El senador de 71 años es un luchador nato a quien se conoce por su sentido común y su carácter franco, que lo ha llevado a enfrentarse con su partido en temas como la tortura o la guerra de Irak. (AP)
El senador por Arizona, John McCain, se convirtió hoy oficialmente en el candidato republicano a la presidencia de EU. al conseguir superar los mil 191 delegados necesarios tras su victoria en Vermont, Ohio y Texas, según la cadena CNN.
A sus 71 años, el ex-militar, que se hizo famoso por ser prisionero de guerra en Vietnam, entró con fuerza en la campaña en Nuevo Hampshire; luego vino Carolina del Sur, Florida y después otra serie de victorias en Nueva York, California y otros estados que culminaron con el éxito electoral de esta noche.
La confirmación de su candidatura promete aumentar el escrutinio sobre él. De hecho, ha tenido que afrontar ya algunos asuntos espinosos como los supuestos lazos inapropiados con una cabildera hace ocho años.
De llegar a confirmarse, la historia, que no ha volado muy alto, podría resultar devastadora para el senador, que se ha erigido en luchador contra los intereses creados y las influencias indebidas.
A esa polémica se suma la todavía abierta sobre su nacimiento en 1936 en la Zona del Canal de Panamá administrada por Estados Unidos, lo que ha llevado a cuestionar si el senador es constitucionalmente apto para ejercer como presidente.
Y todo hace prever que los motores sigan calentándose en la larga marcha de los candidatos hacia la Casa Blanca.
La perseverancia de John McCain rinde frutos
El senador por Arizona John McCain, que se convirtió hoy oficialmente en el candidato republicano a la presidencia, es un político experimentado y temperamental, famoso por defender sus ideales contra viento y marea.
El ex militar, condecorado héroe de Vietnam, demostró con su victoria que, para ganar, lo importante es no darse por vencido.
Hace tan solo seis meses su campaña iba tan mal que tuvo que reorganizarse y reducir personal para poder mantenerse a flote.
Hoy el panorama es bien distinto. Y es que para McCain lo importante es no darse por vencido.
Hijo y nieto de almirantes de la Marina, el senador de 71 años es un luchador nato a quien se conoce por su sentido común y su carácter franco, que lo ha llevado a enfrentarse con su partido en temas como la tortura o la guerra de Irak.
En su biografía destacan los más de cinco años, tres de ellos incomunicado, que pasó en un campo de prisioneros de guerra de Vietnam en donde fue torturado e, incluso, intentó suicidarse.
Los norvietnamitas trataron de utilizarlo como arma de propaganda al enterarse de que era hijo de un almirante, pero McCain se negó a seguirles el juego. Sus insultos a los guardianes eran habituales, según aseguran los que coincidieron con él.
Recuperó la libertad en 1973, cuando regresó a EU. en muletas y convertido en un héroe.
Le esperaba Carol Shepp, una ex modelo de Filadelfia con la que había contraído matrimonio antes de partir para Vietnam y de la que se divorció en 1980. La pareja tuvo un hijo.
Un mes después de separarse de Shepp se casó de nuevo, esta vez con la hija de un magnate cervecero de Phoenix (Arizona), Cindy Hensley, su actual esposa, con la que tiene cuatro hijos: Meghan, Jack, Jimmy y Bridget, esta última adoptada en Bangladesh.
Los recién casados se asentaron en Arizona, el estado en el que despegó la carrera política de McCain.
En 1982, un año después de dejar su puesto de director de enlace de la Marina con el Senado, obtuvo un escaño a la cámara baja del Congreso como legislador por Arizona. Cuatro años más tarde fue elegido senador.
En el 2000, se enfrentó al actual inquilino de la Casa Blanca, George W. Bush, pero le fue mal.
El senador confesaría posteriormente que, cuando perdió, lo pasó fatal: "Me comportaba como un bebé: dormía ocho horas, me despertaba y lloraba. Dormía ocho horas, me despertaba y lloraba".
Tras su derrota, regresó al Senado como el republicano de mayor rango del Comité de Servicios Armados.
Durante los últimos años ha sido un firme defensor de la guerra en Irak, aunque no ha dudado en criticar a la Casa Blanca y al Pentágono por lo que ha calificado como mal manejo del conflicto.
Su disposición a enfrentarse a su partido volvió a quedar patente tras los escándalos de tortura por parte del ejército estadounidense en Irak y la prisión militar de Guantánamo (Cuba).
Conocedor de los abusos físicos en carne propia, denunció esas prácticas e impulsó legislación para prohibir el trato inhumano a los sospechosos de terrorismo en custodia estadounidense.
Sus viejas heridas de guerra y las secuelas de la tortura, agravadas ahora por la artritis, hacen que cojee ligeramente.
Además, ha tenido tres episodios de melanoma, la forma más agresiva del cáncer de piel, que le ha dejado marcas en la mejilla izquierda.
"Tengo más cicatrices que Frankenstein", reconoció recientemente, a lo que añadió que esas marcas y sus arrugas no implican que sea demasiado viejo para gobernar, sino lo suficientemente sabio para vencer a rivales más jóvenes como el demócrata Barack Obama.
La confirmación de su candidatura promete aumentar el escrutinio sobre él. De hecho, ha tenido que afrontar ya algunos asuntos espinosos como los supuestos lazos inapropiados con una cabildera hace ocho años.
De llegar a confirmarse, la historia, que no ha volado muy alto, podría resultar devastadora para el senador, que se ha erigido en luchador contra los intereses creados y las influencias indebidas.
A esa polémica se suma la todavía abierta sobre su nacimiento en 1936 en la Zona del Canal de Panamá administrada por Estados Unidos, lo que ha llevado a cuestionar si el senador es constitucionalmente apto para ejercer como presidente.
Y todo hace prever que los motores sigan calentándose en la larga marcha de los candidatos hacia la Casa Blanca.