por el poder siempre estará presente en cualquier tipo de organización humana. Estas apariciones, declaraciones y discusiones mediáticas nos mantienen entretenidos a los mexicanos, que corremos el peligro de ser distraídos nuevamente.
Entre tanto, el presidente Felipe Calderón trata de mantener el ánimo conteniendo la visión catastrófica para México, batallando con problemas económicos graves y contra acciones que paralizan la reacción nacional. También se agudiza la inseguridad nacional.
Ésos son nuestros retos a atender –sin dejar de perder de vista a los maromeros de la política nacional–. Confiemos en la reorganización de una izquierda mexicana, que de “peleonera, violenta y buscabullas”, retorne a aquélla inspirada en sus orígenes ideados por intelectuales mexicanos que buscaban el bien común, fueran o no certeros en sus propuestas metodológicas. Lo invito a no distraerse, aunque continúe la diversión con el espectáculo ofrecido.
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