A seis meses de su gestión, Cristina Fernández, no logra desmarcarse de la figura de su marido y antecesor, Néstor Kirchner, y acusa un serio desgaste de imagen. (Archivo)
Según las últimas encuestas, los índices de popularidad de la mandataria argentina han caído
en 30 puntos, quedando muy lejos del 60 por ciento con el que comenzó su mandato.
La crispación derivada del enfrentamiento entre el Gobierno argentino y los productores agrarios ha marcado los primeros seis meses de gestión de Cristina Fernández, que no logra desmarcarse de la figura de su marido y antecesor, Néstor Kirchner, y acusa un serio desgaste de imagen.
Apenas tres meses después de tomar posesión, el pasado 10 de diciembre, Cristina Fernández tropezó con el que se convertiría en el más grave conflicto de su breve gestión: el enfrentamiento con los productores agropecuarios por la polémica decisión de incrementar las retenciones a las exportaciones de granos.
Casi 90 días después del inicio del conflicto, los argentinos están hastiados de una crisis de difícil solución, agravada por la intransigencia de ambas partes, que ha provocado pérdidas millonarias que el Gobierno no ha cuantificado.
Más allá de las pérdidas económicas, el Ejecutivo ha pagado un alto precio por esta crisis, que costó el puesto al ex ministro de Economía, Martín Lousteau, principal impulsor de la medida -según fuentes oficiales-, y provocó un grave desgaste para la presidenta.
Según las últimas encuestas, los índices de popularidad de Cristina Fernández han caído en 30 puntos, quedando muy lejos del 60 por ciento con el que comenzó su mandato.
Además, el conflicto agrario ha puesto de manifiesto las dificultades de Fernández para desmarcarse de la figura de su marido, quien tras abandonar el poder se volcó en la compleja tarea de aglutinar al peronismo y convertirse en líder del Partido Justicialista.
Desde que comenzó la crisis, el pasado marzo, Kirchner ha salido más de una vez en defensa de su esposa, ha organizado actos multitudinarios en apoyo a la política gubernamental y no ha escatimado críticas a los productores agrarios, alimentando las hipótesis que sostienen que el ex mandatario sigue conduciendo las riendas del poder en el país.
La influencia de Kirchner en el Gobierno es tal que analistas y medios locales hablan habitualmente de “la pareja presidencial” y no de la jefa de Estado cuando se refieren a la estrategia política sobre temas claves para el país.
A la difícil situación creada por el conflicto agrario, se suma la preocupación de la población por las altas tasas de inflación, hasta el 20 por ciento -según analistas independientes-, que el Gobierno se niega a reconocer.
Es precisamente esta inflación galopante la que ha hecho saltar las alarmas entre la clase media argentina, que poco a poco se va distanciando de Fernández y lo manifiesta abiertamente con una práctica que se hizo popular durante la crisis de 2001: los cacerolazos en las grandes ciudades.
“Fue el semestre de las oportunidades perdidas”, resumió el analista Néstor Scibona en el diario La Nación.
“A seis meses de aquel 10 de diciembre la banda presidencial era un poco más liviana de lo que es hoy”, dijo la presidenta durante un discurso transmitido el pasado 10 de junio en cadena nacional.
Fernández reivindicó los logros de su Gobierno, lanzó un llamamiento al diálogo y anunció un plan social financiado con el incremento de los impuestos a las exportaciones de granos.
“Hemos hecho muchas cosas, pese a todas las profecías”, apuntó y llamó al diálogo “a todos los argentinos”, pese a que el Gobierno dejó plantados a los productores agrarios, al no presentarse a una reunión convocada por el Defensor del Pueblo para tratar de buscar una salida al conflicto.
En la columna de saldo positivo, Fernández puede incluir un aumento en la recaudación fiscal, el mantenimiento de las reservas del Banco Central y el crecimiento del PIB.
Sin embargo, no ha logrado mejorar en redistribución de la riqueza ni reducir significativamente los niveles de pobreza -una de las más graves asignaturas pendientes de Argentina-, que alcanza al 30 por ciento de la población.
Distintos sectores productivos y comerciales de Argentina advirtieron ayer que la continuidad de los bloqueos de carreteras que realizan los transportistas de granos pone en serio riesgo el abastecimiento de alimentos en el país.
En tanto, los empresarios del transporte de carga tienen previsto reunirse en las próximas horas con el propósito de definir si mantienen los cortes de rutas para exigir una solución al conflicto entre el Gobierno y el sector agropecuario.
El titular de la Cámara de Distribuidores y Autoservicios Mayoristas, Alberto Guida, dijo que el sector no recibe mercadería y no la puede distribuir a sus sucursales, especialmente debido a los bloqueos de caminos y la escasez de combustibles.
“Los más complejos son los productos frescos y refrigerados, por su vida útil”, detalló.
Juan Carlos Vasco Martínez, director ejecutivo de la Asociación Supermercados Unidos, que agrupa a las principales cadenas del país, indicó a su vez que en varias sucursales “está faltando carne, pollo, frutas, verduras y hortalizas”.
Desde la industria lechera insistieron en que por los cortes de rutas deben desechar decenas de miles de litros de leche al día.