AUTORITARIOS. Gustavo Díaz, entonces presidente, (der.) y Luis Echeverría (izq).
En el año de 1968, movimientos estudiantiles en varios países protestaron por la guerra que Estados Unidos mantenía con Vietnam, buscaban cambios en la política y la educación.
En ningún caso, como el de México, en la matanza del 2 de octubre de ese año en la plaza de Tlatelolco, ubicada en D.F., las protestas se reprimieron con tal brutalidad. Hasta ahora este crimen de estado sigue impune.
El movimiento
A cuatro décadas ya de la tragedia, las víctimas y sus deudos aún exigen justicia. Saúl Rosales, escritor lagunero, describió cuáles eran los objetivos del Movimiento Popular Estudiantil del 68.
El movimiento en sí mismo causó una revolución cultural en todas las expresiones artísticas. “La lucha de los estudiantes fue el clímax tras años de protestas de varios grupos”, dijo Rosales.
Lejos de la imagen que se pinta de estos jóvenes como unos “revoltosos”, eran gente de clase media, estudiantes de escuelas públicas, leían mucho, y participaban activamente en la política.
Estaban preocupados por su situación, al salir de la escuela era seguro que no obtendrían un trabajo y deseaban más libertades ante el gobierno autoritario que los regía.
Querían aplacarlos
José Luz Ornelas, sociólogo de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), relató que la represión del gobierno a las protestas era común, pero una en particular agravó el conflicto.
El 23 de julio del 68, un juego de futbol americano entre las Vocacionales Dos y Cinco y la preparatoria “Isaac Ochoterena” terminó con una riña, entre decenas de alumnos, que fue sofocada por más de 200 granaderos.
A partir de esa fecha, las protestas, que empezaron a exigir que la policía no atacara a los alumnos en sus escuelas, se incrementaron y eran reprimidas con mayor violencia.
Durante los días 7, 21, 22, 24, 26 y 27 de septiembre hubo mítines y combates en varias escuelas. La mayoría terminaban en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, que tiene una enorme explanada rodeada de altos edificios.
Uno de los combates más sangrientos se dio en el asalto al barrio politécnico de Santo Tomás, el 24 de septiembre. Los alumnos parapetados en las escuelas se enfrentaron al Ejército con piedras y bombas molotov. Hubo varios muertos, decenas de heridos y presos.
Una emboscada
“Para entonces el gobierno quería destruir el movimiento, temía por su imagen, ya que el 12 de ese mes se inauguraban los Juegos Olímpicos”, declaró Órnelas.
Más de 4 mil personas, entre estudiantes, obreros, amas de casa y profesores, fueron emboscadas por el Ejército, Policía, Estado Mayor Presidencial y grupos paramilitares en la plaza.
Tenían planeado realizar una marcha de Tlatelolco al Casco de Santo Tomás.
Hubo rumores entre los asistentas de que la protesta sería reprimida, pero nadie imaginó que acabaría con una matanza.
Cuando el contingente estaba reunido en la explanada, varios helicópteros sobrevolaron la zona, desde las naves se arrojaron bengalas que cayeron al piso y se escuchó el primer tiro. El estruendo y las descargas siguientes vinieron del edificio Chihuahua, desde donde los líderes del movimiento daban discursos.
A través de los altavoces los dirigentes le pidieron calma a la multitud, pero ante los tiros y las tropas que se acercaban tapando las entradas a la plaza, todos intentaron huir.
La cifra oficial de muertos y detenidos jamás se informó, la versión más común dice que hubo 400 fallecidos, pero otras afirman que fueron más.
Varios soldados también fueron alcanzados por los tiros y según testimonios algunos de los militares protegieron a los manifestantes, pero otros los golpeaban y detenían.
De esta forma el movimiento fue desarmado y algunos de sus miembros estuvieron en la cárcel por varios años.
Crimen de estado
“Sí, fue planeado por el gobierno, se dijo que fueron estudiantes los que dispararon, pero es mentira fueron los paramilitares”, dijo Ornelas.
En el grupo de militares, señalado por comandar el ataque, están el general de División Alonso Aguirre Ramos, jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional (Emaden), el general Luis Gutiérrez Oropeza, Javier Vázquez Félix y Alberto Quintanar López, todos se reservaron entonces su derecho a declarar, acogiéndose al artículo 20 constitucional.
Del grupo sólo sobrevive el general Oropeza, quien abandonó el Distrito Federal y hace dos años vive en el estado de Puebla.
Varios estudiosos coinciden en que los únicos que podían haber ordenado la masacre eran el entonces presidente de México, Gustavo Díaz Ordaz y el que fue su secretario de Gobernación, que al sexenio inmediato fue elegido como el nuevo presidente, Luis Echeverría Álvarez.
Días Ordaz murió 11 años después de la masacre y sostuvo que el movimiento pretendía derrocar al gobierno. La Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp), desaparecida en el año 2007, obtuvo una imputación para Echeverría Álvarez, pero se desechó por un juez.
Les costó sangre
“El movimiento logró sus metas, hoy tenemos más libertades, pero curiosamente las ejercemos menos”, sentenció Rosales.
Roberto López, director de la FCPyS, explicó que el miedo de las víctimas y la feroz represión del gobierno lograron acallar por décadas los reclamos.
“En esa época los medios, sobre todo la prensa, no informaron de verdad lo que pasó. Fue el mismo gobierno quien les dio los boletines y se publicaron tal cual”, dijo el director.
Hoy están programados varios eventos en memoria de los estudiantes caídos. Alumnos de la FCPyS marcharán por las calles del centro de Torreón.
“Es para recordar, porque en las escuelas esa parte de la historia no te la enseñan”, dijo Alejandra Reyes, alumna de la FCPyS.
El Movimiento del 68 cambió al país y marcó el inicio del fin de un sistema político represor.