El chicle Chicza fue incluido entre los 20 primeros productos más novedosos en la feria más grande de productos orgánicos del planeta.
El chicle orgánico Chicza, conocido en inglés como organic rainforest gum, producido por grupos étnicos del Sureste mexicano organizados en empresas sociales para su elaboración, transformación y comercialización, resultó un éxito en Europa.
El producto natural, libre de químicos, es fabricado por chicleros mayas mediante procesos manuales, a través de una cadena productiva que no atenta contra el medio ambiente y genera empleo en las comunidades rurales de Quintana Roo y Campeche, explica Gerardo Ramírez Aguilar, gerente de producción del Consorcio Cooperativo de Productores y Exportadores en Forestería, SC de RL.
El consorcio, considerado como nuevo modelo social productivo, se inició con la participación de nueve cooperativas afiliadas al Plan Piloto Chiclero de 1992.
“La idea era que todos estuvieran en un mismo frente comercial, pero con cuentas separadas cada una de las cooperativas socias, para que el reparto de utilidades sea justo; además de aprobar la participación de los productores en la toma de decisiones de la empresa”, agregó Ramírez Aguilar.
Pilar económico
En Quintana Roo, en la década de los años 20 del siglo pasado, la actividad chiclera fue el pilar de la economía del estado y, según los registros, hubo temporadas en que se extraían más de 5 mil toneladas de látex.
Con la idea de buscar un mejor mercado para los productores y pasar de vender goma base a goma de mascar, empezó un proceso de investigación de los mercados de Japón, Corea, Italia e Indonesia.
Así, lograron que un empresario japonés, con más de 40 años de experiencia en la elaboración del chicle producido en Quintana Roo, llegara al estado para enseñarles a procesar la goma de mascar.
“Por décadas, el estado de Quintana Roo sólo vendió chicle natural, básicamente a Japón, después la goma base y ahora está en condiciones de ofertar el chicle Chicza, natural y libre de productos químicos”, reiteró Ramírez Aguilar.
Según el directivo, el chicle Chicza no se pulveriza en 10 días, como se ha difundido, pero se va degradando paulatinamente, dado que contiene polímeros naturales y no derivados del petróleo como las gomas sintéticas.
Constante certificación
Para estar en condiciones de exportar el producto, cada año son certificadas un millón de hectáreas de chicozapote en Quintana Roo y Campeche por parte de la empresa internacional Bioagricert. “Con esta certificación se garantiza que es un producto ecológico y orgánico, libre de químicos”, dijo Ramírez.
En 2007, se presentó por primera ocasión este chicle en Europa y este año en la Fiofach, la feria más grande de productos orgánicos del planeta, en la que participan negocios de todo el mundo, y fue incluido entre los 20 primeros productos más novedosos del foro.
“Alemania, Inglaterra, Grecia, Canadá y Estados Unidos son los países que mostraron mucho interés en nuestro producto”.
El consorcio espera operar en breve nueva maquinaria hecha en México para automatizar el proceso de elaboración del chicle orgánico. Actualmente la elaboración es manual.
También han invertido en mercadotecnia, en el registro de la marca y en la investigación de la legislación de cada país a donde van a exportar el producto. Según el gerente del consorcio, la capacidad estimada de producción será de 100 toneladas al año de goma de mascar orgánica y estarán en condiciones de exportar a Inglaterra, en julio próximo, una parte de esa producción.
“La idea es enviarlo al mercado en forma de tabletas para Europa y para México en pastilla, con empaques modernos y hechos a base de material orgánico, dado que el concepto así lo exige”, explicó, por su parte, el indígena maya Macario Leyva Martínez, uno de los socios del consorcio.
Empresarios a nivel internacional
La producción racional de chicle y madera en el Sureste de México no sólo ha permitido a cientos de indígenas mayas salir de esquemas de explotación y de una anárquica comercialización de esas materias primas, también les ha dado la oportunidad de ser dueños de empresas exitosas y con reconocimiento internacional.
Ejemplo de ello es el caso de Macario Leyva Martínez, un indígena maya de la comunidad de Noh-Bec, enclavada en la selva de la zona Central de Quintana Roo, quien con la explotación racional de la madera y el chicle logró asociarse con el Consorcio Cooperativo de Productores y Exportadores en Forestería SC de RL.
Este consorcio tuvo un enorme éxito en la feria Fiofach de Londres, Inglaterra, uno de los escenarios más afamados del mundo en su tipo, al presentar el chicle orgánico Chicza, libre de químicos.
Esta firma presume el esfuerzo que hizo durante muchos años para llegar a este momento, luego de la creación del llamado Plan Piloto Chiclero en 1992, que involucró a nueve cooperativas de cuatro ejidos forestales.
Actualmente el consorcio incluye a 24 ejidos de Quintana Roo y 12 de Campeche, luego de más de 16 años de trabajo.
“Pasamos de extraer y vender marquetas y trozos de látex, a elaborar un chicle orgánico muy demandado en Europa y que confiamos también sea aceptado en el país”, sostiene Leyva Martínez, de 46 años y padre de seis hijos.
Leyva Martínez también es propietario de una empresa de carpintería, donde se elaboran colmenas con certificación forestal internacional para la producción de miel.
En crisis
Durante más de 100 años, los productores de chicle en Quintana Roo han enfrentado altas y bajas.
La caída en el precio en los mercados internacionales y la competencia de las gomas de mascar sintéticas llevaron a los ejidos chicleros a enfrentar crisis económicas importantes.
El paso del huracán “Dean”, en agosto de 2007, hizo descender la producción del látex al pasar de entre 180 a 200 toneladas por temporada a sólo 40 toneladas en el ciclo 2007-2008, una producción que fue comercializada en Japón.