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Más Allá de las Palabras / SUEÑOS PROFÉTICOS DE SAN JUAN BOSCO

Jacobo Zarzar Gidi

(1815- 1888)

¿Quién quiere ayudarme con algo para ser sacerdote?..., pedía aquel muchacho con una tímida sonrisa. Nadie le negó un donativo. De esa manera Juan Bosco recibió espontáneamente de los buenos campesinos italianos lo más necesario para poder ejercer su ministerio: -“¡La sotana se la compro yo!”, dice uno. -“¡Yo me encargo de los zapatos!”, dice otro. -“¡Tome, Mamá Margarita, para que le compre el sombrero!”, interviene un tercero. -“¡Aquí le traigo ropa para su hijo!”, llega otro. Y otros y otros... ¡San Juan Bosco, que llegaría a ser el sacerdote que ayudaba a todos, debía hacerse sacerdote también por la ayuda de todos! Después de seis años de intenso trabajo en sus estudios, y de continuos esfuerzos sobre sí mismo para amoldar su carácter y alcanzar esa difícil dulzura que a todos atrajo, Juan Bosco fue consagrado sacerdote en una iglesia de Turín. ¡Se había realizado el mayor sueño de su vida! ¡Se sentía el hombre más feliz del mundo! Por la tarde, Mamá Margarita se recogió en su pobrecilla casa con su hijo Juan, ahora ya sacerdote. Como en otros tiempos, la madre y el hijo se arrodillaron juntos ante el viejo Cristo de madera, para rezar sus oraciones de la noche. Con la diferencia de que antes era la madre la que empezaba las avemarías, y el hijo el que las contestaba. Ahora comenzaba Juan y respondía la madre...

Ahora era Don Bosco el que, con gesto amplio y solemne, derramaba las bendiciones del cielo sobre la frente de la humilde mujer arrodillada ante él... Cuando terminaron de orar, Mamá Margarita le dijo: “Mira Juan, empezar a decir misa es empezar a trabajar fuertemente por Cristo. Ahora sólo te has de preocupar por salvar almas, muchas almas. Tienes que ser un sacerdote santo, que cumpla siempre con sus deberes sagrados”. Don Bosco no olvidó jamás los formidables consejos de su madre. San Juan Bosco tuvo más de cien sueños proféticos. El primero fue a los nueve años, y en él se le anunció cuál iba a ser su oficio durante toda la vida: Convertir los lobos en ovejas. Después Dios le fue revelando poco a poco todo lo que debía hacer y lo que iba a suceder, por medio de misteriosos sueños. Con maravillosa precisión anunciaba muertes, catástrofes, victorias y gozos, mucho tiempo antes de que sucedieran. En sueños sabía el estado de la conciencia de mucha gente y lo que le esperaba a naciones, ciudades y personas.

La Sagrada Biblia habla 70 veces del infierno. No sabemos cómo será, pero los Libros Sagrados dicen que sí existe, y Don Bosco fue en un sueño al infierno. Se le apareció un ángel y le dijo: “Acompáñeme para que vea lo que les espera a quienes pecan y pecan, sin preocuparse por cambiar de vida”. Lo llevó a un campo triste y le dijo: “Los que viajan al infierno son siempre tristes, porque el pecado sólo produce tristeza y melancolía”. “El camino al infierno está lleno de goces que no alegran, porque el pecado nunca hace feliz a nadie”. Don Bosco encuentra unas trampas colocadas por el demonio para hacer caer a los jóvenes al abismo. Quiere quitarlas, pero no puede, y se da cuenta que esas trampas las controla el maligno que está interesado en llevar a la condenación a muchos jóvenes. El ángel le dice: “Tienes que estudiar el modo de quitar esas trampas. Te voy a mostrar las armas para cortar los lazos del demonio. Éstas son: Devoción a la Santísima Virgen, confesión, comunión, buenas lecturas y sacrificios”. El ángel añadió: “Nunca serás capaz de descubrir lo terrible que es la vida de los que se condenan”. Y al ver Don Bosco que unos jóvenes empujaban a otros hacia el infierno, escuchó al ángel decir: “Son los que enseñan a otros a pecar. ¡Qué gran castigo tendrán por ello!”. “Uno de los más grandes sufrimientos de los condenados es el pensar en el cielo tan bello que se perdieron por pecar”. Se dio cuenta Don Bosco que el infierno está lleno de egoístas: Allí vio a los violentos, a los ladrones, a los asesinos que no se arrepintieron, a los tacaños y a los impuros, maldiciendo e insultándose unos a otros como lo hicieron en vida. Cuando ya había salido del infierno, el ángel le mandó que tocara una de las paredes más lejanas del averno: fue tan terrible el dolor que sintió, que su grito se escuchó por toda la casa. Don Bosco se despertó asustado. La uña del dedo con el cual había tocado la pared, se le cayó. No se atrevía a contar este terrible sueño, pero una voz del cielo le ordenó que lo contara y así lo hizo. Todos quedaron hondamente impresionados.

El Rey Víctor Manuel que en ese entonces gobernaba Italia, informó que iba a firmar una ley en contra de la Iglesia Católica, para acabar con muchas comunidades religiosas. Don Bosco vio en sueños que un personaje celestial le decía: “Dígale al rey que si firma la ley vendrán grandes funerales en su familia, en la corte”. Don Bosco le escribió esto al rey, pero éste creyó que no era cierto. Y firmó la ley. Entonces se cumplió lo anunciado en el sueño. El 12 de enero murió María Teresa -la madre del rey. El 20 de enero se murió Adelaida -su esposa. El 11 de febrero falleció Fernando -su hermano, y el 17 de mayo moría el hijo menor del rey (1855). Todos quedaron admirados de la precisión con que se cumplían los Sueños de Don Bosco.

Después de Jesucristo, San Francisco de Sales, fue el Santo preferido por Don Bosco. Lo admiró bastante, porque San Francisco fue el hombre más amable y caballeroso que existió. Su bondad sólo ha sido superada por la de Jesucristo. Don Bosco se propuso ser como San Francisco de Sales: “amable y bien educado con todos, y jamás amargado para ninguno” y lo obtuvo. En honor de este santo le puso el nombre a sus religiosos: “Salesianos, o sea religiosos de San Francisco de Sales. Los salesianos son 17 mil en más de 100 países y se dedican a la educación -principalmente de niños y jóvenes pobres.

Margarita Bosco -su madre, fue una mujer humilde, analfabeta, campesina fuerte, que trabajó toda la vida para sacar adelante a sus hijos por haber quedado viuda desde muy joven, fue la gran formadora de San Juan Bosco. “Si yo no hubiera tenido una madre como la que tuve, no habría sido ni la mitad de lo que soy”, decía el santo sacerdote. El 25 de noviembre de 1856 murió santamente Mamá Margarita. Llevaba 15 años atendiendo como verdadera madre a los 800 niños pobres de Don Bosco. Cuando ella falleció, Don Bosco, llorando, se arrodilló ante la imagen de la Virgen María y le dijo: “Compasiva María... mis pequeños y yo no tenemos ya madre en el mundo. Ayúdanos como nuestra Madre que sois”.

Don Bosco veía la conciencia: Era famosa la costumbre del Santo de leerles a los jóvenes en la frente lo que habían hecho y lo que planeaban hacer. Tanto, que los jóvenes llenos de vicios no se atrevían a acercársele, o se aproximaban con una cachucha ladeada sobre la frente. ¿Me quieres decir los pecados, o te los digo yo? Era una frase muy frecuente del gran confesor. Confesarse con Don Bosco era empezar a dejar el pecado y cambiar totalmente de vida. A los jóvenes les atraía la inmensa bondad del santo. Era el hombre que jamás estaba de mal humor. Además era puro como un ángel. Todos sabían que acercarse a Don Bosco era estar cerca de un “hombre de Dios”. Siempre hablaba como sacerdote: lo primero que le interesaba era ayudar a los jóvenes a ser más amigos de Jesús, motivándolos para que vivan siempre en gracia de Dios por medio de frecuente confesión y comunión, asistencia diaria a la Santa Misa y muchas oraciones breves. A donde quiera que fuera, los jóvenes corrían a su encuentro, y a cada uno sabía darle algún pequeño consejo que le hacía enorme bien.

Don Bosco siempre tuvo una gran devoción a la Santísima Virgen en su advocación de María Auxiliadora. Gracias a Ella obtuvo más de 800 milagros. A toda la gente le recomendaba: “Tened fe en María Auxiliadora y veréis lo que son los milagros”.

jacobozarzar@yahoo.com

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